Lingüista de a pie

Recuerdo muy bien la cara de satisfacción con la que hace poco más de un mes me mostró Alvar el primoroso volumen de su estudio sobre El español de Venezuela, tercero de una serie de 13 sobre El español de América. Era su expresión, como la del joven doctorando, que acaricia, orgulloso, su primer libro. Es verdad que Alvar no perdió nunca el entusiasmo de 'padre primerizo'. Pero en esta ocasión no le faltaban motivos añadidos para el gozo. Siendo aún estudiante universitario salmantino, había comenzado en Jaca sus estudios de campo dialectológicos, y desde allí recorrió -dicho más exactamente, pateó- toda España, empeñado -y lo logró- en trazar la cartografía del español peninsular. Saltó después a América y recorrió, de Nuevo México a la tierra del fuego, todos los caminos, practicables e impracticables, registrando las variantes de una misma lengua, los latidos del español, en las más diversas expresiones. Herido ya de muerte, luchaba ahora con ella para ganar la partida y ver culminada su obra. De ahí su satisfacción.

Lingüista de a pie, nos lega una ingente documentación sobre las variedades del español en sus realizaciones dialectales. Pero al paso de esa larga andadura, ha ido recogiendo testimonios de la literatura sefardí, de la tradición romancística y de otras joyas de la creación popular. En tal sentido debe reconocérsele como pionero de la conciencia panhispánica que ahora se abre, afortunadamente, paso en la tradicional cerrazón patrimonialista peninsular.