‘El agua’, un sugerente debut sobre mujeres y mitos de la española Elena López Riera cautiva en Cannes
La versión animada de las legendarias viñetas de ‘El pequeño Nicolás’ alegran una jornada marcada por una tediosa sección oficial
![Luna Pamiés (izquierda) y Bárbara Lennie, en una imagen de la película 'El agua'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QZAXMNRFBBEIHCNSM4Z7YQ2JQM.jpg?auth=5fcb54fbb2ec9c9158c9219bd1b21d42e0a378a5514b1322f0076a172d0cc947&width=414)
La primera película española programada en esta edición de Cannes, El agua, ópera prima de Elena López Riera, es una estimulante sorpresa que se suma a una hornada de mujeres directoras capaces de contar su país desde una mirada radicalmente nueva. Programada en la Quincena de Realizadores y aspirante, como todos los debuts, a la Cámara de oro del festival, El agua es un filme muy singular sobre tres mujeres de una misma familia, abuela, madre e hija, conectadas entre sí y con otras mujeres a través de los elementos ocultos de un paisaje dominado por sus corrientes de agua.
Situada entre carreteras y palmerales de Orihuela, en un presente veraz y árido, se trata de un filme donde lo arcano se hace visible de una forma sutil e interior. La protagonista es una adolescente enfrentada al despertar de la vida y de un mundo oculto que remite a la mitología de las diosas paganas y al líquido del útero materno. López Riera tantea con mucho instinto visual un mundo que huye de los tópicos del manido realismo mágico para volcar un simbolismo ibérico y profano de pájaros, lluvias, manantiales y ríos. La vida oculta del agua y su conexión femenina están en la película de Riera de una forma terrenal y cotidiana, con una sabiduría que oscila entre poderosas imágenes de una naturaleza que se mueve entre paradojas y de la mano de tres actrices que desmontan cualquier tentación esotérica. Bárbara Lennie, Nieve de Medina y, sobre todo, el descubrimiento de la jovencísima Luna Pamiés iluminan este fascinante viaje a unas ciencias ocultas que no tienen nada de extrañas ni oscuras.
Mientras tanto, en la sección a concurso, se presentaron Hermano y hermana, del francés Arnaud Desplechin, y Boy from Heaven, del sueco-egipcio Tarik Saleh. La película de Desplechin, cineasta mimado de este festival, es un melodrama afectado y emocionalmente bastante incoherente sobre dos hermanos, ella actriz y él escritor, unidos por un destructivo amor-odio. Una insoportable lucha de egos que pasa por encima de todo, hijos y padres, para hablar del mal endémico de la familia. En la piel de dos estrellas de cine francés, Marion Cotillard y Melvil Poupaud, hermana y hermano lavan sus trapos sucios sin que le acabe importando mucho a nadie. Boy from Heaven, del sueco-egipcio Tarik Saleh, se anunciaba como una de las posibles sorpresas del concurso pero es un thriller político tedioso y sin garra. Un buen chico es obligado a infiltrarse en los grupos radicales de su universidad islámica hasta enredarlo en un laberinto de conspiraciones y traiciones que, aunque funciona por momentos, en sus largas dos horas da demasiadas cosas por sentadas sobre un sistema tan plúmbeo como opaco.
![Imagen de 'El pequeño Nicolás'.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RTNKA6SZAJAUPLEXUOESOMUT2A.jpg?auth=15c95af98b89b5fca01176007d231a1c5fdbee64d4c36a9f866416ecf02b2c08&width=414)
La delicia de la jornada llegó con la versión animada de una obra maestra de la literatura infantil, El pequeño Nicolás, que con su legendario chaleco rojo y sus pantalones cortos alegró el festival. La película de Amandine Fredon y Benjamin Massoubre es una preciosidad hecha de acuarelas que, con las herramientas de la metaficción, recupera la amistad de Jean-Jacques Sempé y René Goscinny a través de su diminuta criatura.
Con un guion muy didáctico, tierno y entretenido, la película mezcla las aventuras de Nicolás con la vida de sus dos creadores en dos tiempos animados perfectamente ensamblados. Del pasado en Argentina y Nueva York de Goscinny, sus orígenes judíos y su exilio durante la ocupación nazi, pasamos a la familia disfuncional de Sempé y la buhardilla parisiense donde dibujó por primera vez al personaje. Los recuerdos de infancia de Goscinny y Sempé, su humor cálido y sus entrañables personajes cobraron vida en una sesión a la que acudió todo un colegio que gritaba eufórico en el patio de butacas: “¡Nicolás, Nicolás!”, animados por el ubicuo e incansable Thierry Frémaux, jefe de un festival que ayer se acercaba a su primer fin de semana con las calles abarrotadas y una sensación de euforia que parecía de otra época.
Babelia
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![Elsa Fernández-Santos (enviada especial)](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F246d361a-fc4f-4a39-bbae-200ab7dc5f41.png?auth=6c749f9dfcb5883ad1fcb15fc1aa13b4da9db4874474cde93770f1ccd60015e4&width=100&height=100&smart=true)