_
_
_
_
EL PULSO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Consejos que matan

Si nadar en un mar de dudas fuera deporte olímpico, todos los grandes escritores de este mundo habrían ganado una medalla

Si nadar en un mar de dudas fuera deporte olímpico, todos los grandes escritores de este mundo habrían ganado una medalla, porque el verdadero talento es perfeccionista y nunca las tiene todas consigo. Por eso cuando un autor deja leer su manuscrito a alguien, la opinión que le den puede ser muy beneficiosa o muy dañina. Hay consejos que matan y afortunadamente también hay quien no los sigue: por ejemplo, Gabriel García Márquez cuando Guillermo de Torre, director literario de la editorial Losada, le mandó, tras leer su primera novela, La hojarasca, una nota en la que le recomendaba “que se olvidase de las novelas y se dedicara a la poesía”. No es el único: el premio Nobel francés André Guide rechazó En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, por aburrida; a George Orwell le devolvieron Rebelión en la granja argumentando que “es imposible vender historias de animales en Estados Unidos”, y a Rudyard Kipling, su obra más célebre, El libro de la selva, con esta nota: “Lo lamentamos, señor, pero usted, sencillamente, no sabe inglés”.

El poeta W. H. Auden no fue tan lejos cuando su amigo J. R. Tolkien le entregó el original del último tomo de El señor de los anillos, pero sí que le envió una carta en la que le aconsejaba eliminar del final del relato la historia de amor entre el rey Aragorn y la elfa Arwen, por considerarla “absolutamente innecesaria y superficial”. Esa carta, hasta ahora inédita, se va a subastar el 19 de marzo en Londres y hará pensar a los seguidores de Tolkien: ¿qué habría ocurrido si hubiera hecho caso a su ilustre colega? No lo hizo, porque, según se puede leer en otra carta que el creador de El Hobbit le mandó a su editor, Rayner Unwin, él consideraba ese episodio “una conmovedora alegoría de la esperanza”.

Otra de sus editoras, Janet Johnson, nos dice desde Londres que en las oficinas de George Allen & Unwin estuvieron de acuerdo: “Rayner Unwin era mi jefe, lo conocí bien y estoy segura de que la reverencia que sentía por Auden no le habría llevado jamás a considerar que tenía razón al pedirle a Tolkien que quitase del libro justo el pasaje más humano que tiene esa epopeya tan intensamente masculina y marcial. Por mi parte, creo que suprimirlo le habría restado a la obra profundidad y emoción”.

Janet Johnson está convencida de que “a pesar de lo mucho que quería y admiraba a Auden”, Tolkien tampoco aceptó su propuesta porque sospechaba que “las propias inclinaciones del poeta”, que era homosexual, no le hacían ver con agrado que toda la camaradería que expresa la obra “se resolviera con un romance entre Aragorn y Arwen, un hombre y una mujer”; y en segundo lugar, “no hubiera renunciado a esa historia que, en realidad, es un eco de la que protagonizan Beren y Luthien en otro de sus libros, El Silmarillion”.

En cualquier caso, la aparición de esa carta de Auden vuelve a poner sobre la mesa una pregunta sobre lo que pudo ser y no fue que vale para Tolkien y para otros, desde Virgilio, Kafka o Emily Dickinson, que les exigieron a sus allegados que destruyeran todas sus obras, hasta Vladímir Nabokov, que solo publicó Lolita por la insistencia de su esposa, tras quemar dos veces aquel manuscrito que habían desechado muchas editoriales por inmoral. Rafael Alberti desobedeció a Federico García Lorca cuando, tras leer este sus primeros poemas, le dijo: “Primo, no están mal, pero mejor sigue pintando”. James Joyce, sin embargo, destruyó su obra de teatro Una brillante carrera porque el dramaturgo William Archer le dijo que era incomprensible. A veces, el mejor amigo es el peor apostador. Otras veces es mejor no preguntar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_