Las "ciencias de la vida" cotizan a la baja
Lo que las multinacionales de la biotecnología están perdiendo es una guerra de percepciones. No importa ya que se hayan puesto el nombre de empresas de las ciencias de la vida, que la inmensa mayoría de los científicos apoyen sus productos, o incluso que no haya ningún estudio fiable que demuestre que los alimentos transgénicos son dañinos: los consumidores no abandonan su tozudez y, apoyados por las organizaciones medioambientales (especialmente Greenpeace), están consiguiendo que las grandes cadenas de distribución (más por visión de mercado que por altruismo social) quiten los alimentos transgénicos de sus estanterías.La novedad es que el escepticismo ha llegado también a los círculos financieros. Un informe del Deutsche Bank, el segundo banco más importante del mundo, recomienda a sus clientes que vendan las acciones que poseen de Novartis y Monsanto, las dos empresas más importantes del sector, ya que considera que los escenarios de negocio futuros de estas compañías, por lo menos en los próximos años, no auguran grandes beneficios.
"En este asunto, la percepción es mucho más importante que la realidad", asegura el informe. "La industria cree que tiene a la ciencia de su lado, pero es posible que la ciencia, ahora, no sea suficiente".
El informe destaca también que las preocupaciones europeas sobre los transgénicos son "muy reales, y no sólo instrumentos políticos para crear barreras comerciales". Después del impacto que ha tenido en los consumidores el escándalo de las vacas locas, en 1996, la crisis de la dioxina en Bélgica, este año, y los problemas de Coca-Cola, todo hace pensar que el giro antitransgénico que dio la Comisión Europea en junio -decretando una moratoria de facto que se prolongará probablemente hasta el 2001- tiene una base, el terror al enfado de los consumidores, que puede considerarse genuina.
En la otra acera de la disputa están EE UU y el Grupo de Miami (Canadá, Argentina, Chile y Australia), todos ellos importantes productores de maíz y soja transgénicos. Ellos fueron los ganadores de la última Convención sobre Bioseguridad de la ONU, realizada en febrero en Cartagena de Indias (Colombia), cuando consiguieron -contra la postura de 170 países- bloquear la sanción de un nuevo protocolo.
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