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El cava confía en las exportaciones para salvar la campaña

El mercado exterior ya neutralizó en 2008 la caída de las ventas interiores

Amanda Mars

Hace un par de semanas, al presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, le hicieron unas fotografías mientras celebraba la última victoria de los culés sobre el Real Madrid brindando con una botella de champaña (francés), no cava (catalán). Quienes vieron en ello un acto simbólico o aprovecharon para meter cizaña sobre la virtudes de un espumoso sobre el otro, como si de un test de mercado se tratara, andan bien desencaminados: tanto las ventas de champaña como las de cava en España están cayendo, y los productores de ambos se encomiendan a las ventas en los mercados europeos para salvar los muebles.

"Fuera de España, las cosas se han empezado a animar un poco y al que tenga muchas ventas enfocadas a las exportaciones las cosas le irán bien", explica una fuente cercana a la industria del cava. Este sector ya lleva años aguantando el tipo gracias a los clientes extranjeros. El año pasado, las ventas bajaron un 9%, hasta 89 millones de botellas, pero el récord de las exportaciones (138,9 millones de botellas, el 9% más) permitió cerrar el año, en global, con un mínimo avance.

El eterno rival del cava, el champaña, hace un balance similar: "Hasta agosto, las ventas han caído entre un 35% y un 40% respecto a 2008. El consumo va mejor fuera, pero Francia es el único país en el que no están bajando las ventas", resume Núria Gené, directora de la Oficina de Información del Champagne. La caída del caldo francés, en porcentaje, es superior porque el número de unidades vendidas en el mercado español es muy inferior: el año pasado cuatro millones de botellas, un 10% menos que en 2007, tras varios ejercicios en que la bonanza económica había disparado las ventas.

Mientras que el champaña está funcionando mejor en la restauración que en las tiendas y en las cestas de Navidad, el cava mejora en el comercio, pero también va de cabeza en los lotes. "Hay brotes verdes en las tiendas", sentenció hace unas semanas el presidente de Freixenet, Josep Lluís Bonet. A su juicio, en la caída de las ventas como obsequio navideño no sólo pesa la decisión de gastar menos dinero, también queda cierta "demonización" contra este espumoso catalán tras las batallas políticas y el boicoteo de 2005.

La economía de guerra autoimpuesta en las familias tras la crisis también invita al optimismo de los cavistas, ya que los espumosos más económicos -o con mejor relación calidad-precio, como prefiere decir la gente de esta industria- son vistos con mejores ojos que nunca.

Algunos expertos internacionales lo corroboran. "Hemos detectado una fuga de ventas del champaña a otros vinos espumosos", explica a Reuters Chris Adams, de la firma de vinos y licores Sherry-Lehman, de Nueva York. Para clientes que buscan algo de la misma calidad, pero con mejor precio, la respuesta puede ser el vino de otras regiones, corrobora la plataforma winetravelgides.com.

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La batalla del precio, para el cava, está ganada: el coste medio es muy inferior. De hecho, a veces se ha considerado excesivamente barato y el Consejo Regulador del Cava ha advertido alguna vez del daño que hacen al prestigio del producto los caldos de baja calidad. Por ello, también mira con preocupación que casi tres de cada 10 botellas de cava que se venden en el mercado sean de marca blanca.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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