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ELECCIONES EN EL REINO UNIDO

La segunda victoria de Blair abre la puerta al ingreso del Reino Unido en el euro

Las elecciones entierran los últimos vestigios del thatcherismo, incluido su heredero, Hague

El líder conservador, William Hague, cometió el error de plantear las elecciones del jueves como un referéndum sobre el euro y la Unión Europea. Y lo ha perdido por goleada. Hague dimitió ayer mismo. Y la libra esterlina acentuó una caída que empezó hace una semana, cuando caló la sensación de que Tony Blair y los partidarios del euro se dirigían hacia un gran triunfo frente a los guardianes de la libra.

La caída de la libra, que ha pasado en una semana de 1,681 euros (casi 280 pesetas) a 1,6277 euros (menos de 271), no es una señal de pánico por el triunfo laborista, sino de confianza en su futura incorporación a la moneda europea. Un síntoma: el principal lobby antieuro, Business for Sterling, empezó ayer una agresiva campaña de publicidad para defender el no al euro.

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Tony Blair compareció ante el 10 de Downing Street a media mañana, tras presentar sus respetos a la Reina como reelecto primer ministro. Hubo menos emoción y menos sonrisas que hace cuatro años, y más interés por demostrar que el nuevo Gobierno se va a poner a trabajar de inmediato para cumplir su compromiso de mejorar en esta legislatura la gran asignatura pendiente de la anterior: la mejora de los servicios públicos. A media tarde, Blair ultimaba ya la composición del Gabinete.

'Hemos recibido un mandato para las reformas y para invertir en el futuro', dijo. Blair reconoció las dificultades a que se enfrenta el país en los próximos años y su compromiso con Europa. 'Estamos comprometidos a no dar la espalda al mundo y a no caer en el aislacionismo. Gran Bretaña es un país muy especial, con gente muy especial. Nuestra principal cualidad es la capacidad para afrontar el reto de los cambios', dijo, en lo que se interpretó como una alusión al ingreso en el euro.

La aplastante victoria del jueves deja las manos libres a los laboristas para impulsar las reformas que han quedado pendientes de la legislatura anterior. Los electores han escuchado la petición de Tony Blair de obtener un amplio mandato que le permita enterrar los últimos vestigios del thatcherismo.

Pero lo hará en un entorno mucho más difícil que hasta ahora. Primero, porque hay nubarrones en el horizonte de la coyuntura económica. Segundo, porque, pese a la amplitud del triunfo, la distancia se debe no sólo a los aciertos propios; también los garrafales errores de los tories en los últimos cuatro años y en esta campaña han facilitado el triunfo de Blair.

Tercero, porque la sensación de que el país no puede seguir viviendo con unos servicios públicos indignos de su potencial económico ha calado en la opinión pública y la legislatura de gracia ya se ha acabado. El nuevo laborismo debe ahora demostrar tanta eficacia sirviendo al público en sus necesidades diarias, en los hospitales, en las escuelas, en los transportes, como la ha tenido hasta ahora para gestionar las finanzas y las cuentas públicas.

Y en cuarto lugar, porque el Gobierno debe sacar conclusiones de algunas señales dispersas, quizás aún demasiado recientes. El alto grado de abstención, sobre todo entre los jóvenes, es una de ellas. Pero también los disturbios raciales de Oldham (Manchester) hace menos de dos semanas, o los de Leeds apenas unas horas antes de empezar los comicios. Son mensajes de que no todo va bien en el país de la City, del crecimiento económico, de la burbuja inmobiliaria. Frente al sur londinense rico y caro, contrastan las deprimidas aglomeraciones urbanas del centro y el norte y un campo empobrecido y desmoralizado por las crisis alimentarias, que no parecen tener fin.

Blair deberá también tener en cuenta la subida de los liberales demócratas de Charles Kennedy, al amparo de su imagen de ser el partido menos tendente a la demagogia. Con su cincuentena larga de diputados, Kennedy ha consolidado el crecimiento constante del partido. Pero el crecimiento liberal sigue limitado por un sistema electoral que premia su casi 19% de votos con menos del 8% de los escaños.

Tony Blair besa a su hijo Leo al regresar a Downing Street, ya como primer ministro reelegido en las urnas.
Tony Blair besa a su hijo Leo al regresar a Downing Street, ya como primer ministro reelegido en las urnas.AP

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