De Beyoncé a Rosalía, ¿a qué viene el excéntrico uso de las mayúsculas en el pop?
Y no solo las mayúsculas: en los últimos años hay que hacer un cursillo para saber cómo se escriben los nombres de artistas, discos o canciones. Investigamos si hay algo tras la maraña de tamaños, espaciados y arcanos signos de puntuación que han proliferado en la música popular
Si entra en su plataforma de reproducción de música preferida y pone cualquiera de los dos discos más radiados de este verano —Renaissance, de Beyoncé, y Motomami, de Rosalía—, advertirá un pequeño gran detalle: los títulos de todas las canciones están escritos en mayúscula. Pero es que no solo las tendencias musicales han mutado con los años, también lo ha hecho la estética de las listas de éxitos. Quizá no las oficiales, como la española o la británica, que conservan sus propias reglas de escritura y capitalización, pero sí las de Spotify. A menudo observar los títulos de las canciones que ocupan el top 50 global de la plataforma sueca es suficiente para que los ojos den vueltas en órbita. La variedad de tipos de escritura es prácticamente equiparable a la variedad de personas que habitan en el mundo. Ni títulos ni nombres se rigen ya por las estrictas reglas de estilización de una academia o una discográfica.
Históricamente ha habido una diferencia significativa en el uso tipográfico de las mayúsculas en español e inglés. En español, la primera letra de los títulos de canciones va en mayúscula pero el resto, en minúscula. Pero, en inglés se escribe en mayúscula la primera letra de cada palabra, especialmente todos los nominativos, adjetivos y verbos. Una práctica que al parecer proviene de la primera versión de la Constitución estadounidense. Es decir, donde los anglos escriben Don´t Cry For Me Argentina, en español se usa No llores por mí Argentina. En España en ocasiones se ha copiado el estilo anglosajón, como en Santos Que Yo Te Pinté, de Los Planetas. Sin embargo, visualmente resulta exagerado y artificial. Las reglas y convenciones de escritura de nombres y títulos casi siempre se han respetado en la industria musical. Ya fuera en las versiones físicas de álbumes (CDs y vinilos o en su versión digital.
Sin embargo, en el contexto de las plataformas de streaming esas reglas ya no sirven. Existen, pero ya no dominan el titulado digital. Es posible hallar precedentes en programas de descarga ilegal, como Soulseek, donde los usuarios escribían como les daba la gana o, incluso, en plataformas legales como iTunes, donde cada persona puede modificar el contenido de un disco: añadir y eliminar canciones, pero también titularlas como les plazca, pero es más apropiado detenerse en las plataformas que permiten a los artistas subir su propia música, porque ellas han cambiado el modo en que los artistas presentan sus canciones al mundo. Raperos como Travis Scott se han dado a conocer subiendo mixtapes a Soundcloud, plataforma de streaming que a diferencia de Spotify tiene la opción de poder colgar canciones directamente, sin la necesidad de distribuidoras externas. Allí las convenciones de capitalización habituales ya no tenían ninguna relevancia, porque eran trabajos creados en casa de manera amateur, sin ayuda de discográficas ni profesionales. Francisco Nixon, músico y editor de contenidos de Deezer, plataforma de streaming de capital francés, asocia el uso de mayúsculas específicamente “a la subcultura del hip hop y las mixtapes. Me refiero a los CDs tostados en casa, con la tipografía cutre de Photoshop y todo eso. Su uso actual creo que significa una adscripción a esa subcultura”.
Ese carácter aficionado, desligado de toda convención formal y de toda expectativa porque a menudo el propio artista desconoce si su trabajo va a generarle un público, se refleja también en la escritura de títulos, a menudo realizado con prisas, sin atención a la gramática, a la ortografía o a la estética porque lo que vale es la inmediatez. Cuanto más espontáneo, más auténtico.
Sin embargo, lo que antes era una práctica espontánea de los artistas se ha convertido en un estándar de la industria, una estrategia de marketing que permite a los músicos exponer su personalidad al mercado. Artistas como las mencionadas Rosalía (o ROSALÍA en Spotify) y Beyoncé , o Bad Bunny y Lil Nas X, presentan los títulos de sus canciones en mayúscula (DESPECHÁ, BREAK MY SOUL), mientras otros como Billie Eilish, Olivia Rodrigo, FKA twigs o, en España, Alba Reche o daniel sabater (así escrito) optan por la minúscula. A veces estos mismos artistas usan la mayúscula para titular sus discos pero la minúscula para nominar las canciones contenidas en dichos discos (el debut de Billie Eilish es un ejemplo). Otros eligen ambas opciones al mismo tiempo, como Belén Aguilera. En su disco SUPERPOP, a cada pista escrita con caja alta le sigue otra escrita con caja baja. Y el rapero británico Slowthai divide su disco doble TYRON en dos mitades, la primera de las cuales presenta títulos en mayúscula, y la segunda en minúscula. La primera representa, en sus palabras, la “máscara” que se pone delante de los demás, mientras la segunda denota su “verdadero yo”.
