2022: la gran cosecha del cine español
El festival de San Sebastián arranca convertido en el reflejo de una temporada brillante de la industria fílmica hispana, con premios y con creadores volcados en la autoría y en la conexión con el público
Como director del festival de San Sebastián, que inaugura hoy viernes su 70ª edición, José Luis Rebordinos es parte interesada en que haya buenas películas españolas que alimenten el certamen. “De los 12 años que llevo como director, esta de 2022 es la mejor cosecha con diferencia. Y diría que como aficionado al cine no conozco un año tan variado y tan potente”, responde. De ahí que en su sección oficial haya cuatro películas españolas a concurso, y que abra esta noche con una quinta fuera de concurso, obra de un peso pesado: Alberto Rodríguez, y su thriller a ratos carcelario a ratos social Modelo 77. “Pero esta opinión no es mía, es que la refrenda el mundo”, insiste Rebordinos. Cierto: hubo una película española en Sundance, dos en la competición oficial de la Berlinale —donde Alcarràs, de Carla Simón, ganó el Oso de Oro—, tres en las secciones importantes de Cannes (una de ellas, Pacifiction, de Albert Serra, en la competición principal), dos filmes españoles salieron premiados de Karlovy Vary y en Venecia también hubo presencia nacional.
Los doce cineastas consultados por EL PAÍS con películas que están viviendo este éxito festivalero no tienen duda: es un año excepcional, con un aldabonazo como el Oso de oro a Alcarràs, de Carla Simón, que además será la película que represente a España en la carrera por el Oscar a mejor película internacional. Su productora, María Zamora, con una treintena de películas a sus espaldas, lo ve claro: “Se consolida el cine español de autor compitiendo en los festivales más grandes cuando llevábamos décadas preguntándonos por qué no sucedía”. Otras filmografías levantaban envidias: “Veíamos, por ejemplo, al cine latinoamericano desfilar por los festivales de clase A [una quincena, los más importantes del mundo, entre ellos San Sebastián] y el nuestro, salvo contadas excepciones y algunos directores consagrados como Almodóvar o Coixet, no lograba entrar en sus secciones oficiales. Ahora estamos presentes y la racha continua”.
En orden cronológico, la primera en causar sensación fue Carlota Pereda, presente en Sundance con Cerdita. Desde su nuevo rodaje, explica: “Es que hay muchas películas españolas que me apetece ver, no recuerdo algo así”. Elena López Riera debutó como directora de largos con El agua y entró por la puerta grande: se estrenó en la pasada edición de la Quincena de Realizadores de Cannes. La película se está proyectando estos días en el festival de Toronto, desde donde cuenta: “No solo los festivales. Es que el público está reconciliándose con nuestro cine, y con una diversidad de géneros, estilos y maneras de hacer películas que hoy en día ofrece el cine español. Eso es importantísimo”. También pasó por Cannes, en la sección Cannes Première, As bestas, de Rodrigo Sorogoyen: “Es que fíjate en lo que queda por estrenar. Son películas de calidad, interesantes y, aquí está el peligro, esperemos que reconocidas. Porque si no se reciben premios o no se ven los filmes en taquilla, el esfuerzo se pierde. Mi miedo es que tanta descarga de títulos haga que no todos reciban la atención que merecen”.
En la Berlinale de Alcarràs, otras dos películas españolas hicieron ruido. Un año, una noche, de Isaki Lacuesta (ganador en 2011 y en 2018 de la Concha de Oro de San Sebastián), estuvo en la sección oficial, y en la sección Panorama se estrenó Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, que posteriormente ganaría el certamen de Málaga. Para Lacuesta, “los frutos que se ven ahora empezaron a trabajarse hace mucho tiempo, y también es probable que tengamos esta sensación porque las películas españolas que están triunfando este año en festivales van dirigidas a públicos más amplios y son más comerciales. De hecho, ojalá todo esto sirva para aumentar la ambición de todos, empezando por los ejecutivos que durante tantos años han pensado que el cine con personalidad artística no interesa al público”.
Y llega San Sebastián, que se abre con Modelo 77, de Alberto Rodríguez. El sevillano explica: “Cualquier cinematografía de cualquier país tiene que estar contenta si un año estrena más de una docena de películas notables y vamos camino de hacerlo este año”. Jaime Rosales, que concursa mañana sábado con Girasoles silvestres, uno de los filmes que lleva tiempo esperando su lanzamiento, circunscribe el fenómeno: “La taquilla del cine de autor, a pesar de la caída debida a la pandemia, puede acabar siendo la mejor de nuestra historia. Hablamos del cine de autor, insisto. En cambio, el cine comercial español puede que no tenga el resultado que tuvo en otras épocas”.
