‘Pressing catch’ | Compartir o partirse la cara
Los niños son como los directivos de recursos humanos: cuando alguien les quita algo que no les importaba, necesitan tenerlo desesperadamente
La lucha entre comunismo y capitalismo sigue viva, a su manera pequeña pero cruda, en cada encuentro entre niños.
Nuestras criaturas no hacen inventario como las tiendas ni tienen casas o cuentas a su nombre, pero pueden dar clases magistrales sobre la propiedad privada. Saben muy bien lo que es suyo y lo que permitirán (o no) que otros toqueteen. Esta situación se vive cuando invitas a algún amigo o vecino a jugar a casa, pero sobre todo, en el parque.
La familia A se instala en la zona infantil con juguetes, mientras que la familia B va a pelo, por pereza, olvido o estrategia de padres con muchas muescas en su historial. El niño B se le acerca al A en plan furtivo, con una mezcla de candor inocente y de hiena carroñera, y ataca el bufete libre. El A protesta, agarrando su juguete y coreando la consigna “es mío”, a lo que el B no suelta su presa. Se agarran cual luchadores de Pressing Catch y empieza el combate, hasta que uno de los dos llora o los padres meten el brazo en plan observador de la ONU.
Normalmente es el adulto A quien usa la diplomacia, porque no quiere que nadie (especialmente su crío) salga herido. La primera consigna es: “Déjaselo al nene”.
Por supuesto, nuestros hijos no suelen aceptarlo, por muy generosos que sean siempre con familia y amigos. Los abusones desconocidos y robajuguetes no los tienen de amigos en su Facebook vital y bloquearán cualquiera de sus solicitudes.
Entonces hay que apelar a la segunda directriz de Robocop: “tienes que compartir”.
¿De verdad esperamos, nosotros que no le decimos el pin del móvil a nuestra pareja, que nuestros hijos renuncien voluntariamente a la única posesión que tienen delante? ¿Y se la entreguen a un desconocido que ni se le ha pedido con educación? ¿Cuántos autónomos que tardamos meses en cobrar facturas le quitamos importancia a nuestro atropello porque nos criaron así?
Da igual que llevemos trastos a los que ya no hace caso o vehículos de plástico del bazar de la esquina (por decreto municipal-paternal siempre hay un bazar cerca de los parques) que nadie se jugaría el físico para defender. Los niños son como los directivos de recursos humanos: cuando alguien les quita algo que no les importaba, necesitan tenerlo desesperadamente.
Mis opciones para arreglar el conflicto son:
a) ir al parque con el triple de juguetes, para que sobren.
b) Montar un servicio de alquiler de juguetes a precios populares.
c) Pedirle al ayuntamiento que contrate mediadores profesionales.
d) Duelo entre padres, armados con pala y cubo.
Lo triste es que los papeles de “ladrón” y “víctima” nuestros hijos los combinan con una facilidad espantosa, así que lo viviremos desde los dos bandos y relativizaremos “la maldad”. Y además, cuando todos volvamos a casa, siempre habrá un juguete que quedará abandonado en la arena como la Estatua de la Libertad en El planeta de los simios.
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