Fallece Manuel Alvar, el filólogo apasionado por todas las variantes del español
El académico, que cumplió 78 años en julio, fue enterrado ayer en Chinchón en la intimidad
La muerte de Alvar sorprendió a muchos académicos de vacaciones. Hace poco más de un año se le detectó una grave enfermedad, pero Alvar trabajó casi hasta el último momento. Preparaba un ambicioso proyecto sobre el atlas lingüístico de América y hace aproximadamente un mes asistió a unas conferencias en Tenerife y Las Palmas. El agravamiento de su enfermedad aconsejó su ingreso en la clínica La Moncloa, donde el pasado sábado entró en un coma irreversible. La familia -tiene siete hijos varones- pidió a los amigos más cercanos que respetaran su intimidad. Ni se instaló capilla ardiente ni hubo representación de la Academia.
Gregorio Salvador, su discípulo y amigo, apenas podía contener la emoción. 'Su muerte es una de esas noticias que te llegan directamente a los sentimientos. Hemos tenido unas vidas tan paralelas que no puedo encajarlo como si fuera un compañero el que ha fallecido. Todo lo que soy se lo debo a él. Era una persona de una fuerza y una capacidad de trabajo impresionantes', explicó el vicedirector de la Academia, en el curso de una conversación telefónica desde Murcia. 'A lo largo de su vida escribió más de cien libros, era doctor honoris causa por casi 30 universidades, dirigió más de 200 tesis doctorales y fue el gran introductor de la geografía lingüística del español en España y América'.
Miembro de la Real Academia desde 1974, institución que dirigió entre 1988 y 1991, donde ocupaba el sillón T, y de la Real de la Historia, desde 1999, se dedicó a la docencia -fue catedrático de Gramática Histórica y de Lengua Española- durante cincuenta años.
Sus colegas de la Academia lo consideraban una institución en el campo de la filología y fue también un gran conocedor de la literatura clásica y moderna. Con más de 170 libros publicados y cerca de 600 artículos científicos, su enorme interés por el idioma lo llevó también a investigar la historia del español, la toponimia y la crítica literaria, que publicaba en revistas especializadas. Pero dedicó su mayor esfuerzo a la dialectología. Además de sus monumentales atlas lexicográficos, publicó estudios como Léxico de los marineros peninsulares. Era optimista respecto al futuro de la lengua.
El académico y reciente premio Nacional de las Letras Martí de Riquer recibió la noticia de su muerte con gran pesar: 'Fue un gran filólogo, sobre todo en la especialidad de la geografía lingüística y, a la vez, un gran crítico literario, tanto de autores antiguos como modernos. Cada seis meses iba a dar clases a Estados Unidos, su aportación es muy considerable. Trazó los mapas linguïsticos de Andalucía, las islas Canarias, Navarra y Aragón, realizando unos trabajos de campo extraordinarios, que no se limitaban sólo a las palabas, sino a las costumbres y a las actividades de los hombres. Recuerdo que me comentaba que en Aragón, por ejemplo, no encontró a ningún joven que supiera montar un arado, por lo que los términos relacionados con esa actividad se iban perdiendo definitivamente. Pero él aún supo encontrar a personas mayores que le permitieron documentar esa expresión. Hoy posiblemente ya no podría. Realizó también ediciones críticas importantes como El libro de Apolonio'.
Francisco Rico definió a Alvar como 'un hombre de una inmensa curiosidad, con importantes aportaciones tanto a la poesía medieval como a la novela contemporánea. Ha sido uno de los grandes lingüistas y el mejor dialectólogo. Y, sobre todo, ha sido el gran impulsor de la lingüística hispanoamericana'.
El también académico Manuel Seco, que explicó que la enfermedad no impidió a Alvar asistir a las sesiones de la Academia, afirmó que admira mucho sus 'primeros trabajos sobre dialectología y sus atlas lingüísticos'. 'Desde hace dos meses sabía que Alvar estaba aquejado de un cáncer y, por ello, la última vez que le vi noté que estaba más callado y taciturno'.
Babelia
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