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La sierra de nuestros mayores

En un lugar que se recuerda como el Valle de la Matanza se produjo un día del año 1054 un drama de Shakespeare. Dos hermanos que eran reyes se dieron cita para combatirse, tal y como dicen las brujas del primer acto de Macbeth "hasta que la batalla esté ganada y perdida". La contienda terminó con la muerte de uno de ellos, y sus caballeros velaron el cadáver en la iglesia de un pueblo cercano. Sangre y Honor. En el lugar en el que el desgraciado rey cayó muerto y sobre un menhir prehistórico, siglos más tarde se grabó esta inscripción: Fin de Rey.No lejos de allí, y en la misma vallonada, se encuentran tres dólmenes. El menhir y los dólmenes duermen en silencio entre dorados campos de trigo y rubios mares de cebada, en la falda de una pequeña montaña plana de piedra caliza, ella misma un dolmen natural.

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España pide a la Unesco que Atapuerca sea Patrimonio de la Humanidad

La montaña tiene una gran cueva y en el portal de entrada vivieron los hombres de la Edad del Bronce y antes que ellos los del Neolítico. Cuando alguno moría, su cuerpo era transportado hasta una galería próxima, una catedral de piedra de elevadas bóvedas. Hay en ella un panel de pinturas ante el que se realizaban ceremonias. Como el acceso a la galería se cegó al poco, nada ha cambiado en ese lugar. En la montaña vivieron los hombres del Paleolítico y vio llegar a los primeros seres humanos que poblaron Europa. Algunos de ellos se quedaron para siempre en una de sus cuevas. En el corazón de la montaña hay también una pequeña cámara con treinta esqueletos, depositados allí por sus familiares y amigos. Como ya eran humanos, lloraron.

Desde las entradas de las cuevas que tiene esa montaña no se ven los dólmenes, ni el menhir, ni el campo de la batalla, porque miran a otro río y a otro valle. La montaña está cubierta de encinas y de quejigos, y sus laderas de cereales; quedan algunos bosquetes de robles y el soto del río. Los descendientes y sucesores de los antiguos pobladores prehistóricos de la montaña la aman como a una madre y desean conservarla intacta para ellos, para sus hijos y para el resto de los seres humanos, por lo que han solicitado a la Unesco que la declare Patrimonio Mundial. El nombre de esa montaña es el de Sierra de Atapuerca.

Juan Luis Arsuaga es codirector del Proyecto de Investigación de Atapuerca y profesor de la Universidad Complutense (Madrid).

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