Claves para afrontar los retos de una sociedad polarizada y emotivista
Ha sido un año de guerra, violencia política, restos pandémicos y escaso avance en el combate climático. De Adela Cortina a Celso Arango, ocho expertos hablan de temas como la salud mental o la violencia en el discurso parlamentario. Algunas alertas rojas… y alguna receta para la esperanza
El arquetipo ideal de ser humano para 2023 podría ser, sobre poco más o menos: una persona en paz, feliz en un mundo sin guerras ni hambre ni sed, despreocupadamente sana, confiada en los razonados y honestos argumentos de sus políticos, mentalmente estable en un planeta limpio de porquerías fósiles, ruido y contaminación. Pero la triste realidad, ay, ha sido muy otra en 2022 y muy probablemente lo seguirá siendo en el año. Varios expertos analizan en estas páginas —y esbozan prioridades y remedios— algunos de los retos esenciales del futuro inminente. Del futuro que ya está aquí.
Guerra en Ucrania. ¿La esperanza de la paz?
La guerra de todas las guerras y el tema de todos los temas. El 24 de febrero de 2022, Vladímir Putin confirmó que lo más temible de los grandes sátrapas es que raramente les tiembla el pulso y soltó sus primeros misiles sobre Kiev. Había empezado la invasión, que él prefirió llamar “operación militar especial”, y que no era otra cosa que el segundo capítulo de la agresión rusa contra Ucrania, iniciada en 2014 con la anexión de Crimea. Es el mayor conflicto bélico en Europa desde las guerras de la antigua Yugoslavia (1991-2001), con el resultado de más de 6.000 civiles muertos (cifras de Naciones Unidas en octubre, aunque el general estadounidense Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de EE UU, ha llegado a hablar de 40.000 víctimas civiles y 200.000 víctimas militares) y 14 millones de ucranios desplazados dentro y fuera de su país.
“Encaramos el segundo año de la guerra con la esperanza de que llegue la paz en este 2023 y de que sea en condiciones favorables a Kiev”, explica el periodista Lluís Bassets, ex director adjunto de EL PAÍS, miembro del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y del Instituto Elcano y autor de libros sobre geopolítica y relaciones internacionales como El año de la revolución. Cómo los árabes están derrocando a sus tiranos o La oca del señor Bush. “La invasión ha fracasado. El Ejército ruso ha demostrado una ineptitud que ha sorprendido a todo el mundo y Putin ha logrado el efecto contrario al que buscaba al declarar la guerra. Muchas de las condiciones que suelen darse para declarar un armisticio se darán probablemente en Ucrania al terminar el invierno”, analiza Bassets, que incide en otro punto clave: “Habrá que ver la capacidad de Estados Unidos, con un Congreso de mayoría republicana, para seguir manteniendo la ayuda militar, y la capacidad de la UE para perseverar en las sanciones contra Moscú”.
Pero en la práctica, la definición del futuro la harán en cualquier caso los hechos sobre el campo de batalla, aclara Lluís Bassets, quien dibuja estos posibles escenarios: “Si Rusia consigue recuperar por primera vez la iniciativa, algo improbable, Zelenski se vería abocado a abrir el diálogo y probablemente a realizar concesiones territoriales. En el caso de que se mantenga el equilibrio e incluso se estabilicen los frentes, no se puede excluir un armisticio indefinido sin paz definitiva, del tipo que firmaron las dos Coreas en 1953 y que sigue vigente. En cambio, si es el Ejército ucranio el que sigue avanzando y recuperando territorios, se abrirá el escenario más esperanzador de unas conversaciones de paz favorables a Kiev y, al mismo tiempo, el más peligroso de una reacción nihilista y desesperada de Putin, es decir, la temida escalada nuclear”.
La salud mental de los jóvenes. Más medios, más colaboración, más vigilancia
Tasas de suicidios disparadas entre adolescentes, nuevas patologías surgidas a raíz de la pandemia, desorientación de padres y educadores en la detección de síntomas… La Organización Mundial de la Salud estima que el incremento de trastornos afectivos, depresiones y trastornos de ansiedad se han incrementado entre un 25% y un 30% en todo el mundo en cuanto a población general desde que empezó la pandemia. Pero dentro de esa población, el segmento de menores de edad, fundamentalmente adolescentes y adultos jóvenes —entre los 12 y los 29 años—, ha tenido un incremento todavía mayor de este tipo de dolencias. Para el doctor Celso Arango, director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, el confinamiento constituyó un claro factor de riesgo. “Y de hecho”, añade, “el tiempo de confinamiento se correlaciona de forma directa con el incremento de patologías psiquiátricas y trastornos mentales en niños y adolescentes”.
