María Zamora: “No conozco a ningún director de cine independiente que viva solo de esto”
Productora de cine. Es parte responsable del milagro de ‘Alcarràs’ y de abrir las puertas a toda una nueva generación de directoras cargadas de triunfos
María Zamora (Valencia, 45 años) no se cree extraordinaria. “Cuando tienes un éxito como Alcarràs, parece que, guau, ya eres la mejor productora para los titulares de prensa. Yo no soy ni mejor ni peor que antes, solo estoy comprometida con mi trabajo”, aclara. Educada en la versión original de los cines Albatros y Babel de Valencia, esta productora de cine no es solo responsable de haber aupado la carrera de Carla Simón desde que se preguntó “¿Pero, quién es esta mujer?” mientras leía entre lágrimas el guion de Estiu 1993. La suya es una carrera de fondo empujando el talento independiente, ofreciendo un trampolín a Nely Reguera o Clara Roquet o afianzando el camino de Mar Coll o Elena Martín entre muchos otros nombres, desde las dos productoras y distribuidoras que ha cofundado (Avalon y Elastica Films).
Alérgica a las medallas, insiste en despegarse de la tiranía de la excelencia femenina: “Estoy rodeada de productores (hombres) que les va estupendamente y son bastante mediocres. A nosotras nadie debería exigirnos ser brillantes”.
Pregunta. No se considerará especial, pero sí ha calado el talento, especialmente el femenino, que ha cambiado la forma de hacer cine en España.
Respuesta. Hace años tuve un click en mí, ¿cómo podía ser que solo leyese proyectos y guiones de hombres? Me hice socia de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) y decidí buscar activamente a mujeres que quisieran contar historias relevantes para impulsar sus carreras.
P. ¿Cuáles lo son?
R. Las que importan. Las que cuando de aquí a 100 años alguien diga: “¿Y qué pasaba en España en 2022?’”, pues que lo pueda ver en esas películas. Por ejemplo, aunque parezca que ahora se hable mucho de maternidad, tengo la sensación de que no hemos hablado lo suficiente sobre maternidad y creación. Estoy desarrollando la adaptación de Las madres no, de Katixa Agirre, dirigida por Mar Coll, para tratar ese punto de vista. También con los retos y las injusticias sociales. Con la actriz Marta Nieto, que da el salto a la dirección, estamos trabajando en La mitad de Ana, que habla de una madre con un niño trans. Alguien debería desarrollar un guion sobre lo que está pasando en Melilla. Eso es el cine y para eso lo hacemos: para entendernos mejor.
Estoy rodeada de productores (hombres) que les va estupendamente y son bastante mediocres. A nosotras nadie debería exigirnos ser brillantes
P. Defiende la discriminación positiva en los puestos de tomas de decisión, ¿funciona?
R. Sin duda. Defiendo una política activa para mejorar los porcentajes de presencia femenina. Nada está garantizado. Mira lo que ha pasado este fin de semana con EEUU y el aborto. La gente dice: “Que cada una llegue con sus propios méritos”. Pues mira, no. Parece que tienes que ser la mejor montadora del universo para poder montar una película pero, ¿cuántos montadores mediocres están montando películas de toda la vida? Pues ahí es donde tienen que entrar, ya tendrán tiempo de montar películas excelentes. Estamos muy lejos de la paridad y las mujeres no tienen por qué quedarse solo con lo chiquitito. La idea es que Telecinco les ponga diez millones para un thriller o una de acción.
P. Las directoras de esta generación hablan de una red de hermandad y ayuda a la hora de hacer películas, ¿han roto esa leyenda del autor aspirante a genio encerrado en sí mismo?
R. Absolutamente. Me di cuenta con un corto que hice con Leticia Dolera para Aldeas Infantiles. Todo era más colaborativo y menos jerarquizado. Me encantó. A partir de ahí hice todo lo posible no solo por fomentar la carrera de directoras, sino por establecer redes de colaboración en montaje, guion y en todo tipo de puestos de decisión.
P. ¿Qué cambia al hacerlo?
R. Son ambientes más sanos, se permiten trabajar desde la duda. Hay una red de confianza. Eso no quiere decir que no sean competitivas, porque por supuesto que lo son. Es una cuestión de compartir información y colaboración.
