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Columna
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Bruselas

Se ha puesto la primera piedra de lo que será la fundación para relanzar la representación de la Comunidad Valenciana ante la Comisión Europea. Es una buena idea si funciona pero, como todas las buenas ideas que dependen de la voluntad y la decisión de muchos, tiene la dificultad de su complejidad. Debería ser el resultado plural de los intereses de una comunidad autónoma cuyo proyecto está por definir.

En 1990 asistí a la inauguración de la primera oficina de la Generalitat Valenciana en Bruselas, impulsada desde el convencimiento por las cámaras de comercio, y muy especialmente la de Valencia. La fórmula base fue la delegación del Comité de Gestión de Cítricos, que ya llevaba desde 1972, labrando por los intereses valencianos y españoles en el centro neurálgico de las decisiones comunitarias.

Tres directores del Comité, Rafael García Payá, Leopoldo Ortiz y José Martínez Serrano, dejaron muy alto el pabellón de la naranja española. Acompañé al primer conseller de Industria y Comercio (UCD), Leonardo Ramón, a la incursión inicial en la Comisión Europea, cuando los miembros de la misión diplomática española en la CEE no lograban acercarse a él. Y en el mismo viaje almorzamos con el director general de Agricultura, Diesprong, acompañados por el delegado del Comité de Gestión, el alcoyano García Payá.

Después he tenido ocasión de hacer otras aproximaciones en el meollo europeo de Bruselas. Unos los recuerdo y otros menos, porque me hacen ver el tiempo perdido, las ocasiones desperdiciadas y las experiencias malgastadas. Por varias razones Bruselas debería haber sido en el contexto español una plaza valenciana donde ha faltado convicción y coraje político para aprovechar las oportunidades y el savoir-faire que en tiempos sobraba.

Pedro Solbes Mira, actual comisario europeo para asuntos económicos de Pinoso (Alicante), comenzó sus andaduras en los entresijos europeos "becado" por los naranjeros valencianos y al socaire de las cámaras de comercio valencianas, para después participar en 1972 en la fundación del Comité de Gestión de la Exportación de Cítricos, desde la delegación regional del Ministerio de Comercio de Valencia.

No se ha acertado en dotar a la representación valenciana de Bruselas del contenido y el significado que requería una oficina que contaba con la dilatada experiencia de una estirpe de europeístas convencidos entre los que se puede reseñar a Vicent Ventura, Joaquín Maldonado, Romá Perpinyá, Federico Lis, Leonardo Ramón, José María Simó Nogués, Pedro Monsonis o Juan Antonio Mompó, entre otros.

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La realidad que primero se atisbaba y más tarde se constató, con toda su trascendencia, es que en Bruselas es donde se cuecen la mayor parte de nuestras habas y allí se dirimen los asuntos que nos interesan, aunque más de uno se empeñe en ignorarlo. Por tanto es fundamental tener defendido aquel flanco. Esta labor no se improvisa y es importante formar personas con base y criterio para conocer, defender y negociar lo que nos interesa a los valencianos y todo aquello de lo que depende nuestra subsistencia como región europea. Esto es con capacidad de hacer valer sus derechos y con responsabilidad propia. Me consta que hay manos preparadas y sólo necesitan que les permitan ponerlo en práctica.

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