Pilar Palomero presenta en el Zinemaldia La Maternal, tras ganar el Goya a mejor película con Las niñas, y abre el debate al orgullo: “Ojalá el reconocimiento que todas estas películas están teniendo sirva para que nos sintamos orgullosos de nuestra cinematografía, y para que la cuidemos más. Que años como este no sean la excepción, sino la norma”. Fernando Franco, que concursa con La consagración de la primavera, empieza a reflexionar sobre las razones de este descomunal 2022: “Se está produciendo un relevo en muchos sentidos, tanto generacional, como de una mayor presencia de cineastas mujeres, y quiero pensar que, también, de una apuesta mayor por proyectos arriesgados y de calidad por parte de todos los agentes involucrados”. Mikel Gurrea, que llega con Suro, su debut en el largo de ficción, es ejemplo del atasco de la covid: “Como Alcarràs, mi rodaje era obligadamente estacional [se ambienta en la extracción de corcho en los alcornoques] y paramos todo un año”. Lo que le ha llevado a formar parte “de esta generación de cineastas del relevo, con muchos amigos y pocas rivalidades”.
Razones para el éxito
Ahora bien, ¿por qué pasa esto? Alauda Ruiz de Azúa explica: “Estamos viendo la convivencia entre distintas generaciones con películas muy diferentes y estando presentes internacionalmente. Puede ser que se esté evidenciando un relevo, y esta diversidad permite que haya un hueco para todos”. Pereda coloca el fenómeno en un momento temporal especial: “La pandemia retrasó algunos rodajes que ahora se han acabado y se estrenan. También creo que ha influido en la manera de escribir, nos empuja a ser más osados porque no puedes dejar esa oportunidad de rodar”. Por ahí va Sorogoyen: “la pandemia ha comprimido los lanzamientos, las plataformas impulsan la producción y se ha incrementado el número de cineastas, lo que conlleva variedad”. Variedad que subraya Rodríguez: “más allá de la coyuntural, pero estamos en un gran momento con cineastas con mucho talento, diversos y con cuestiones muy interesantes que aportar”. ¿Puede que haya incluso un cambio creativo? “Muchos cineastas nuevos o que están llegando a su madurez creativa beben y han bebido del cine moderno, creadores más interesados en la estética del cine europeo y de vanguardia que la del cine de Hollywood”, comenta Rosales. “Y encima, se han asentado políticas de financiación públicas y privadas con mayores cantidades de dinero y mayor eficiencia. No se puede olvidar que el cine se hace con ideas y con dinero”.
Para Zamora, no se puede olvidar que en ese relevo generacional “hay directores jóvenes haciendo películas en coproducción y con distribuidores internacionales que miran al mundo como su mercado potencial ya desde las fases de desarrollo, sin abandonar la idea de hacer historias muy locales. El cine de autor es un nicho, pero si potencias la proyección internacional, puede llegar muy lejos sin renunciar a la voz propia”. Algo en lo que coincide Lacuesta: “El campo estaba abonado hace tiempo. Todos hemos aprendido mucho de las generaciones anteriores y de los compañeros de la nuestra, las colaboraciones han sido muy fructíferas. A veces me han preguntado si quería hacer cine artístico o cine comercial, como si fueran cosas opuestas. Lo que Carla, Rodrigo, Jota Bayona, Carlos Vermut, Alauda y otros muchos tenemos en común es la ambición de conjugar ambas cosas”.
Hace dos semanas Juan Diego Botto presentó en Venecia En los márgenes, su debut como realizador, con Penélope Cruz como coprotagonista y productora. “Es que hay hasta estupendas pequeñas películas que acompañan con igual calidad a los títulos grandes en este estallido pospandemia”, cuenta. “Se sembró con fuerza, los cineastas españoles trabajan en el resto del mundo gracias a su talento, y de todo eso llega este resultado”.
Más dudas albergan a López Riera sobre las razones del boom: “Todavía no hay perspectiva histórica para saber el por qué y no sé si las cineastas somos las más indicadas para hacer este análisis, pero en mi opinión, creo que el acceso a la dirección de otro tipo de perfiles de creadoras es importante. No solo estamos hablando de cantidad, presencia y calidad de películas, sino de diversidad”. Rebordinos, que estos días se convertirá en el anfitrión de estos directores, tampoco es directo: “¿Sinceramente? No lo sé, porque además hay razones para que sufriéramos una crisis. Puede que porque vivimos tiempos de cambio. Nada es bueno ni malo del todo, y por eso me refiero a las plataformas. Muchos profesionales trabajan sin parar, y eso mejora el resultado. Ahora, ¿por qué tan heterogéneo? Ni idea. Es que este año estamos viviendo desde fenómenos de taquilla como Santiago Segura hasta calidad autoral como Albert Serra. Nunca hemos disfrutado de tanta calidad, y sobre todo en tanta cantidad”.
Babelia
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