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El Congreso de EE UU inicia un tenso debate sobre los planes de Reagan sobre Nicaragua

Francisco G. Basterra

Un enfrentamiento entre Ronald Reagan y el Congreso de Estados Unidos sobre Nicaragua, con la previsible derrota del presidente en al menos una de las dos cámaras, parecía inevitable ayer, al comenzar el debate sobre la ayuda a los contra, tras fracasar los intentos de un compromiso. Los demócratas insisten en que cualquier acuerdo debe pasar por la apertura de negociaciones entre Washington y Managua, mientras que la Casa Blanca considera que quienes tienen que hablar son los sandinistas y los contra, para convocar nuevas elecciones que conduzcan a un cambio de régimen en Managua.

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Para la Administración, las diferencias con el Parlamento son "filosóficas, no de medios". Sin un improbable acuerdo de última hora, la Casa Blanca esperaba ayer perder en la Cámara de Representantes la votación sobre 14 millones de dólares (más de 2.300 millones de pesetas) de ayuda a los contras, y consideraba dudoso el voto en el Senado. El Congreso tenía previsto votar de madrugada.La situación es paradójica, porque el presidente, que se enfrenta también esta semana a una batalla parlamentaria sobre el presupuesto, no quiere perder este voto, pero tampoco está dispuesto a ceder lo suficiente para ganarlo. Por su parte, los demócratas quieren una victoria política sobre la Casa Blanca, pero no a costa de humillar a Reagan y aparecer ante el país como poco conscientes de los problemas de seguridad nacional.

La Cámara de Representantes tenía previsto someter a votación la propuesta inicial de Reagan, que consignaba los fondos para ayuda militar a los rebeldes, con la seguridad de que sería derrotada. El presidente ya accedió, sin embargo, la semana pasada, a que los 14 millones se empleen, únicamente en lo que queda de este año fiscal, para ayuda humanitaria.

Los demócratas presentarán a votación, sin embargo, en la Cámara una propuesta alternativa que solicita que los 14 millones sean entregados en dos partes: 10, para los refugiados que están fuera de Nicaragua, a través de la ONU o la Cruz Roja, y cuatro a los países de Contadora. La Casa Blanca confiaba en que la Administración logre en el Senado la aprobación de una propuesta intermedia que, a pesar de la esperada derrota en la Cámara de Representantes, le sirva a Reagan para negociar un futuro compromiso mediante una conferencia de las dos Cámaras

El voto sobre Nicaragua se ha convertido artificialmente, por deseo de Reagan, en el principal problema de la Administración. La polémica ha dividido a la opinión pública, alcanzando cotas de emocionalidad desconocidas en Estados Unidos desde los años sesenta. El lunes, 300 manifestantes contra la política del presidente fueron detenidos ante la Casa Blanca. Mientras, el secretario de Estado, George Shultz, afirmó ayer que este es el voto más importante en el Congreso de EE UU desde que, en 1947, el Parlamento apoyó la política de contención del comunismo del presidente Truman, que se concretó en la ayuda a la lucha en Grecia contra las guerrillas comunistas.

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Lo que está en juego no es la cantidad de dinero -los 14 millones de dólares- insuficiente en cualquier caso para alterar la situación en Nicaragua, sino saber si Reagan está dispuesto a limitar su política de intervención en Centroamérica, que para sectores importantes del Congreso y la opinión pública corre el peligro de deslizarse hacia una eventual intervención directa de tropas de EE UU en la zona.

Ocho horas de negociación en la Casa Blanca no fueron suficientes el lunes para que senadores republicanos y demócratas alcanzaran un compromiso con la Administración. El propio presidente asistió a la primera parte de la reunión. Ayer continuaron las negociaciones, ya con el debate abierto en las dos Cámaras, para alcanzar un acuerdo de última hora que permita a Reagan salvar la cara y a los demócratas no aparecer como el partido que es indiferente ante la "subversión marxista" en Centroamérica.

La principal diferencia

La principal diferencia que impidió el acuerdo es la insistencia de los demócratas -mayoría en la Cámara de Representantes, pero minoría en el Senado- en que cualquier financiación de los rebeldes se vincule a la reanudación de las conversaciones directas entre Estados Unidos y Nicaragua. Washington suspendió unilateralmente estas conversaciones que se celebraban en el puerto mexicano de Manzanillo. Managua ha reiterado su posición de que la única solución a la crisis es política y pasa por el diálogo directo entre los dos países.La Administración de Reagan llegó a admitir ayer que "en principio" no tendría nada contra este diálogo, pero insiste en que la clave es que negocien los contras y los sandinistas, ya que, en su opinión, se trata de una "guerra civil" que debe ser resuelta por sus protagonistas. Reagan quiere que el dinero a los contra sea distribuido por la CIA, a lo que se oponen los demócratas, aunque un posible compromiso sobre este punto sería la distribución de los fondos por algún otro organismo gubernamental sin las connotaciones de la CIA.

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