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Costa-Gavras denuncia en 'Missing' la colaboración norteamericana en el golpe de Pinochet

El filme fue acogido con gran expectación en el festival de Cannes

Precedida de una gran expectación, la última película de Costa-Gavras ha obtenido en Cannes una repercusión que difícilmente podrán anular ya los comunicados del Departamento de Estado norteamericano criticando a la película por su falta de pruebas fehacientes. Es cierto que Missing nos ofrece un enunciado de datos irrefutables. Se limita a narrar la historia real de Horman, súbdito norteamericano desaparecido en Santiago porque, al parecer, disponía de las pruebas que responsabilizan a Estados Unidos de apoyar el régimen de Pinochet.

Charles Horman era un joven escritor de cuentos para niños a quien el azar puso en contacto con los datos que ahora se reclaman. A Costa-Gavras le importa más explicar el mecanismo de su desaparición que lo que posiblemente sea obvio para muchos. Basándose en el expediente que publicara el abogado de la víctima, la película sigue la trayectoria de su padre, hombre creyente y defensor del orden establecido, que quiere investigar cerca de la Embajada norteamericana el paradero de su hijo. La confusión y la mentira que descubre en sus interlocutores le hacen sospechar de la verdad. Hoy esa verdad permanece secreta en un expediente que se ha dado por cerrado. El cadáver del joven Horman llegó a Estados Unidos varios meses después de su desaparición: ni una autopsia le pudo ser practicada.

Ni panfleto ni poesía

Con una concreción que huye tanto del panfleto como de la poesía, Costa-Gavras sigue fielmente el desarrollo de la encuesta. Como si de una película de ficción se tratara. Pero no lo es. La presencia en Cannes de los auténticos protagonistas de la tragedia avala la veracidad del filme, aunque éste haya querido, por otra parte, ampliarse a otros casos: no se habla concretamente de Chile, no se citan los nombres verdaderos, en función, dice, de la seguridad de los supervivientes y de la propia película.No hay forma de ocultarlos, sin embargo. La realidad del Chile actual se hace reconocible en la película; la identidad de la víctima, también. No en vano su padre fue un hombre influyente, cuyos privilegios formaban parte de lo que Estados Unidos decía defender en Latinoamérica. Así lo explica el embajador: "No podemos tenerlo todo: o nuestros intereses, o nuestros ideales. Si entran en conflicto, hay que poner los intereses en primer lugar".

Missing puede ser criticada más pausadamente por lo que parecen ingenuidades de guión. La manera en que el joven Forman es informado de las actividades de la CIA podría ser un buen ejemplo, pero el conjunto de la película supera esas lagunas. La delicadeza del director Costa-Gavras y la eficacia de Jack Lemmon y Sissy Spacek, también presentes en el festival, son contrapartidas considerables. Los actores, en este sentido, no se limitan a interpretar fríamente sus papeles, sino que se comprometen con ellos.

Jack Lemmon no lo duda al declarar: "Cuando el Departamento de Estado dijo que lamentaba lo sucedido, me interesé por el asunto. No se lamenta algo cuando no se es culpable. Supongo que por decir esto me llamarán ahora comunista, pero es el riesgo que se corre cuando se abre la boca. Sin embargo, hay que hacerlo porque, a fin de cuentas, vivo en el único país donde es posible hablar contra él. Esta película lo hace, y por eso es la mejor que he hecho".

Las películas 'malditas'

Casi clandestinamente vienen proyectándose algunas de las películas difíciles que, quizá precisamente por eso, no han tenido lugar en ninguna de las secciones oficiales del festival. Así, por ejemplo, ha podido verse, no sin dificultades, la última película de Francis Ford Coppola, One from the heart, responsable con su fracaso de la quiebra de los estudios Zootropo, regentados por el autor. La crítica norteamericana ha sido prácticamente unánime en su rechazo de la película, lo que, lógicamente, permite ahora una mayor benevolencia. One from the heart ofrece, ante todo, una experiencia técnica inusual: la utilización del vídeo, que Coppola lleva a grados que Antonioni con su Oberwald no llegó jamás a soñar. El error de la película reside sólo en su argumento. En su ironía de las viejas comedias sentimentales de Hollywood. Porque poco interesa ese juego por mucho que Coppola lo adapte a nuestra época. Sin embargo, el vídeo le ha permitido una serie de trucos en la imagen que difícilmente permiten huir de la proyección. Con unos decorados modernistas, la acción se repliega, generalmente, a sus efectos: luces, colores, transparencias, que no aportan datos a la historia (trivial, como queda dicho), pero sí al espectáculo. El riguroso control de asistencia pretendía impedir que la Prensa tuviera acceso a la película, dada la reacción de los críticos norteamericanos. Pudo ser burlada, sin embargo, posibilitando así un juicio más benigno.Lo que no puede decirse de La montaña mágica, que el realizador alemán Geoesdorgger ha pretendido reducir a un largometraje casi normal, aunque exista una versión televisiva de seis horas de duración.

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