‘Batman’ llega a la presidencia de la UE
Boiko Borisov, primer ministro del país balcánico, karateca y exbombero, asume la presidencia rotatoria de la UE
Ser fichado a los 54 años por un equipo de fútbol, con el que, dicen, aún juega de vez en cuando, no es la mayor hazaña protagonizada por Boiko Borisov, el primer ministro de Bulgaria. Porque su trayectoria no se limita a la cancha del Vitosha Bistritsa, un club de segunda división, ni siquiera a encadenar victorias en las urnas desde 2009, una costumbre que ha hecho de él uno de los estadistas más longevos –además de habilidoso- de Europa. Su carrera destaca cual estrambote por unos orígenes pintorescos: ha sido bombero, policía, guardaespaldas de personalidades como el último capo del Partido Comunista búlgaro y el antiguo rey Simeón II, e incluso seleccionador del equipo nacional de kárate (es cinturón negro y 7º dan).
El país balcánico ha inaugurado esta semana su primera presidencia rotatoria de la UE, durante la que Borisov, líder de Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB, centroderecha), tendrá la oportunidad de demostrar su europeísmo, en contraste con el presidente Rumen Radev, filorruso. La confianza que suscita en sus pares europeos ha hecho a estos pasar por alto comentarios chirriantes sobre las minorías roma y turca, algún que otro escándalo de corrupción en su partido y ciertos rasgos turbios, que los hay, de su trayectoria: no podría ser de otra manera en quien creció como epígono del partido único –llegó a tener el carné- y años después se convirtió en el hombre fuerte del Ministerio del Interior. Que en 2009 acabara merendándose políticamente a su tutor, Siméon, dice mucho de su apetito de poder, pero también del pragmatismo de un hombre de acción (le apodan Batman) más que de ideas.
Fue la sombra, el guardaespaldas del último capo del Partido Comunista tras la caída del muro
Tras unos estudios imprecisos (“doctor en ciencias”, consta en su currículo oficial), Borisov (Bankya, 1959) dio sus primeros pasos públicos en los noventa. Todor Zhivkov, el poderoso mandamás del Partido Comunista destituido fulminantemente al día siguiente de caer el Muro de Berlín (9 de noviembre de 1989), se vio necesitado de un servicio de escolta que sustituyera al oficial, y la empresa de seguridad de Borisov, Ipon, fue la elegida. El actual primer ministro fue la sombra del anciano autócrata –las malas lenguas dicen que también de una de sus nietas-, y de entonces data una de sus primeras imágenes públicas: un treintañero rudo y desaliñado, ojo avizor. Luego pasó a proteger a Simeón Sajonia-Coburgo, reconvertido en el ciudadano Simeón Borisov –mera casualidad patronímica- para dedicarse a la política y a cuyo lado fue ascendiendo en Interior, con colección de galones incluida, como responsable de coordinar las fuerzas de seguridad en la lucha contra el crimen organizado. Simeón gobernó entre 2001 y 2005, año en el que Borisov mostró su real ambición política, dando el salto al Ayuntamiento de Sofía y surfeando su creciente popularidad sobre un partido construido a su imagen y semejanza, GERB, que inicialmente era una ONG.
Pese al empeño de Borisov, el combate contra la delincuencia organizada aún muestra muchos puntos flacos. Bulgaria es el primer Estado miembro de la UE que preside el Consejo sujeto a una supervisión especial, el denominado mecanismo de cooperación y verificación (CVM, en sus siglas inglesas). El CVM se aplica tanto a Bulgaria como a Rumania desde que ambos países entraron en la Unión, en 2007. Y la tutela tiene todos los visos de prolongarse al menos hasta 2019 en Bulgaria, según la Comisión Europea: el último informe del CVM, de noviembre, corrobora ciertos progresos, pero insuficientes, en la administración de justicia y la lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Según Transparencia Internacional, Bulgaria es el país más corrupto de la UE, así como el más pobre: el sueldo medio ronda los 380 euros y la pensión mínima no llega a los 100, de ahí que las explosiones de descontento social –como las que jalonaron la inauguración del semestre europeo, esta semana- sean periódicas.
La carrera de Borisov despegó en la alcaldía de Sofía y en las elecciones de 2009 derrotó estrepitosamente a su mentor Simeón, que no logró ningún escaño y se retiró de la política. Desde entonces, Borisov ha ganado todos los comicios celebrados, muchas veces contra pronóstico, como en 2013, cuando una ola de protestas contra la subida del precio de la luz hizo caer a su Gobierno. Como un tentetieso, Batman revalidó su poder, igual que hizo el año pasado tras precipitar una nueva convocatoria electoral para salir de la crisis provocada por la elección del filorruso Radev. “Su estrategia, flexible y oportunista, consiste en apartarse a tiempo cuando los vientos le son adversos y ahorrarse así un desgaste mayor, para al poco regresar al poder avalado por las urnas y plenamente tonificado”, se lee en el perfil que le dedica el centro de estudios CIDOB. En su último Gabinete ha debido coaligarse con tres pequeños partidos nacionalistas de derechas, el ultra Ataka entre ellos. Su diligencia en la gestión migratoria es bien vista en Bruselas. En el control de fronteras, requisito de adhesión a Schengen, ha demostrado ser un alumno aventajado --aunque sin llegar al talibanismo de los miembros del grupo de Visegrado--, como demuestra la ampliación del muro con Turquía en 2015. Schengen y la eurozona son las dos metas inmediatas de Sofía, el objetivo indisimulado de este semestre.
Su carrera despegó en la alcaldía de Sofía, y en 2009 derrotó a su mentor político Simeón Sajonia-Coburgo
“Borisov es indudablemente la figura política dominante del país”, opina en un correo electrónico Ognian Shentov, presidente del Centro para el Estudio de la Democracia. “Y durante su tercer mandato se ha centrado mucho en política exterior. La prioridad de la presidencia búlgara será dar visibilidad en Europa a los problemas de los Balcanes occidentales. Además, su buena relación con [el presidente turco Recep Tayyip] Erdogan va a jugar también un papel destacable, y puede ser muy útil para mejorar las relaciones UE-Turquía”. Daniel Stefanov, de la oficina del European Countries on Foreign Relations en Sofía, sostiene: “Borisov es un político popular, que sabe jugar con la opinión pública y sus expectativas. En la política nacional, quiere ser visto como alguien que construye, que crea, por eso ha puesto mucho el foco en las grandes infraestructuras. Al mismo tiempo no ha sabido poner en marcha las reformas que necesita el país en temas sensibles como el Estado de derecho, el poder judicial y la sanidad”.
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