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5.000 personas disfrazadas en Torremolinos: CanelaParty, el loco festival al que las bandas piden volver

Entre el público se ha visto a Mortadelo, a Cary Grant escapando de un avión y a un radar poniendo multas a los coches (hasta que llegó la policía)

Canela Party festival
El festival CanelaParty, celebrado en Málaga desde hace ya 15 años.(c) Javier Rosa (CanelaParty)
Nacho Sánchez

En Málaga hay un festival al que acuden Kim Kardashian, Karl Lagerfeld, Miley Cyrus, las Pussy Riot y Mortadelo. También Los Picapiedra, Ned Flanders, Súper Mario, el Rey Arturo o Joaquín Phoenix en la piel de Theodore. Por allí se ha visto a Cary Grant huyendo de un avión e incluso a De Jong y Xabi Alonso, a pesar de aquella patada en el pecho, de farra. En muchas de las fotos del evento aparece, por ahí, como si nada, el Mocito Feliz, mítico personaje de la iconografía malagueña catapultado por la prensa del corazón. Se trata del CanelaParty, la gran verbena del verano en la Costa del Sol que rompe la burbuja festivalera de este verano. Con un cartel de 40 bandas internacionales alejadas del mainstream y muchas ganas de pitorreo (los dos escenarios se llaman Fistro y Jarl), este año el festival ha ampliado duración y aforo: del miércoles 24 al sábado 27 en un recinto junto a la plaza de toros de Torremolinos. Lo hacen manteniendo su principal y mejor característica, una fiesta de disfraces para el último día. Por eso este es el único festival al que las bandas vienen a ver al público: les pasó a los canadienses Metz, que el primer año quedaron tan alucinados que ahora son los que piden volver para tocar —esta será ya su tercera visita— sobre un escenario que ahora compartirán con los estadounidenses Ty Segall y Dinosaur Jr o los sevillanos Califato ¾.

La historia de esta locura llamada CanelaParty nació en 2007, en Málaga, cuando Álvaro Fernández, Antonio Mata y Beto Pérez decidieron celebrar la primera edición. Llevaban años organizando conciertos y ellos mismos tocaban en The Skirmish Society. “Hacíamos una música que no se llevaba y decidimos disfrazarnos y tirar confetis. La gente empezaba a venir cada vez más a vernos, pero lo hacían por el espectáculo”, recuerda Fernández. Luego dieron un paso adelante: llevar a su ciudad a las bandas que les gustaban y promover que también el público se disfrazara. “Aquel primer año fue todo muy punki. Nos reunimos unos cuantos amigos, porque entonces éramos más, y decidimos a quién traer y lo de los disfraces. Ahora llevamos ya 15 años con las tonterías”, subraya entre risas Pérez. “Siempre hemos organizado el festival al que nos gustaría ir, donde calidad, comodidad y sostenibilidad van antes que el negocio. Este no es nuestro modo de vida, así que nos lo podemos permitir”, añade Mata. Ellos, por supuesto, también van disfrazados: “Hay que dar ejemplo”, aseguran.

Disfraces y reivindicación en el CanelaParty.
Disfraces y reivindicación en el CanelaParty.CanelaParty

Por el CanelaParty se ha visto una procesión de la Virgen del Carmen; a los protagonistas de Intergalactic, el tema de Beastie Boys; a los afectados por la ola del Melillero; a Barbie en su caja; a los participantes de Humor Amarillo y Pressing Catch; a Pepe Viyuela enredado en su escalera; a Defred con sus criadas compañeras de Gilead o una chica disfrazada de radar que multaba a cada coche que pasaba por la carretera hasta que pasó la policía, que al menos se lo tomó a guasa. “Yo me paso el año convenciendo a la gente de que tiene que ir. Es un lugar donde el buen rollo se lleva al límite, dejas atrás los complejos y también la vergüenza”, señala Miguel C. Rodríguez, de 38 años, que desde 2007 solo se ha perdido dos ediciones del CanelaParty. Una porque su primer hijo había nacido dos días antes y otra porque tenía una boda a la que no podía faltar. “Causas de fuerza muy mayor, si no, no me la pierdo”, dice el malagueño. En su currículo hay disfraces de ladrón, de grafiti de Banksy, de Sin Cara de El Viaje de Chihiro o de Flik y Flak, somos dos en un reloj, junto a su chica, María. Con ella que también se vistió de mural de Obey y D*Face. Este año él acudirá con una corona de flores en la cabeza y ella de Reina de Mayo, personajes de la película Midsommar. Iban a ir solos, pero ya se han sumado ocho amigos, así que si se ve a un grupo de diez personas de blanco ibicenco, flores hippies y un punto perturbador, son ellos. Les rodearán otras 5.000 personas para formar este sorprendente carnaval veraniego.

La sonrisa de Los Punsetes

Cuenta la leyenda que el del CanelaParty es el único escenario en el que Ariadna Paniagua, voz de Los Punsetes, ha sonreído mientras alucinaba con un grupo de medusas bailar sus canciones. “Con lo que tenéis ahí abajo, no sé cómo me estáis mirando a mí”, recuerdan que dijo. También es la única vez que Toundra, banda de rock instrumental, ha tenido un cantante mientras iban disfrazados de Led Zeppelin. Recuerdan desde el festival el primer año de Metz, en 2013, cuando casi cancelan la actuación después de que les hubieran perdido todos sus instrumentos en un enlace aéreo. Acabaron viajando y, con pocas ganas, hicieron la prueba de sonido. A la hora de la verdad vieron la que había armada en la sala y se disfrazaron de obreros para dar uno de sus mejores conciertos, como ellos mismos reconocieron en sus redes sociales. Siempre quieren volver.