P. ¿Le pasa con todas?
R. Sí, incluso con las que han tenido mucho éxito. Carla [Simón] es de escuchar mucho. Quiere tener mucho feedback todo el rato. He aprendido muchísimo de ella.
Las directoras fomentan ambientes más sanos, se permiten trabajar desde la duda. Hay una red de confianza.
P. Lleva dos décadas produciendo y distribuyendo películas, ¿ha sentido mucha condescendencia?
R. Llevo casi 22 años en esto y he vivido de todo. Cuando era más joven pasaba más, como cuando en reuniones miraban a mi socio antes que a mí o cuando creían que era la secretaria. No era raro que pasara. Las cosas han cambiado muchísimo, pero no por ello dejan de sucederme situaciones machistas.
P. Con Alcarràs, ¿esperaban que una historia de un pequeño pueblo de Lleida conectase tan bien a nivel nacional e internacional?
R. Lo preveíamos porque hay mucho trabajo detrás para conseguirlo. El desarrollo de guion lo movimos mucho internacionalmente un par de años antes de empezar el rodaje. Nos dimos cuenta de que esa historia local era universal porque triunfó en los premios de casi todos los foros de laboratorio de guion (como el TorinoFilmLab o el Eurimages Co-Production Development Award). Ahí ya entendimos que el proyecto gustaba y tenía muchas posibilidades.
P. ¿La ve en los Oscar?
R. Ojalá, primero lo tienen que decidir los miembros de la Academia de Cine de aquí. Si nos seleccionan, tenemos los mejores socios internacionales para que allí funcione igual de bien.
P. Ha estado en Cannes de jurado en la Semana de la Crítica, ¿qué le decían de la película?
R. Cuando llegué al festival ya llevábamos un mes en taquilla con unas cifras buenísimas. Nuestros colegas franceses, alemanes y nórdicos se han alegrado mucho de que Alcarràs esté funcionando tan bien porque las salas están sufriendo en toda Europa. Cuando se percibe un éxito así, que a nivel nacional conecta con su público, es un motivo de alegría.
P. ¿Qué hay que hacer para que la gente vuelva al cine?
R. Hay que buscar nuevas formas de comunicación y crear nuevos públicos, además de buscarlos donde estén. Las redes sociales se han convertido en un canal de información para el 100% de algunos tramos de edad. Esto lo notamos con la promoción de La peor persona del mundo, la trabajamos mucho en redes y ha sido una película que ha conectado muchísimo con el público joven.
Aunque los hombres sean más conscientes, mientras haya comentarios como “No me voy a meter en ese ascensor contigo, no sea que me vayas a denunciar por acoso”, entre ‘jijis’ y ‘jajas’, no vamos bien
P. Los productores independientes han visto a la nueva Ley Audiovisual como una “sentencia de muerte”, ¿hay esperanza para el sector?
R. La ley se aprobó en el Senado la semana pasada y solo nos queda recurrir a Europa. Esta batalla la damos prácticamente por perdida, ha sido una traición en el último momento. Tenemos esperanzas con la Ley del Cine. Esperamos que el Ministerio de Cultura mantenga su palabra y proteja la figura del productor independiente.
P. ¿Se puede vivir solo de este tipo de cine?
R. Cada vez es todo más precario. No conozco a ningún director con los que haya trabajado que viva de dirigir, ninguno. No importa el éxito que tengan. Esto pasa con la mejor directora o director que también está haciendo capítulos de series en plataformas y con quien empieza. Todos necesitan ingresos por otras vías y, fundamentalmente, suelen ser dando clases.
P. Precario y poco dado a denunciar las injusticias del gremio, ¿por qué no hemos tenido un Me Too del cine en España?
R. Lo que ha hecho la Academia del Cine catalán, poniendo en marcha un Departamento de Abusos, es una buenísima noticia. Hacía falta y olé por ellas. Al cine se le asocia una mirada abierta e igualitaria y no por ser cine ha pasado menos que en otros sectores. Yo he visto y vivido situaciones bastante feas. En mi caso, he podido intervenir y zanjar la situación de la forma más radical posible. Pero sigue pasando. Aunque los hombres sean más conscientes, mientras haya comentarios como “No me voy a meter en ese ascensor contigo, no sea que me vayas a denunciar por acoso”, entre jijis y jajas, no vamos bien.
Babelia
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