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La Feria del Libro de Buenos Aires se convierte en el foro de debate sobre la crisis

El público del encuentro compra sobre todo ediciones de bolsillo y libros de oferta

Los libros no se venden, pero se habla de ellos, de sus autores, de la dramática realidad, y resulta al fin que toda la historia argentina está sometida a debate. En la Feria del Libro de Buenos Aires se escribe cada día, con los comentarios de los visitantes y las quejas de los expositores, el subtexto de la devastadora crisis económica. Sólo los funcionarios públicos y los dirigentes políticos están excluidos. Allí donde se asoman reciben insultos, abucheos y reprobaciones. En la noche de la apertura formal, el pasado viernes, el cantautor Joan Manuel Serrat fue ovacionado por miles de personas que le consideran entre los españoles que se comportan como 'verdaderos amigos'.

En esta edición de la feria, el libro es más una excusa para hablar de la situación del país que un objeto de deseo. Las impresiones de lujo o las importadas se cotizan por encima de los 50 pesos (unos 14 dólares). Las argentinas apenas han subido los precios, pero entre ellas casi no hay novedades y sólo se ofrecen reediciones o títulos ya presentados en la temporada anterior. El público elige entre las colecciones de bolsillo y revisa los títulos de oferta que todas las editoriales ofrecen entre uno y cinco pesos (entre 35 centavos de dólar y 1,5 dólares). 'Se fijan en el precio como si estuvieran eligiendo productos en la góndola del supermercado', decía ayer uno de los vendedores de la Editorial Sudamericana. 'Esta feria es una metáfora del país', añadía otro.

Todavía no hay destacados en la lista de los más vendidos, pero la novela ganadora del Premio Alfaguara, El vuelo de la reina, del argentino Tomás Eloy Martínez, se insinúa ya como la que marcará una diferencia notable con las demás obras de narrativa. Entre los libros de poesía, el más consultado y vendido es Valer la pena, de Juan Gelman. Ente los infantiles, el acontecimiento fue la presentación de Hotel Pioho's Palace, editado por Alfaguara, un nuevo relato de María Elena Walsh.

Interesan más las conversaciones que estimulan los debates, como La Argentina: anatomía de un dilema, de la que participaban anoche el filósofo Santiago Kovadlof y el decano de la Universidad de Buenos Aires, Guillermo Jaim Etcheverry, que la lectura de textos. En la feria se revisan todos los 'proyectos nacionales' de la historia argentina y los escritos y pensamientos de San Martín, Belgrano, Alberdi, Sarmiento y todos los llamados padres de la patria están tan vigentes como los de autores de la actualidad. La feria recoge al fin todas las preguntas de un país que tiene en revisión todo su pasado y se pregunta cuál será su destino.

Hugo Levín, presidente de la Fundación El Libro, que organiza la muestra, destacaba el gesto de Joan Manuel Serrat cuando fue contactado por primera vez en Barcelona: 'El año pasado, cuando despedíamos a una empleada que se iba a vivir a España le dijimos en tono de broma que si podía invitara a Serrat. La chica se comprometió y cuando llegó a Barcelona le llamó por teléfono para retransmitirle la invitación. Dijo que sí de inmediato y aquí está, a disposición para todo. Así responden los incondicionales, los verdaderos amigos'.

Antes de que Serrat se presentara por primera vez ante 2.000 invitados especiales que colmaban la sala y casi 5.000 que le seguían desde las pantallas exteriores, acompañado de su amigo el popular negro Fontanarrosa, humorista y escritor de cuentos memorables particularmente sobre el fútbol, era el turno de los discursos oficiales. Levín fue duro y crítico en el reclamo para que se apruebe definitivamente la prometida y demorada Ley del Libro, que concede beneficios impositivos a la industria editorial. Cuando le tocaba el turno al jefe de Gobierno de Buenos Aires, Aníbal Ibarra, y al secretario de Cultura de la Nación, el actor Rubén Stella, los pitidos y los gritos del público les obligaron a callar, a quedarse en su sitio y a marcharse en cuanto Serrat concentró la atención.

La conversación entre Serrat y Fontanarrosa evocó 'el placer de la lectura', particularmente de tebeos y revistas deportivas.

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