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Los humanos apuntillaron a la bestia de una tonelada

Un estudio genético sugiere que los ‘Homo sapiens’ barrieron a los osos cavernarios de Europa

Manuel Ansede
Un oso cavernario pintado hace más de 30.000 años en la cueva de Chauvet, en Francia.
Un oso cavernario pintado hace más de 30.000 años en la cueva de Chauvet, en Francia.

La cueva alemana de Hohle Fels pasó a la historia en septiembre de 2008, cuando el equipo del arqueólogo Nicholas J. Conrad desenterró una estatuilla de una mujer con los pechos más grandes que su cabeza y con una vulva del tamaño de sus piernas. Fue tallada en marfil de mamut hace unos 40.000 años, una época en la que nacía el arte humano tal y como lo conocemos. Pero Hohle Fels escondía mucho más. En su suelo aparecieron huesos de oso cavernario, uno de los animales carnívoros más grandes que han pisado la Tierra. Las marcas de cortes y golpes sugerían que los humanos compitieron con aquellas bestias de una tonelada. Y ganaron.

Hace unos 50.000 años, mamuts, rinocerontes lanudos y osos de las cavernas paseaban por las estepas europeas

Hace unos 50.000 años, gigantescos mamíferos —como mamuts, rinocerontes lanudos, osos de las cavernas y dientes de sable— paseaban por las estepas europeas. Hace 11.000 años, no quedaba nada. Las causas de la extinción siguen a debate y algunos científicos ponen el énfasis en los cambios climáticos. Un nuevo estudio, liderado por la genetista Verena Schünemann, arroja una nueva luz sobre este rápido proceso que acabó con los colosos de las estepas.

El equipo de Schünemann, de la Universidad de Zúrich (Suiza), ha leído los genomas de 59 osos cavernarios gracias a restos fósiles procedentes de 14 yacimientos europeos, incluidos Hohle Fels y la cueva de la Arbreda, una cavidad abierta en un acantilado en el municipio de Serinyà, en Girona. Los autores han estudiado el llamado ADN mitocondrial, una información genética que solo se hereda de las madres y permite reconstruir la historia de la especie. Sus resultados muestran que hace unos 450.000 años un ancestro común dio lugar a cinco linajes principales de osos cavernarios que se dispersaron por Europa. Sus poblaciones se mantuvieron estables durante decenas de milenios, hasta hace 40.000 años, cuando comenzó un drástico declive coincidiendo con la llegada a Europa de los humanos modernos, los Homo sapiens, y la desaparición de los neandertales.

Restos de un oso cavernario en el Museo de Historia Natural de Belgrado (Serbia).
Restos de un oso cavernario en el Museo de Historia Natural de Belgrado (Serbia).R. Kowalczyk

“Nuestro estudio respalda un potencial papel humano significativo en la extinción general del oso cavernario europeo e ilumina el destino de esta especie de megafauna”, explican los autores en su estudio, publicado este jueves en la revista Scientific Reports.

“La desaparición del oso de las cavernas no fue lenta”, recalcan los científicos, entre los que se encuentran los prehistoriadores Isaac Rufí y Joaquim Soler, de la Universidad de Girona. La mengua de las poblaciones comenzó hace más de 50.000 años, cuando los neandertales ocupaban Europa, pero “la caída más drástica del oso cavernario europeo tuvo lugar hace entre 40.000 y 35.000 años, al inicio del Auriñaciense y de la expansión de los humanos anatómicamente modernos”, añaden los autores. El enfriamiento de la última edad de hielo comenzó mucho más tarde, hace unos 30.000 años.

Los científicos recuerdan que los osos cavernarios solían mantener una gran vinculación con sus cuevas de nacimiento a la hora de hibernar, lo que “pudo crear una fuerte competencia con los neandertales, pero especialmente con los humanos modernos”. El equipo de Schünemann argumenta que la creciente densidad humana y la invención de nuevas herramientas “hicieron que los osos de las cavernas corrieran un mayor riesgo de ser cazados directamente” por aquellas personas que comenzaban a dominar Europa.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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