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David Lynch: “Un artista no tiene por qué sufrir para mostrar el sufrimiento”

El cineasta defiende el poder creativo de la meditación trascendental en una conferencia dentro del festival Rizoma

Gregorio Belinchón
David Lynch posa durante el Festival Rizoma.
David Lynch posa durante el Festival Rizoma.GERARD JULIEN (AFP)

Con el auditorio del Museo Reina Sofía a rebosar, con 400 espectadores rendidos a su talento y los hermanos Almodóvar en primera fila y con caras conocidas desperdigadas por el patio de butacas, como Goya Toledo. Así ha sido la conferencia de David Lynch dentro del festival Rizoma. El formato era muy distinto al habitual de las conferencias. El cineasta estadounidense no soltó primero un discurso, sino que solo respondió a las preguntas del público, moderado por el productor y director Luis Miñarro. Dividida en dos partes, la charla se centró primero en la meditación trascendental y posteriormente en su obra. A sus 67 años, se reveló como un arduo defensor de la meditación transcendental en una hora y media en la que, en la mejor faceta de “he venido a hablar de mi libro” no cejó de intentar convencer a un auditorio que en realidad ya entró converso en la sala.

En la segunda parte del debate, el dedicado a su obra, la actriz Marta Belenguer abrió el fuego preguntándole por las bajas pasiones. Si alcanzas la felicidad producida por la meditación trascendental, ¿dónde queda el lugar para las bajas pasiones que alimentan el drama? “Siempre han existido los conflictos porque han estado en la vida, pero eso no quiere decir que el artista deba de sufrir. Puedes estar feliz en mitad de un filme con muchos conflictos. Con más conciencia te llegan más ideas. El artista no tiene que sufrir para mostrar ese sufrimiento”. De igual manera afrontó otra cuestión sobre la violencia: ¿cómo se relaciona con ella alguien que quiere alcanzar la felicidad, y cómo la encara si se cruza en su camino? “Bueno, puedes salir corriendo… [risas]. En realidad, tienes derecho a la defensa. Pero hay leyes en el mundo muy ciertas: lo que siembras, recoges; lo que das al ser humano, lo recibes. En realidad, también la meditación sirve como una chaqueta que vibra y que hace que a tu alrededor ya no haya ganas de matarte”. Lo mismo es aplicable a la enfermedad, algunas de las cuales pueden encararse y resolverse de manera exitosa, según Lynch, con la meditación trascendental, como la alta presión sanguínea o algunas enfermedades cardiacas. Recordó que “hay enfermedades tramposas”, y que “el cáncer es para muchos un negocio que fabrica dinero, algunas personas hacen cosas malvadas… Son enfermedades tramposas”.

Sobre el humor, reconoció su dificultad. “El humor es peliagudo. Hay comedias puras y otras historias que a mí me interesan que son oscuras, y debes tener cuidado a la hora de expresarlas”. No todo el mundo las entiende igual. Alguien le preguntó sobre su película favorita en su carrera y respondió honesto: “Las películas son como hijos, niños pequeños. No puedes mirar esas caritas y escoger cuál es tu favorito, pero siempre digo que Dune es mi peor niño”. Otro tema habitual en su carrera, la dualidad, lo explicó así: “Siempre me ha atraído, es más, siempre quise ser padre de gemelos. Porque en la dualidad hay unidad. Me gusta unir cosas distintas, siempre me ha interesado la otra cara de las cosas”.

En la primera parte de la conferencia, la que ocupó mayor tiempo, y en la que se vio a Lynch, de traje negro y camisa blanca, mucho más cómodo, dibujando en un gran pupitre negro (sus esquemas se veían en una inmensa pantalla a sus espaldas), el cineasta desgranó la meditación trascendental con su explicación del mundo. “Esta línea [y mientras dibujaba una], representa la vida. Por arriba la materia, y al otro lado [y dibuja una transversal], la mente. Hace 300 años los científicos empezaron a investigar la materia: células, átomos y siguieron bajando. Encontraron cuatro fuerzas y por debajo encontraron que se unían en tres y luego en dos, y llegaron a la física cuántica, al campo unificado. Llegaron a la nada. Ese campo unificado es lo no manifestado, y llegar ahí es trascender. Al otro lado es la conciencia: y ahí está el amor, la paz, felicidad, energía e inteligencia… El potencial pleno es la iluminación. Es derecho de todo ser humano de disfrutar de esta concienciación plena. Con la meditación llegas a más profundidad, la basura se va yendo. La iluminación es cuando lo inconsciente deja de existir porque todo es consciente, por eso en los cómics es una bola de luz. Es un activo muy importante”. Recordó que hay muchas formas de meditación, tras una pregunta de Pedro Almodóvar sobre el yoga y la conciencia del presente. “Yo experimenté muchísimas formas de meditación hasta llegar a la trascendental, la llave que abre la puerta hasta la consciencia pura. Pueden hacerlo hasta niños de diez años… Repito el mantra del Maharishi Mahesh Yogi. En cuatro días aprendes en clases de hora y media, y con 20 minutos por la mañana y 20 por la tarde te vale para toda la vida. Eso sí, yo no puedo enseñarte, solo un profesor preparado”.

También ahondó, cuando una profesora le preguntó si los sueños son creativos, sobre los distintos estados de conciencia: “Están el despertar, el dormir y el soñar. Son tres formas distintas de la conciencia, tres estados, y el cuarto es la conciencia trascendental. El cine puede funcionar con lógica onírica. Las ideas de los sueños me llegan despierto. Me siento en la silla y me vienen las ideas… pero con eso no se gana dinero”. ¿Y si se usa de atajo las drogas? “Dicen que algunas drogas pueden darte una experiencia de estados superiores de consciencia, pero esas drogas te hacen pagar un precio muy alto por ello, y encima no eres el dueño de la experiencia. Cuando despliegas tu pleno potencial con la meditación, eres el señor de esa experiencia”. Y antes de explicar que tras meditar sales tres veces más descansado que de un sueño profundo, “reenergizado”, contó sobre su arte: “Sigo las ideas que me enamoran. Tras Cabeza borradora, escribí otro guion y nadie lo quiso. Así que me casé, y cuando mi suegra me persiguió para que volviera a trabajar, llamé a un amigo productor para que me ofreciera proyectos. Él me enseñó cuatro proyectos, y el primero se titulaba El hombre elefante. Buaf: la cabeza me estalló, era ése”.

Dicho lo cual, esbozó otra gran idea: “La paz real no es la ausencia de guerra, sino de negatividad. La conciencia grupal puede alcanzar ese estado, y esos frutos son la paz”. Y recibió los aplausos del respetable, que escuchó embelesado el poema con el que cerró la charla. Y sí, al final firmó ejemplares de su libro sobre la meditación.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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