_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El príncipe de Marruecos

Vicente Molina Foix

En una de las escenas más percutientes de El mercader de Venecia aparece, y enseguida rompe a hablar, "un moro atezado vestido de blanco, con tres o cuatro secuaces de la misma guisa", según reza la acotación. Es el Príncipe de Marruecos, uno de los muchos nobles aspirantes a la mano de la hermosa y rica huérfana Porcia, que a esas alturas de la obra (el comienzo del acto segundo) aún no se ha encontrado con el problema judío. El príncipe se revela en sus palabras de cortejo altivo y melancólico a la vez, como tantos poderosos taciturnos del gran censo humano de Shakespeare. "No mostréis menosprecio por mi color, / sombreada divisa de un bruñido sol / próximo al cual habito y he crecido", son sus versos de presentación ante la bella, en los que late el presentimiento del fracaso que, seis escenas después, sufre intentando adivinar en qué cofre está la clave del matrimonio con Porcia.Mohamed VI, hasta hace un año vistoso príncipe heredero de Marruecos, no viene estos días a España de implorante, ni tampoco como uno de los augustos perdedores de Shakespeare. En los pocos meses que lleva en el trono, el rey ha tomado medidas políticas de apertura y reparación de males heredados, que la mayoría de sus ciudadanos ve con esperanza, aunque a algunos les parezcan insuficientes o lentas. Pero también destaca, porque parece el gesto resultante de unos principios, su estilo personal desenfadado. Mohamed VI prefiere pasar más tiempo en la residencia real de Agadir (una ciudad nueva y neutra, tras el terremoto de 1960) que en los palacios de Marraquech o Rabat donde Hassan II establecía su alquitarada corte. Hace diez días me crucé con el nuevo rey al salir de un mercado: él al volante de su coche, y sin secuaces visibles. Al día siguiente pasó entre los bañistas de la playa de Taghazout, pocos kilómetros al norte de Agadir, llevando deportivamente una moto de agua. A mis amigos jóvenes les agrada saber que, cuando estuvo hace unos meses en París, su rey no sólo visitó el Elíseo, sino las discotecas más movidas del Marais.

En la visita oficial se hablará duramente de la pesca y de las pateras. Como ustedes bien saben, no hay reuniones más acaloradas que las de las comunidades de vecinos. Al monarca se le tratará de escamotear el fantasma del Sáhara, que sigue dolorosamente insepulto, y él a cambio omitirá decir que Ceuta y Melilla son dos ciudades coloniales. La prensa y los ciudadanos marroquíes seguirán el viaje real con la mezclada pasión que todas las cosas de España despiertan en el país magrebí, y a la que se refería muy oportunamente Gema Martín Muñoz en su artículo Marruecos y España, aparecido en este periódico el pasado sábado; en Marruecos existe, en efecto, un recelo español, que a mí no me hace difícil la vida cuando estoy allí pero lo noto. Está justificado.

Estaba justificada la amargura de la periodista de un diario de Casablanca al contar a sus lectores la poca relevancia que en nuestro país se le había dado a una de las poquísimas manifestaciones artísticas de acercamiento y conocimiento entre los dos países, Las barcas de la vida, que en su fase marroquí, desarrollada en el puerto norteño de M'diq, fue un éxito, mientras que en Málaga las autoridades andaluzas la oscurecieron con su desinterés. Así como no tiene justificación que la imagen predominante en España de la población vecina sea la del desdichado y analfabeto inmigrante ilegal. Aunque los arabistas españoles son relevantes,me parece que su influjo no sale de los campos académicos. De vez en cuando, sí, aparece una novela egipcia o tunecina, y Ediciones Libertarias tiene su interesante colección Orientalismo, pero me muero de envidia viendo que en Londres, una ciudad más remota de Arabia que cualquiera de las nuestras, se publican cuatro periódicos en árabe, hay dos importantes editoriales, Quartet y Saqi Press, con propietarios árabes, y la estupenda revista literaria Banipal da a conocer asiduamente poetas y novelistas del Cercano Oriente en traducción. ¿No necesitaríamos aquí, y ahora, una nueva y ecuménica Escuela de Traductores de Toledo?

De momento creo que somos como la Porcia de El mercader de Venecia, que recibe muy educada al pretendiente marroquí pero le ve marchar, derrotado, con alivio. Ocho años después de haber traducido esta maravillosa obra de Shakespeare aún no sé si la frase final de Porcia tras la salida del príncipe, "Que me elijan así todos los de su tez", es racista,sexista o sólo paternalista.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_