"Yo no he comido pepino en Alemania"
Elena Espeso (Valladolid, 1972) fue a Hamburgo a correr el maratón y acabó en el hospital. La atleta española lleva nueve días ingresada por la bacteria E. coli, que ha causado una decena de muertos en Alemania, y aún no sabe cuándo le darán el alta. "Me encuentro bien, estoy recuperando las fuerzas. Solo noto el abdomen muy hinchado", explicaba ayer por teléfono, tranquila, desde la habitación que comparte con otra enferma. Su testimonio añade más incertidumbre al confuso origen del brote epidémico: "Yo aquí no he comido pepino", asegura rotunda.
El de Hamburgo era el quinto maratón de la corredora, el primero fuera de España y para el que más se había entrenado. "Iba con la idea de hacer una buena marca, lo llevaba muy bien preparado", asegura la atleta vallisoletana, de 38 años, madre de dos hijos pequeños. Y empezó bien. Con el aliento de su marido, que también corre y que no se separa de ella estos días, de su hermano y otros miembros de su familia, que viajaron a la ciudad alemana para jalearla, Espeso tomó la salida el día 22. "Ya corriendo me empecé a sentir mal", recuerda ahora. "Y a partir del kilómetro 32 empezó la diarrea. Nunca me había pasado".
"El año que viene corro otro maratón seguro. Esto ha sido solo mala suerte"
A pesar del sufrimiento, la maratoniana logró cruzar la meta en cuarta posición y con el mejor tiempo de su vida: 2h 36m 46s. "Ahí sí me asusté de verdad, por la sangre", dice de su diarrea hemorrágica. "El kilómetro 43 lo hice hacia el hospital".
Espeso asegura que hay "unos 50 casos" de personas ingresadas en el centro médico afectadas por la famosa bacteria. Con su compañera de habitación ha repasado, una y otra vez, lo que comieron antes de la carrera para ver si coinciden en algo. Pero nada.
El tratamiento es simple. Como la bacteria es resistente a los antibióticos, "se tiene que pasar solo, sin medicación", según le han explicado. Al principio le pusieron una dieta blanda, pero desde el miércoles empezó a comer sólido, aunque en pequeñas cantidades. Todos los días tiene que apuntar hasta la última gota de lo que bebe. Además, le suministran suero "para drenar los riñones, porque podrían verse afectados". Cada día le hacen análisis para ver si sus valores hematológicos han vuelto a la normalidad. Por ahora sin éxito. "No sé cuándo me darán el alta, pero hoy [por ayer] seguro que no, porque nunca te sueltan si te han hecho una analítica", dice. Espeso suena tranquila. Sus hijos, de tres y cinco años, están con unos familiares; su marido, a su lado.
Su trabajo de profesora en un instituto de Móstoles tendrá que esperar. Su próximo maratón, también. "El año que viene corro otro, seguro. Esto ha sido solo mala suerte".
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