“Si nos referimos a España, uno de los grandes retos es tener una ratio de profesionales —psiquiatras y psicólogos clínicos infantiles, enfermeras de salud mental dedicadas a infancia y adolescencia…— mucho más acorde con los países de nuestro entorno. También tenemos que proveer unos servicios de atención en salud mental más cerca de donde suceden las complicaciones, por ejemplo intervenciones que se puedan hacer en centros educativos y sociales fuera de los hospitales”, explica Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría.
Un informe reciente de Unicef sostiene que cada año se suicidan 46.000 adolescentes en el mundo. Celso Arango lo tiene claro: no se puede perder tiempo. “Hay que poner todas las medidas a nuestro alcance, incluido un plan nacional para la reducción del suicidio, y en concreto en los segmentos de población más jóvenes”. Y alberga pocas dudas respecto a cuál es la prioridad absoluta: la detección temprana de síntomas: “Trabajar en colaboración con colegas pediatras, padres y tutores legales, que nunca tienen que banalizar ningún síntoma de alarma. No es normal que un niño o un adolescente hable de la muerte o del suicidio y que busque información al respecto en las redes sociales”.
Lucha contra el cambio climático. Las energías limpias como urgencia
Los decepcionantes resultados de la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en Sharm el Sheij (Egipto) y el impacto que la guerra de Ucrania vaya a tener en la acción medioambiental frente al eventual “sálvese quien pueda” político-energético marcan el actual estado de cosas en la lucha contra el cambio climático. ¿Cuáles son los retos, las urgencias más urgentes de cara al nuevo año?
“Lo más urgente es trabajar para evitar los tremendos impactos que hemos sufrido este verano. La crisis climática ha intensificado las catástrofes naturales en el verano de 2022, causando una destrucción sin precedentes desde Pakistán hasta Mozambique, pasando por España, China y Sudáfrica. Ninguna región del mundo ha estado a salvo de inundaciones, olas de calor, sequías, incendios, tornados… Urge acelerar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y anticipar riesgos”, explica Valvanera Ulargui, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático. Ulargui apuesta por “una agenda positiva de la mano de todos, administraciones, empresas y ciudadanos”, para la cual el despliegue de energías renovables, la eficiencia energética, una movilidad limpia e industrias verdes deben tener como foco principal “mejorar la vida de las personas creando empleo de calidad, pagando menos por nuestras facturas de electricidad o una mejor calidad de vida en ciudades y entornos rurales”.
La responsable de la Oficina de Cambio Climático tiene claro que la guerra de Ucrania ha expuesto la gran vulnerabilidad de las economías de todo el mundo debido a su fuerte dependencia de los combustibles fósiles. “Se ha visto que la solución a estas crisis, la volatilidad de los mercados de combustibles fósiles, la fragilidad de las cadenas de suministro, además de a otras crisis incipientes que no están copando las portadas de los periódicos, pero que ponen en riesgo el modelo de desarrollo actual, como es la crisis de la biodiversidad, tiene un hilo conductor común y una respuesta clara: sustituir los combustibles fósiles por energías limpias”. La acción climática no debería ser objeto de debate político, pero arranca en España un año electoral donde todo será posible, incluido el auge de discursos negacionistas desde algunos bancos del Congreso. Aunque Valvanera Ulargui se muestra optimista: “A pesar del debate tan polarizado en España sobre las políticas energéticas y climáticas, hay una abrumadora mayoría de los españoles, el 83%, que cree que el cambio climático es una amenaza que hay que combatir urgentemente. El 70% apoya medidas como regular o limitar el consumo de energía, restringir el uso del coche en las ciudades o aumentar los impuestos a las actividades más contaminantes”.
Covid-19. Convivir con el virus y con los que vengan
A nivel de calle, la pregunta está en el aire: ¿hemos acabado con la covid? La sensación es que sí…, pero solo a nivel de calle. Desde un punto de vista científico, todo indica que el virus sigue ahí y que más nos vale aprender a convivir con él… y con los que vendrán. Es la opinión de Ana María García, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Valencia: “Claro que el virus sigue ahí. El SARS-CoV-2, el virus responsable de esta pandemia, no va a desaparecer ni va a dejar de infectar a las personas y de transmitirse entre la población, y posiblemente esto sea así durante mucho tiempo”.