“Con lo que tenéis ahí abajo, no sé cómo me estáis mirando a mí”, dijo Ariadna Paniagua, voz de Los Punsetes, cuando vio a este grupo de medusas entre el público.
“Con lo que tenéis ahí abajo, no sé cómo me estáis mirando a mí”, dijo Ariadna Paniagua, voz de Los Punsetes, cuando vio a este grupo de medusas entre el público.(c) Javier Rosa (CanelaParty)

“Siempre hay buen cartel, pero al final la música es casi lo de menos. Yo, a veces, ni sabía quién tocaba: ahí he descubierto grupos que no conocía y ahora me encantan”, afirma Isabel Ramírez, de 39 años, que no recuerda bien si ha asistido dos o tres veces al CanelaParty. Sí se acuerda de que la primera vez fue con un disfraz sencillo. “Una peluca y poco más”. Se lo pasó en grande y entendió que esta no es una fiesta cualquiera porque “la gente se lo curra muchísimo”. Eso hizo ella al año siguiente. De febrero a agosto cosió junto a su madre y una amiga un disfraz que se convirtió en uno de lo más destacados de aquella edición. Era una de las esculturas de Mark Ryden, que ese año había expuesto en Málaga. “Jamoncitos, choricitos, rellenos… fue largo, pero lo pasamos genial”, explica al tiempo que dice que se sentía ganadora en el concurso que premia a los mejores disfraces porque todo el mundo le pedía fotos.

Un lío de amigas en la entrada del CanelaParty.
Un lío de amigas en la entrada del CanelaParty. CanelaParty

Al final, el galardón se lo llevó alguien disfrazado de El Vena, singular cantaor flamenco que recorre las calles pidiendo dinero con su arte y que, pensaron los organizadores, había entrado al festival porque la caracterización era perfecta. “A mí me daba vergüenza subir al escenario, así que casi mejor”, señala Ramírez, que se quedó sin premio, pero cuyo disfraz estuvo expuesto —junto a otros trajes, carteles y fotografías— en la exposición CanelaParty, 10 años de pitote, que se celebró en 2017 en la Alianza Francesa de Málaga. “Después de dar aquel premio nos dimos cuenta de que era un pedazo de disfraz. Tenemos la espinita y algún día le haremos un homenaje”, cuentan los organizadores del festival, que también tienen en su memoria la noche en la que alguien disfrazado de Kárate Kid se vino arriba y acabó haciendo un agujero de una patada en una pared de pladur. Se llevó un esguince y se dejó un zapato.

Torrente y el Mocito Feliz

Con el lío y los nervios de los últimos días, la organización apenas respira. Reuniones de seguridad, de producción, dudas de última hora. Más aún cuando apenas unos días antes se cayeron dos cabezas de cartel: King Gizzard & the Lizard Wizard y Dan Deacon. Horas después, usaban emojis para anunciar a los sustitutos. Un dinosaurio y una cara de bebé para Dinosaur Jr. y una pastilla, una berenjena y un rostro de hombre para Viagra boys.

El confeti es uno de los elementos fundacionales del CanelaParty.
El confeti es uno de los elementos fundacionales del CanelaParty. (c) Javier Rosa (CanelaParty)

La cita se ha celebrado tradicionalmente en salas, sobre todo la París 15, pero este año se ha trasladado al exterior de la Plaza de Torremolinos, donde se espera un máximo de 5.000 personas cada noche. Era el plan para 2020, pero la pandemia suspendió el proyecto hasta que, por fin, este verano ha salido adelante entre los días 24 y 27 de agosto. El primer día, el miércoles, el acceso es gratuito y hay fiesta de disfraces infantil. “Llevamos tres años esperando este momento, tenemos muchas ganas”, señala Beto Pérez. Como las que tenía Edu, amigo de los responsables del festival, cuando se disfrazó de Torrente y llegó con un enorme escudo del Atleti en el capó, la música de El Fary a todo volumen y derrapando con su coche. Es la misma persona que, luego, se vistió de Mocito Feliz. “Se mete mucho en los personajes”, dice, riendo, Pérez.

El cartel de 2022 cuenta con 40 bandas. Entre ellas los canadienses Ty Segall & Freedom Band, Airbag, Baiuca, Bejo, Mujeres, Camellos, Califato ¾ o Metz. Precisamente la banda canadiense es la responsable de que Martin Bordoy, de 35 años, baje desde Madrid hasta Torremolinos. “Llevo con mi entrada desde 2019 y tengo muchas ganas de ir para verlos, como a Battles, Preoccupations o Deerhoof” explica, al tiempo que advierte que todavía no sabe de qué se disfrazará. “Lo tendré que improvisar durante la semana”, cuenta quien se quedará luego para asistir al festival Cala Mijas, que se celebra el primer fin de semana de septiembre. Tenía pensado acudir también al Andalucía Big Festival (del 8 al 10 de septiembre con Jamiroquai y Muse), pero Rage Against The Machine se cayó del cartel y él, de comprar su entrada. En el CanelaParty no lo temen a situaciones así. “Nuestro valor añadido es el fiestón y hace que mucha gente venga por eso, más allá del cartel”, insiste Álvaro Fernández, que destaca que el suyo es un festival donde hay que dejar atrás los prejuicios porque “cuanto más ridículo es un disfraz, mejor”. Aún hay tiempo para preparar disfraz, viajar a Torremolinos y participar. Es mucho mejor vivirlo a que te lo cuenten.

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