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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un ruego por las madres

CON FRECUENCIA los políticos se resisten a hacer algunas cosas bajo presiones de la Prensa. Esta actitud, que resulta un tanto extraña en un régimen democrático, si se supone que la Prensa representa en algo los deseos y las vibraciones de la opinión, parece responder al deseo de no empañar una imagen de autoridad que le siente bien al poder. Vistas estas cosas no tratamos de presionar, sino de elevar un ruego, cuando decimos que la representación de las Madres de la Plaza de Mayo en viaje por España debe ser recibida por el presidente del Gobierno. Lo ha sido ya por dos ministros, por los presidentes del Congreso y Senado, por representaciones del Partido Socialista, que financia y ampara algunas partes del programa de su viaje. Pero las citas establecidas por Felipe González han sido de continuo canceladas. "El presidente no dice que no, pero no nos recibe", es su explicación. El presidente debe recibirlas. Sin duda eso no va a ser del agrado del Gobierno argentino, y sin duda Argentina es un país con el que Madrid debe esforzarse en mantener unas buenas relaciones por motivos obvios. Esas relaciones no pueden estar, sin embargo, basadas en la ignorancia de la brutalidad inhumana y cruel con la que los militares de aquel país han aplastado a su pueblo y destruído su economía.Las Madres de la Plaza de Mayo es uno de esos fenómenos políticos y sociales que llevan en la misma incomodidad que causan a los poderes establecidos el significado mismo de su protesta. El obispo de Madrid se ha negado a recibirlas también en lo que ellas consideran una respuesta a sus justas críticas por la tibieza de la Iglesia Católica argentina frente a la matanza de aquel país. "Utilicen ustedes este no como quieran", parece que fue el mensaje. Nosotros no le hemos de utilizar. Pero el no de la Presidencia del Gobierno nos parecería lamentable. Pues la defensa de los derechos humanos, y de un concepto de felicidad posible, pasa por el apoyo incondicional de la lucha de estas mujeres, cuyos familiares no sólo han sido torturados y asesinados muchas veces, sino que el poder tiránico de su país se ha empeñado inútil y salvajemente en borrarles literalmente del mapa y de la historia. Si la acitud del presidente respecto a dar audiencia o no a las madres debe y puede ser interpretada como un símbolo de la política del Gobierno cara a América Latina, hay que decir bien a las claras que toda realpolitik en este caso es imposible, y que no hay realidad más acuciante ni enervante a un tiempo en nuestras relaciones con Argentina que el apoyo a la lucha por la democracia y a la de unos de sus símbolos más espeluzantes y humanos, como es el de estas mujeres que ahora nos visitan.

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