La voz ronca del cine español
El actor Fernando Fernán-Gómez recibe el Premio Donostia de la mano del director del festival, Diego Galán
Rodeado por más de media docena de agentes de seguridad, calzado con zapatillas de deporte y apoyado en un bastón con un pájaro en la empuñadura, Fernando Fernán-Gómez (Lima, 1921) fue ayer el nombre del Festival de Cine de San Sebastián. La entrega del Premio Donostia a toda su carrera y la presentación en la sección oficial (aunque fuera de concurso) de La lengua de las mariposas, la película de José Luis Cuerda en la que interpreta a un maestro de la Institución Libre de Enseñanza, situaban al actor en el lugar que más odia: en el centro de atención. "Tengo recuerdos encontrados sobre este festival", dijo ante los periodistas. "El más inolvidable se remonta a una vez que me robaron la cartera. Fue durante la proyección de una película que para muchos es inolvidable, pero por otros motivos. Yo nunca olvidaré La guerra de las galaxias porque mientras la veía mi cartera desapareció. También tengo el recuerdo de cuando aquí se presentó El viaje a ninguna parte. Recuerdo la unanimidad y el entusiasmo de la crítica y recuerdo que aquel año se entregaron nada menos que 17 premios, y ninguno fue para ella. Fue un shock para mí. Quizá el mejor recuerdo es del año de mi película El mar y el tiempo, que obtuvo el premio del jurado. Bueno, mis recuerdos, como los de todos en esta vida, son buenos y también malos".Anoche, al recoger el Premio Donostia ante un auditorio en pie, el actor señaló: "Sé que me lo dan, más que por haber trabajado bien, por haber trabajado mucho. Este premio es un estímulo y una alegría para mis amigos". Horas antes, y al hacer un balance de su carrera, había explicado: "He hecho unas 130 películas y creo que el promedio de mis interpretaciones es correcto. No recuerdo ningún personaje en el cine que lamente no haber interpretado. Sólo en el teatro dejé de hacer algunos personajes que me hubiera gustado ser, como el Enrique IV de Pirandello o el Macbeth de Shakespeare".
Fernando Fernán-Gómez nació durante una gira de su madre, Carola Fernández Gómez, por Latinoamérica. Se considera, sobre todo, un actor de teatro, pero nadie le verá nunca como Macbeth o Enrique IV porque "jamás" volverá a pisar un escenario. El esfuerzo de memorizar los papeles le resulta insufrible, y el cine y la escritura se han convertido en un medio "más adecuado" para sus años.
En su libro de memorias El tiempo amarillo, después de rememorar unos versos de juventud ("Sabemos que es mentira/ la juventud de los viejos./ Los viejos nacen viejos de repente"), escribe: "¿Qué pensaría hoy de mí el joven que escribió aquello, el joven que está dentro de mí, que no me abandona, pero que quizá no me reconoce? ¿Qué pensaría? Cualquiera sabe. Mejor pensar en otra cosa".
Cura y maestro
Cuando ayer le preguntaron si el viejo maestro republicano que interpreta en La lengua de las mariposas tiene algo suyo, el actor respondió tajante: "Absolutamente nada". Y añadió: "Mi personaje es un maestro de escuela con cierta amargura porque su mujer ha muerto y porque le preocupa la situación política: él es un republicano. Y yo lo que soy es un cómico, un hijo de cómicos y un nieto de cómicos. Tampoco se me ha muerto ninguna mujer y no sé nada ni de maestros, ni mucho menos de niños. Además, no veo ningún peligro de sublevación militar ni tengo especiales deseos de que vuelva la República. Así que no tengo nada de este personaje".
El actor, con ese vozarrón que intimida y sin separar sus manos del bastón, continuó: "Yo nunca tengo una implicación moral con mis personajes. Interpreto igual a un señor de derechas que a uno de izquierdas. Yo interiorizo su carácter, pero no su sentido moral. He interpretado películas como Balarrasa, en la que hacía de cura y de legionario, con la misma intención con la que ahora he interpretado a este maestro. Yo soy un actor, un cómico, un comediante o un histrión y mi pensamiento ante una obra teatral o guión se dirige al juego de caracteres. Es una deformación profesional".
Acompañado durante toda la jornada por su mujer, Emma Cohen, y por un amigo, el escritor Eduardo Haro Tecglen, Fernán-Gómez incluso se prestó a firmar un autógrafo. Con los periodistas no quisó más contacto que el de una conferencia de prensa junto a sus compañeros de La lengua de las mariposas. Aunque aseguró que para él ser el primer actor español que recibe el Premio Donostia no tiene ninguna importancia, pidió consejo a sus ayudantes para escoger el traje que mejor le sentaba para acudir a la gala del Kursaal. Mientras el actor (que hace notar que una pregunta no le interesa disculpándose por su mala memoria y pidiendo que se la repitan otra vez) escuchó a José Luis Cuerda decir cómo durante el rodaje de la película el actor se había quejado por la cantidad de escenas que transcurrían en el campo, donde el profesor que interpreta enseña entomología a sus alumnos: "Fernando exclamó: "¡No me habían avisado de que vendría a la selva! ¡Esto parece una película de acción!". Además, y ante cierta cara de asombro del actor, el niño protagonista de la película, Manuel Lozano, afirmó que se lo pasó "muy bien" con Fernán-Gómez porque "jugaba mucho" con él.
Alto y pelirrojo
Como siempre que el actor habla, ayer todo el mundo tomaba nota de cada una de sus palabras ("Da igual lo que diga, siempre suena bien", comentaban en voz baja en la sala abarrotada). Fernán-Gómez recordó cómo su altura y su pelo rojo le habían convertido en un tipo extraño desde su juventud. En un país donde todos eran morenos y bajitos, a él siempre lo miraban. Ahora, cuando no le gusta que le señalen por la calle, ni que le abran las puertas en los restaurantes, el actor se refugia en su casa de las afueras de Madrid junto a Emma Cohen. Viaja poco, y allí, sentado en su enorme jardín, ha escrito: "Llevo quince años sentado en este mismo lugar y ya he visto morir de vejez a más de cuatro sauces, uno de mis árboles predilectos. A otros los mantenemos con muletas".
Babelia
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