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en pocas palabras

Pepe Viyuela: “Hay que tener cuidado con la campechanía, puede ser una pantalla”

El actor, autor también de varios poemarios, recibe un premio por su trayectoria en el arte de la comedia

Pepe Viyuela (Logroño, 1963) es conocido sobre todo como cómico. Pero también es un actor dramático de larga trayectoria, tiene cuatro poemarios publicados y una novela. Esta semana recibe el premio de honor del Festival Singlot, una muestra de espectáculos de humor y comedia que se desarrolla en la Costa Brava bajo la dirección de Andreu Buenafuente.

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía talento para la comedia?

Sigo dudando de tener talento para ella. Cuando sales a un escenario a hacer reír nunca tienes la seguridad de que se vaya a producir el milagro. Eres como un funambulista: has caminado muchas veces sobre el alambre, pero siempre existe el riesgo de caer.

¿Qué libro tiene en su mesilla de noche?

Nunca tengo uno solo. En este momento están la poesía completa de Nicanor Parra; Deportado 4443, de Carlos Hernández de Miguel y Ioannes Ennis, y Los libros arden mal, de Manuel Rivas. Me gusta combinar estilos y géneros.

¿Un libro que le haya hecho reír con gusto?

El Quijote es el que más me ha hecho y sigue haciéndome reír. Pero también me he reído a carcajada limpia con Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza, o con novelas satíricas del tipo de La broma infinita. La literatura es una fuente inagotable de disfrute.

¿Cuál es la última comedia que le ha gustado?

La ternura, de Alfredo Sanzol. Alfredo se ha hecho imprescindible en nuestra escena.

¿Se ha salido alguna vez de una función a medias?

No, porque hasta de la función que menos te guste puedes extraer algo positivo. Puedes, por ejemplo, observar las reacciones del público, que pasa a convertirse entonces en parte de la función. Si eres el único al que no le está gustando, el problema puede ser tuyo y debes preguntarte por qué tienes que ver tan poco con ellos. Si, en cambio, no le está gustando a nadie, tienes la oportunidad de extraer elementos de juicio muy valiosos, que pueden ayudarte a no cometer esos mismos errores cuando seas tú quien esté sobre el escenario. Hace tiempo que no puedo ir al teatro solo como espectador. Lo vivo más bien como parte de mi trabajo.

¿En qué obra le gustaría haber participado?

Me encantaría haber estado en Castañuela 70 y, por supuesto, en cualquier representación de La Barraca en los años 30.

¿De qué no puede o quiere reírse la sociedad hoy día?

En mi opinión la sociedad quiere y necesita reírse de todo. Son algunos intransigentes los que están empeñados en ponerle bozales al humor. El atentado a Charlie Hebdo es un ejemplo de fanatismo llevado al límite, pero nuestra ley mordaza es otro ejemplo de intolerancia que resulta muy inquietante.Últimamente hasta se ha vuelto peligroso hacer determinados chistes en las redes sociales. Algunos pueden resultar de dudoso gusto y yo mismo he sido objeto de ellos, pero el freno y la censura no debería venir de las instituciones sino del propio rechazo social al mal gusto. Una cosa de la que nos cuesta mucho reírnos es, por ejemplo, de los nacionalismos. Sobre todo del tuyo.

También es usted actor dramático. ¿Su drama favorito?

El rey Lear, me gustaría mucho poder interpretar algún día a este hombre desprovisto de todo y que, sin embargo, es capaz de mantener íntegra su dignidad.

¿Qué canción escogería como autorretrato?

¡Qué difícil! Pero venga, allá voy: Blowing in the wind. Es una canción llena de preguntas, está hecha de ellas. Una canción que dice que las respuestas, si es que las hay, están flotando alrededor de nosotros, pero que la mayor parte de las veces ni las vemos ni resulta posible alcanzarlas.

¿Cuál es su película favorita?

Hay muchas también. La torre de los siete jorobados, de Neville; El verdugo, del gran Berlanga; Amanece que no es poco, del inefable Cuerda... Son las primeras que me vienen a la cabeza, pero ¿cómo quedarse con una?

 Si no fuera actor, ¿qué le gustaría ser?

Actriz, aquí no tengo ninguna duda.

¿Qué está socialmente sobrevalorado?

La campechanía. Hay que tener cuidado con ella, puede ser una pantalla que esconda lo que el campechano no quiere que veamos.

¿Qué encargo no aceptaría jamás?

Una apología de la guerra.

¿A qué comediante o autor de comedias le daría un premio Nobel?

A Rafael Azcona. Dedicó su vida a poner delante de nosotros nuestras imperfecciones y miserias, con un sentido del humor tan inteligente que consiguió que, a pesar de todo, resultáramos soportables y hasta graciosos.

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