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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Credibilidad

ESPAÑA SE ha ido incorporando en los últimos años a una serie de organismos internacionales de contenido científico o tecnológico cuyos programas de investigación y desarrollo son manifiestamente inabordables sobre una base puramente nacional. En ése como en otros aspectos se ha procedido del mismo modo que la mayoría de los países de nuestro entorno, al tiempo que se ha ido poniendo término a un alejamiento de los foros en los que es necesario estar para contar en el mundo del futuro.La Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) es un ejemplo paradigmático. de lo dicho. Después de una breve y nada brillante pertenencia al organismo durante los años sesenta, España se incorporó a una comunidad de 18 Estados europeos miembros del mismo, tras un acuerdo unánime del Parlamento. Se trata, pues, de un verdadero compromiso de Estado que, a menos de ser revocado en debida forma, debe ser respetado. Nuestros socios en la escena internacional están más atentos a la satisfacción en la práctica de los compromisos que a las declaraciones, más bien retóricas, de los dirigentes.

Pues bien, en el caso que nos ocupa se está comprometiendo la credibilidad de nuestro país al no acabar de cumplir con nuestras obligaciones en 1991, 1992 y no tener prevista, a estos efectos, ninguna partida del presupuesto de 1993. Por si los hechos fueran poco elocuentes, el Ministerio de Industria acaba de declarar que no tiene intención de afrontar estos pagos, pendientes y futuros.

Ahora bien, el presupuesto del Ministerio de Industria ha ido siendo incrementado cada año en la partida y la cuantía adecuadas para que pudiera hacer frente a ese compromiso de Estado sin sufrir perjuicio significativo en el resto de sus actividades. Consecuentemente, su drástica disminución en 1991 y 1992 y su desaparición para 1993 no está justificada. Parece, más que otra cosa, una argucia para concentrar la obligada reducción del presupuesto en un capítulo del que alguien, a la larga, tendrá necesariamente que hacerse cargo y absorber. Ello implica que las cuotas reales se incrementarán debido a los intereses y a la depreciación de la moneda y, lo que es peor, que la credibilidad de España estará permanentemente en entredicho. En estas condiciones, nuestra situación, a la hora de plantear propuestas 0 exigir contrapartidas, es de radical debilidad.

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Resulta asombroso que pueda ponerse en cuestión con tanta facilidad la imagen de nuestro país en las organizaciones internacionales a las que pertenecemos por decisión libre y voluntaria. Y se pase por alto un acuerdo del Parlamento que, desde el mismo momento en que se tomó, implicaba una serie de obligaciones financieras. Más aún, resultaría francamente inexplicable que ese Parlamento aprobase unos presupuestos, como ya hizo en 1992, que no permitieran ejecutar sus propias decisiones. La única posición digna es cumplir con nuestros compromisos en tiempo y forma o tomar la decisión de salimos de esas organizaciones, a las que no podemos permitimos el lujo de pertenecer, también en tiempo y forma.

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