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LA MUERTE DEL ARABISTA MÁS INSIGNE

Un hombre con prestigio universal

Cuando sus compañeros de la Academia de la Historia preparábamos la celebración de sus ya próximos 90 años, y los de la Academia Española el medio siglo de su ingreso en ella, ha muerto dulcemente Emilio García Gómez. Yo era su amigo, con amistad creciente en estos últimos años, y como amigo suyo he sentido la pena de su pérdida.Mas también como español. Emilio García Gómez era una de las grandes figuras intelectuales de nuestro siglo. Ante todo, todos lo saben, como arabista. Heredero desde muy joven de la gran tradición del arabismo español -todos los españoles cultos deberían saber que la obra sucesiva de Codera, Ribera y Asín Palacios es una de nuestras máximas aportaciones a la cultura occidental-, el arabisita que acabamos de perder concentró preferentemente su atención en el estudio de la poesía árabe de todos los tiempos. En este campo, su prestigio era universal; nadie podía competir con él en precisión, documentación y sensibilidad ante los textos poéticos del islam. Pero se equivocaría quien pensara que sólo a este campo del arabismo consagró su atención García Gómez.

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Conocía como nadie la historia y la cultura del islam, y así lo manifestaban sus trabajos como investigador de una de sus parcelas. Y también se equivocarían quienes redujesen al arabismo la eminencia intelectual y científica de nuestro compatriota. Conocía como pocos la cultura clásica, y estoy seguro de que entre, sus papeles póstumos habrá traducciones maravillosas de la obra poética de Horacio. No sólo la cultura clásica. Con pasmo le he oído citar de memoria e improvisadamente textos enteros de la Suma contra Gentiles de Santo Tomás de Aquino. No contando sus penetrantes y minuciosas interpretaciones de La Venus del espejo o de la pintura del Bosco. Un gran humanista por debajo de su arabismo y en tomo a él.

Más aún: Emilio García Gómez era un gran prosista, uno de los grandes, me atrevería a decir, entre lo que tan egregiamente han escrito prosa castellana desde Unamuno. El tino con que sabía mezclar la cultura, la ironía y un acercamiento redentor al habla popular hacían de sus páginas una verdadera delicia para el catador de nuestra lengua. Todo esto ha perdido España con Emilio García Gómez. Nuestro recuerdo de él debe ser, ante todo, de agradecimiento.

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