La aparición y propagación de nuevas variantes del virus puede afectar a la efectividad vacunal. Y aunque las vacunas se muestran efectivas con las variantes que han ido surgiendo, la cobertura vacunal es muy desigual y especialmente baja en algunas partes del mundo como África, tal y como expone esta acreditada epidemióloga: “Esto pone de manifiesto la falta de voluntad para atender con equidad los problemas globales que afectan a nuestro mundo. Las desigualdades en la distribución de los problemas de salud y en la distribución de las intervenciones para prevenirlos o asistirlos son también comunes para la inmensa mayoría de las enfermedades, tanto a nivel global como local”.
Otro de los retos en relación con la pandemia es extraer ciertas lecciones en cuanto a la relación del ser humano con los animales y con el medio ambiente. “Sabemos perfectamente”, apunta, “que el maltrato del ser humano sobre otros seres vivos es una puerta abierta para que aparezcan nuevas infecciones y se generen nuevos problemas de salud en nuestra especie, a veces en forma de pandemias”. Ana María García se refiere, entre otros, al reciente informe de Naciones Unidas, en el que se afirmaba que plagas modernas como la ocasionada por la covid-19 son un resultado previsible de la forma en que el ser humano cultiva alimentos, comercia y consume animales y altera el medio ambiente. ¿Tendremos que acostumbrarnos a una gripalización de la covid? “Pues sí, el virus seguirá con nosotros y podrá llegar a parecerse a la gripe. Entonces necesitaremos sistemas de vigilancia como los que tenemos para la propia gripe, tendremos grupos más vulnerables que deberemos proteger como hacemos con la gripe, con revacunaciones periódicas y otras precauciones. Entre ellas, desde luego, debería incluirse la necesidad de replantear muy seriamente nuestra atención a las personas mayores según el actual modelo de residencias”.
Violencia en el discurso parlamentario. El Congreso, una película de dos rombos
Una diputada en el uso de la palabra alude a las relaciones íntimas de una ministra y su pareja. Días después, la misma ministra acusa al primer partido de la oposición de “fomentar la cultura de la violación”. Retumban en la tribuna delicadezas verbales como “fascistas”, “filoetarras”, “pederastas” y “golpistas”. El hemiciclo es un vergonzoso circo de cinco pistas, y aunque la situación no ha llegado aún a la de parlamentos como los de Senegal, Taiwán o Corea del Sur —donde es habitual dirimir las diferencias a tortazos—, todo se andará. Recientemente, el pensador, escritor y director de la Fundación Juan March, Javier Gomá, propuso, en su cuenta de Twitter, que se recuperasen para las retransmisiones parlamentarias los dos rombos con los que la televisión de los años setenta avisaba de contenidos peligrosos, con la advertencia: “Este programa contiene escenas de violencia y usa un lenguaje procaz que podría herir la sensibilidad del espectador”. Gomá, autor de la Tetralogía de la ejemplaridad y premio Nacional de Ensayo en 2004 por su libro Imitación y experiencia, reflexiona sobre la avalancha de exabruptos en sede parlamentaria: “El Parlamento es el sitio de eso que Habermas llamó ‘el ideal de una comunicación no distorsionada’, pero en lugar de eso nos encontramos un espectáculo nefasto no apto para menores y muy poco recomendable para adultos”.
Se da hoy, desde amplios sectores de la ciudadanía, una identificación entre este tono irrespirable y la creciente sensación de hastío para con la clase política. ¿Acabará incidiendo todo ello en un progresivo alejamiento ciudadano de las urnas, en un año electoral como 2023? No lo tiene claro Gomá. “Si algunos políticos se comportan como lo hacen, se debe a que piensan que su tosquedad contribuye a su éxito electoral. Ninguno de ellos ha tenido un ataque súbito de energumenismo, eso seguro. En esa barbarie parlamentaria hay un cálculo político muy preciso”, explica, convencido de que hoy por hoy el Parlamento es un rehén de los extremos políticos: “Frente al bipartidismo que busca con pragmatismo el centro y que apela al sentido común de la mayoría, los extremos suelen ser extraordinariamente moralizantes y binarios. El insulto, la consigna aprendida, la humillación pública, la demonización del otro están en el libro de estilo de los extremos y el consiguiente escándalo de la mayoría de centro es parte del juego”.
