Las cinco películas (y una serie) con las que David Lynch redefinió el cine moderno
El director, obsesionado con el inconsciente y lo oculto, desmenuzó las contradicciones del sueño americano en varios filmes para la posteridad
Tiene su gracia que, en su último papel, David Lynch interpretara al legendario John Ford para la autobiográfica Los Fabelman, de Steven Spielberg. Desde un lugar muy distinto y con unos materiales diametralmente opuestos, Lynch se aseguró una importancia para el séptimo arte de la talla del legendario director del parche. Repasamos algunas de sus obras más importantes, en las que mezcla realidad y ficción, consciente y subconsciente, e indaga en las corruptas raíces de lo peor del sueño americano.
Cabeza borradora (1977). Primer largometraje de Lynch, Cabeza borradora (Eraserhead) ofrece una experiencia onírica y perturbadora que mezcla el surrealismo con la angustia existencial: dos ingredientes que el maestro del cine exprimiría a lo largo de su carrera. Ambientada en un mundo industrial y oscuro, la historia sigue a Henry Spencer, un joven abrumado por un entorno opresivo al que de repente le cae la responsabilidad de cuidar de un misterioso bebé mutante. La fotografía en blanco y negro y los efectos de sonido convirtieron al filme en una muy torcida experiencia claustrofóbica. La película, que se convirtió en un clásico de culto, señaló algunos de los futuros temas recurrentes de Lynch, como la paternidad, la alienación y el miedo a lo desconocido.
El hombre elefante (1980). El hombre elefante descubrió el lado más sensible y humanista de Lynch. Basada en la historia real de Joseph Merrick, la cinta narra la vida (y la lucha por la dignidad) de un hombre con graves deformidades durante la Inglaterra victoriana. Lynch basculó en esta cinta hacia un tono más conmovedor, y contó con un reparto sobresaliente encabezado por John Hurt y Anthony Hopkins. De nuevo, recurrió a una cuidadísima fotografía en blanco y negro en este canto a la humanidad más profunda. Quizás su cinta más sencilla de comprender, junto a Una historia verdadera.
Terciopelo azul (1986). La historia comienza con el hallazgo de una oreja humana en uno de los planos más prodigiosos de la historia. Un plano con el que da comienzo el viaje al final de la noche de un joven ingenuo sumergido en una trama llena de misterio y perversión. Con un impecable uso de colores saturados y una banda sonora revolucionaria, la película consigue conjurar lo onírico y lo siniestro. Isabella Rossellini y Dennis Hopper destacan en dos de los mejores papeles de sus carreras, además de la presentación de dos de los fetiches del director: Laura Dern y Kyle MacLachlan (con el que viajó incluso a su despreciada Dune). Y un dato más: quizá sea el filme donde arranca otra de las obsesiones del creador, señalar las contradicciones e hipocresías del sueño americano.
Carretera perdida (1997). Nuevo descenso a las profundidades del universo onírico y retorcido de Lynch, Carretera Perdida se centra en un músico acusado de asesinar a su esposa, quien experimenta una metamorfosis mientras cumple condena en prisión. El filme juega con la identidad y la memoria, y profundiza en el concepto de disolución de la realidad. La música de Angelo Badalamenti (por supuesto) junto a Trent Reznor destaca a la hora de envolver un filme laberíntico que invita a múltiples interpretaciones y que deja algunas de las escenas más memorables de su filmografía.
Lost Highway (1997)
— DepressedBergman (@DannyDrinksWine) July 16, 2024
Director: David Lynch pic.twitter.com/j5mNFlERxC
Mulholland Drive (2001). Considerada la obra cumbre de David Lynch, originalmente un piloto televisivo rechazado, este filme que encabeza algunas de las listas de mejores películas de la historia combina misterio y surrealismo en una historia negra ambientada en Hollywood que sigue la vida de dos mujeres (interpretadas por Naomi Watts y Laura Harring) cuyas identidades se entrelazan, como la realidad y la fantasía. Quizá sea la obra que mejor muestra la obsesión de Lynch con el subconsciente, y en la que el cineasta pone más atención a la estructura (muy fragmentaria), que invita al espectador a armar el puzle en su propia cabeza.
Twin Peaks (1990-2017). Nadie ha conseguido capturar la extrañeza y emoción de los sueños como David Lynch. Otro David (Chase) lo sabía, y lo usó para continuar en Los Soprano la revolución televisiva que él empezó. Porque quizás antes de Twin Peaks no había nada, y su embrujo acabó impregnando toda la televisión: desde Mujeres desesperadas a Broadchuch, pasando por Perdidos o True Detective. Aquel pequeño pueblo con aire de los cincuenta demostró que las series son un terreno fértil, e, inesperadamente, la narrativa más rara del mundo se transformó en un fenómeno global. Y lo revolucionó todo dos veces. La segunda fue en 2017, y no tomó el camino fácil. Era Lynch; esto no iba de entenderlo. Esto iba de sentirlo. Porque detrás de esa cortina roja estaban todas las respuestas humanas. En realidad, todas excepto la menos importante: ¿Quién mató a Laura Palmer?
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