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José Graziano da Silva: “Hay familias que pasan hambre con niños obesos”

El ex director general de la FAO apuesta por las políticas públicas para erradicar la inseguridad alimentaria y fomentar una dieta saludable

José Graziano da Silva
José Graziano da Silva, responsable del programa Hambre Zero, el pasado lunes en Madrid.Álvaro García
Patricia R. Blanco

José Graziano da Silva (Urbana, Estados Unidos, 74 años) tiene una receta contra el hambre: “Políticas públicas”. Ni la “filantropía” ni las “ayudas de emergencia” pueden acabar con la inseguridad alimentaria en el mundo, afirma este agrónomo y economista brasileño durante una entrevista en Madrid, adonde ha viajado para participar este martes en un acto de La Casa Encendida sobre el hambre como cuestión política. Ex director general de la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO) entre 2012 y 2019, sabe bien que la intervención estatal funciona. Fue el arquitecto en 2001 de Fome Zero (Hambre Cero, en portugués), el programa que logró sacar en Brasil a 41 millones de personas del umbral de la pobreza. Ahora, desde el instituto que lleva el mismo nombre, aconseja a otros países legislar contra el hambre y a favor de una alimentación saludable. “El año pasado nos visitaron 186 gobiernos”, presume.

Pregunta. ¿Hay alimentos suficientes para toda la población mundial?

Respuesta. A nivel global, tenemos suficientes reservas de cereales para alimentar a todo el mundo. Las de trigo bajarán un poco por las sequías, pero, dividido per capita, sobra maíz, trigo, arroz o soja. Lo que pasa es que mucha gente no tiene acceso a estos productos por los precios. Pero las frutas, verduras y legumbres sí son deficitarias.

P. Las cifras del hambre no consiguen retroceder a los niveles anteriores a la pandemia. ¿En qué situación estamos?

R. La pandemia fue un desastre total. Pero en 2022 se sumó el impacto de la guerra en Ucrania, con el aumento del costo de los cereales en todo el mundo. Los índices de precios de alimentos de la FAO se han disparado y son los mayores de la historia. Estamos cada vez peor.

P. ¿Por qué no mejoramos?

R. Existe una diferencia importante. El efecto de la pandemia estaba demarcado en el tiempo. Se investigaron las vacunas y la gente volvió a sus ocupaciones. Pero no hay una vacuna para que la guerra termine.

En Gaza ocurre lo que ocurría en Europa, en los tiempos de los castillos. Los enemigos los cercaban y utilizaban el hambre como táctica de destrucción para vencer la resistencia

P. Y se suman nuevas guerras, como en Gaza o Sudán.

R. Lo que ocurre en Gaza es lo que ocurría en Europa, en los tiempos de los castillos. Cuando había una invasión, la gente huía del campo y se refugiaba dentro de los muros. Los enemigos los cercaban y utilizaban el hambre como táctica de destrucción para vencer la resistencia.

P. África es el lugar del mundo donde más aumenta la inseguridad alimentaria. ¿Por qué?

R. Según la FAO, hay 58 países en situación de emergencia alimentaria, sobre todo en África y Oriente Medio. Y el problema aquí es que, aunque un productor tenga acceso a la tierra, no consigue alimentar a su familia porque no tiene agua. Con el cambio climático, la agricultura se convierte en una lotería.

Con el cambio climático, la agricultura se convierte en una lotería

P. ¿La solución debería ser tecnológica?

R. El tema tecnológico hoy en día está resuelto y hay disponibilidad. Pero el tema es cómo una familia rural africana accede a esta tecnología, cómo la maneja si no tiene la capacidad técnica ni el apoyo necesario. Cada vez va siendo más complicado resolver el hambre por el lado tecnológico. Yo no creo que la solución tecnológica sea una alternativa al hambre permanente en el mundo.

P. ¿Cuál es la alternativa?

R. El tema ahora es más complicado que cuando nosotros comenzamos a trabajar con el programa de Hambre Zero en Brasil. En aquella época, el hambre era básicamente rural y una vacuna importante contra el hambre era aumentar la producción agrícola, sobre todo en zonas rurales. Si los pequeños productores pasaban hambre, podías mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Hoy eso ya no es posible, porque la gente que tiene hambre está en las grandes ciudades. El hambre rural solo continúa en África.

José Graziano da Silva, el pasado lunes en una céntrica calle de Madrid.
José Graziano da Silva, el pasado lunes en una céntrica calle de Madrid.Álvaro García

P. ¿Ahora el hambre es urbana?

R. Sí, porque para salir de la extrema pobreza los pobres emigraron a la ciudad. Han dejado de ser productores y se han convertido en empleados. Pero en la ciudad, por ejemplo, no funcionan los programas de transferencia de dinero a las familias. Antes, en el campo, transferías plata y podías dedicarla a la alimentación. En la ciudad a la plata se le da más usos: el transporte, el alquiler, la educación…

P. ¿Y qué se puede hacer?

R. Estamos tratando de buscar otras formas. Por ejemplo, restaurantes populares, cantinas públicas o comedores comunitarios. Pero el hambre urbana tiene otra dimensión más, porque no solo es hambre, sino mala nutrición. Nos enfrentamos a una epidemia de obesidad. Hay familias que pasan hambre con niños obesos por el consumo de productos procesados y ultraprocesados, con exceso de grasas, de azúcares o de sal.

Si un niño no come antes de ir a la escuela, no es culpa de la madre porque es una obligación del Estado garantizar la alimentación

P. ¿Cómo se puede acabar con esto?

P. Aplicando políticas públicas. Si seguimos con la idea de que combatir el hambre es un tema de filantropía o de ayudas de emergencia, no vamos a ninguna parte. La alimentación y en concreto, la alimentación saludable, es un derecho. Si un niño no come antes de ir a la escuela, no es culpa de la madre porque es una obligación del Estado garantizar la alimentación. Convertir el hambre en un tema político es acercarnos a la solución.

P. ¿Qué políticas públicas recomienda para lograr una alimentación saludable?

R. En Chile, por ejemplo, hay una ley que obliga a etiquetar con grandes sellos de color negro el exceso de grasa, de sal o de azúcar. Son sellos que alertan al consumidor y decodifican lo que está en letra chica. Además, se ha prohibido la publicidad que atraiga a los niños a estos tipos de productos. Y no se comercializan en las cantinas escolares. Aquí [en Madrid] fui a un supermercado y me quedé impresionado de que justo a la entrada había tres góndolas con todos esos productos dirigidos a los niños. Si unos padres compran ahí, es imposible no pasar por esas góndolas sin que los niños se sientan tentados.

P. ¿Lo prohibiría?

R. Sí. Lo que hay que hacer es financiar los productos de mejor calidad. Por ejemplo, se pueden aumentar los impuestos a los productos que no son sanos y reinvertir ese dinero en fomentar el consumo de productos saludables. Algunos países lo están haciendo… En definitiva, políticas públicas.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
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