Algunos artistas eligen un método incluso más experimental. Todas las canciones de DAMN., de Kendrick Lamar están tituladas en mayúscula y punto final, a modo de sentencia. Sin embargo, otras de J. Cole o Willow (hija de Will Smith) no solo están escritas totalmente en minúscula sino también con letras espaciadas, como m y l i f e o t r a n s p a r e n t s o u l, método que parece transmitir la idea de que se está contando algo sumamente transcendente que no cabe dentro de una canción… y mucho menos dentro de su título (mención especial merece el uso de emojis por parte de grupos como Axolotes Mexicanos o incluso de Coldplay en su último disco).
La conclusión a la que invita pensar este fenómeno es que las mayúsculas y minúsculas se ha convertido en un método de expresión más para los artistas, como las letras, las melodías o el arte gráfico. Se trata de artistas que han crecido con internet y con el hábito de enviar y recibir mensajes de texto a través de teléfonos móviles u ordenadores, para los que jugar con las formas de escritura ha sido habitual o incluso natural (el cantante y productor madrileño rusowsky cuenta con temas titulados mwah :3 o no t dejas ver que parecen extraídos de una conversación de WhatsApp). Tampoco es casualidad que artistas a los que se presume más “extrovertidos”, llamativos o explosivos como Rosalía o Lil Nas X usen las mayúsculas para hacerse notar (el efecto de los títulos de MOTOMAMI o MONTERO es casi histriónico), mientras que otros como girl in red o mori, que crean música más introspectiva, optan por la minúscula para crear un escenario de intimidad, un espacio donde escuchar atentamente todos sus secretos. Todos ellos están mandando un mensaje claro de qué quieren transmitir con su arte, y cómo quiere que el público les perciba. El tipo de escritura les permite hacerlo. André Gianzo, diseñador gráfico y director de arte, opina que “en Spotify, donde la mayoría de letra se escribe en caja baja, usar caja alta puede ser una manera de llamar la atención, de romper con lo establecido. Históricamente, la mayúscula significa gritar, molestar”, por lo que el uso de minúscula significa exactamente lo contrario. Sin embargo, Gianzo señala que la estandarización de esta práctica en la industria significa que usar mayúsculas “ya no va a ser un factor que se tenga en cuenta para llamar la atención” porque el “ojo se acostumbra a absolutamente todo”.
Existen interesantes precedentes de este fenómeno que van más allá de las mixtapes de rap publicadas en plataformas como Souncloud. En 2010, M.I.A. lanzó el álbum Maya, cuyo título se escribe en realidad con barras diagonales, /\/\ /\ Y /\, y que solo puede existir gracias a un teclado moderno (curiosamente, una de las pistas incluidas en el disco se titula CAPS LOCK, el nombre que se da en inglés a la tecla de mayúscula). Mucho antes, artistas de pop japonés como Capsule o Ayumi Hamasaki ya trasteaban con las mayúsculas y las minúsculas en los títulos de las canciones contenidas en sus álbumes. Una práctica puramente estética que denotaba un deseo por jugar con la norma o incluso transgredirla. Hoy en día es habitual que los artistas japoneses o coreanos alternen diferentes alfabetos en los títulos de sus canciones. Es el caso de Utada Hikaru y su single de 2021, BADモード. Más atrás en el tiempo emerge el precedente de e.e. cummings, poeta de los años cuarenta que escribía en minúscula (aunque no exclusivamente) por razones de expresión poética. Exactamente las mismas que pueden esgrimir músicos de hoy a los que también se asocia una habilidad poética como Taylor Swift, quien, en su etapa folk reciente, ha titulado todas sus composiciones en minúscula presumiblemente con intención de proyectar un carácter íntimo y recogido.
Más curioso, incluso, es el caso de la música llamada lowercase (música en minúscula), un tipo de música ambiental extremadamente minimalista compuesta con sonidos y ruidos prácticamente imperceptibles que son amplificados en la grabación. Uno de sus inventores, Steve Roden, que publicó un disco en el que se escuchaba las diferentes maneras en que manipulaba hojas de papel, ha afirmado que la música lowercase “conlleva cierto sentido de calma y humildad, no reclama la atención, debe ser descubierta. Es todo lo contrario a las mayúsculas, que son escandalosas y llaman la atención hacia sí mismas”. Un buen resumen de lo que el uso estratégico de mayúsculas y minúsculas significa hoy en el mundo de la música pop.
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