El problema del agua. Un derecho humano en jaque
En el mundo, una de cada tres personas no tiene acceso a agua potable salubre y seis de cada diez carecen de acceso a instalaciones de saneamiento seguras. Según datos del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), 400 millones de personas en África subsahariana carecen de acceso a agua potable básica, siendo Mozambique, Níger y Chad los casos más extremos de escasez. “El problema más grave y urgente es la materialización real del derecho humano al agua, un problema más relacionado con la pobreza y la contaminación del agua que con la escasez absoluta del recurso”, detalla Leandro del Moral, catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Sevilla y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
Del Moral advierte de que, aunque en el caso de España no se da esta situación, no pueden obviarse las inaceptables condiciones de vida, sin agua ni saneamiento, de algunos asentamientos de jornaleros inmigrantes en las zonas de agricultura intensiva o en algunas periferias urbanas, ni los cortes de agua a ciertas viviendas por impago de la tarifa debido a circunstancias socioeconómicas. ¿Urgencias de cara al nuevo año en el caso español? “Desde una perspectiva estratégica”, sostiene este experto, “es necesario redefinir el papel y la dimensión del regadío, este es uno de los más graves y difíciles retos políticos que tiene España en el marco de la Unión Europea. El agua para la agricultura debe redistribuirse con criterios sociales. Es esencial priorizar el recurso hacia modelos de producción social no especulativos”.
Polarización política. Los profesionales del tribalismo
La progresiva degradación del lenguaje en el Parlamento español no es sino consecuencia directa del progresivo proceso de polarización política. En diferentes libros y artículos, la escritora, pensadora y profesora Adela Cortina ha evocado dos rasgos que definen hoy en gran medida lo que es la clase política y su discurso: lo emotivo y lo disyuntivo. “Polarización siempre ha habido, pero su exacerbación tiene que ver con las redes y con los medios de comunicación”, sostiene la catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia. “Quienes hemos estudiado estos temas sabemos que existe una predisposición biológica al tribalismo, a la defensa de lo mío frente a lo de fuera”. A la autora de libros como Ética mínima, Aporofobia, el rechazo al pobre, Para qué sirve realmente la ética (premio Nacional de Ensayo 2014) o Ética cosmopolita le resultó muy sorprendente enterarse de que hay polarizadores profesionales que hacen carrera incitando a la gente a convertir esa predisposición tribal en actitud vital. “Son auténticos especialistas en reforzar el esquema amigo/enemigo que todos llevamos latente, y, por desgracia, estamos comprobando que les sale muy bien ese empeño de enemistar a las gentes y por eso se les contrata, para que polaricen. Algunos buscan votos, dinero o simplemente ganarse una reputación”.
Adela Cortina asegura que estamos en una época emotivista: “Es más fácil manejar la emoción que la razón”. De ahí al insulto como eficaz sustituto del argumento, pese a que se muestra convencida de que “en general, la sociedad no está polarizada, no lo está, y no puede ser que las redes y los medios se empeñen en polarizarnos”.
Democracias contra autocracias. Peligrosas (y seductoras) formas de autoridad
Preguntamos a Daniel Innerarity si teme el auge de autocracias como la china o la rusa; democracias iliberales como Hungría, Turquía, el reciente Brasil de Bolsonaro o los Estados Unidos de Trump, o, de forma genérica, lo que podría llamarse “no democracias” capaces de —cómo decirlo— “arreglar las cosas para la gente”. Su diagnóstico: “En este contexto puede resultar seductora la idea de prescindir de las ‘formalidades democráticas’ para recuperar una forma de autoridad que no pierda tanto tiempo en discusiones estériles ni esté tan atada a la lógica de los plazos electorales. A esta tentación se puede sucumbir por la izquierda o por la derecha, con un giro tecnocrático o autoritario”.
El catedrático de Filosofía Política y Social de la Universidad del País Vasco y autor de ensayos como La transformación de la política (premio Nacional de Ensayo 2003), Política para perplejos, Pandemocracia o La sociedad del desconocimiento advierte sobre el peligro de la banalización y los atajos verbales. “Quienes defienden la democracia liberal”, afirma Innerarity, “harían muy mal en pensar que nos enfrentamos a una mitad de la población que se hubiera vuelto de repente fascista. Se requieren análisis más sofisticados: examinar con atención los temores y frustraciones de la ciudadanía, entender hasta qué punto se sienten desprotegidos unos trabajadores que confían más en el autoritarismo que en la vieja acción sindical, preguntarse qué hemos hecho para promover tanta desafección hacia la política incluso en aquellos cuya única esperanza debería ser que la política funcionara bien”.
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