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UN PREMIO A LA UNIDAD DE LA PALABRA

Un monumento gramatical de la lengua castellana

La hacienda Yerbabuena, a unos 30 kilómetros de Bogotá, invita al estudio y la contemplación. Verde es el color que la rodea y a lo lejos se pueden contemplar los Andes. Es la sede del Instituto Caro y Cuervo, institución que ha reivindicado y dado prestigio en todo el mundo a la lengua castellana. La burocracia no ha echado raíces en el Caro y Cuervo. Como escribió el experto Guillermo de Zendegui, "investigadores, especialistas y becarios comparten de la mañana a la noche un ambiente devoto de un nuevo culto, el culto del idioma". Y más: "Mientras el planeta gira enloquecido e iracundo, hay un sitio en la tierra, exactamente en Colombia, donde unos cuantos hombres felices dedican sus vidas con unción religiosa a la más pacífica de las actividades: la filología", dijo Eduardo Lemaitre.Este instituto, que en la actualidad abarca diversas disciplinas (lexicografía, filología, literatura hispanoamericana, dialectología, historia cultural, bibliografía, fonética), nació con un objetivo: continuar el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, considerado por los especialistas como un monumento gramatical y sintáctico de la lengua castellana. Los ocho volúmenes, con más de 8.000 páginas y más de 9.000 voces, han sido editados en España, en colaboración con el instituto, por la editorial Herder.

Más información
El Instituto Caro y Cuervo, premio Príncipe de Asturias de Humanidades
El jurado destaca la contribución del Instituto al fecundo bilingüismo y a la cohesión social y cultural
Palabras con alas

Una pasión

Rufino José Cuervo (1844-1911), perteneciente a una adinerada familia bogotana, prefirió las letras a los negocios y vivió una auténtica pasión por los idiomas. A los 20 años ya dominaba el latín, el griego, el francés, el alemán y el portugués. Este amor por las lenguas le llevó a la suya, y en 1872 inició el trabajo del Diccionario de construcción y régimen de la lengua española.Arruinada su familia, y decidido por encima de todo a llevar a cabo su empeño, montó con su hermano Ángel una fábrica de cervezas, luego la vendieron y con lo que obtuvieron se fueron ambos a París para dedicarse exclusivamente al diccionario. A su muerte, sólo habían acabado dos tomos. Un trabajo tan intenso y excelente no podía quedar inconcluso y, en 1940, se fundó en Colombia el Ateneo Nacional de Altos Estudios, conocido desde el primer momento por el nombre no oficial de Cuervo, para continuar el diccionario.

En 1942 se creó oficialmente el instituto. Al nombre de Rufino José Cuervo se añadió el de otro gran colombiano, Miguel Antonio Caro (1844-1909), latinista, historiador, bibliógrafo y crítico. Desde entonces, como dice el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, la institución ha mantenido "una tradición gloriosa" en defensa y vigilancia del español.

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