‘Casa en llamas’, el cine de autor catalán que triunfa en las taquillas estivales
La película de Dani de la Orden se convierte en el fenómeno cinematográfico de un verano que venía marcado en España por la nueva comedia familiar de Santiago Segura
No se rodó en Cadaqués, tampoco era verano. Es un drama con mucha comedia: al salir del cine es difícil discernir si las lágrimas son de risa o tristeza. Cuenta la historia de una familia de la burguesía catalana, de las de barco en la Costa Brava, fachada de revista y emociones silenciadas. Si a esta fórmula se le añade la exuberancia de Emma Vilarasau, la picardía de Enric Auquer, la ironía de Alberto San Juan y la inocencia de Macarena García, el resultado es Casa en llamas (Casa en flames), el fenómeno cinematográfico del verano. Cerca de 250.000 espectadores han disfrutado de la nueva película del barcelonés Dani de la Orden, que suma más de 1,8 millones de euros de recaudación desde su estreno, el 28 de junio. “El verano es la época de las películas de Leo Harlem o Santiago Segura, lograr estas cifras con el cine de autor no es difícil, es extraordinario”, celebra Toni Carrizosa, productor de la película. A esta excepcionalidad hay que añadir, además, que está rodada en catalán y algo de castellano.
La película de Atresmedia protagonizada por Montse, el personaje que interpreta Emma Vilarasau, una mujer divorciada que reúne un fin de semana a su familia en su vivienda veraniega en Cadaqués para vaciarla y ponerla en venta. “Mi vermut es el que siempre se quedaba sin aceituna”, lamenta Montse tras una espiral de quejas y lamentos en la que vuelca su soledad, la de una madre después de dedicar su vida a una familia que ya no existe. Montse está desesperada y su estado se agudiza durante el fin de semana. “La película funciona porque conecta con el público adulto. Es la historia de una mujer que lo ha dado todo por los suyos y se queda sola. A nadie nos es ajeno el personaje, todos nos podemos reconocer en ella, ya sea como mujeres, madres, hijos o parejas”, subraya Carrizosa.
Poco a poco, Casa en llamas hace asomar la familia desestructurada que realmente hay bajo una estampa idílica. “Es algo muy común, pero está poco representado en ficción. Me extrañan las películas donde las familias expresan abiertamente sus sentimientos, no creo que esta naturalidad esté tan extendida. La familia es un lugar mucho más frío y distante”, subraya el director, Dani de la Orden.
Los juegos psicológicos que se desatan durante el fin de semana animan a los familiares a comunicar sus sentimientos, temores y deseos más íntimos. “La historia no funcionaría con una familia que no puede pagar el alquiler. Cuando tu máxima preocupación es una vivienda digna, no dispones de tanto tiempo para pensar en si estás solo o eres feliz en tu matrimonio. Los problemas económicos no dan tiempo a generar comedia o reflexión”, explica el director. Tener una casa en Cadaqués y un barquito para tomar el sol en las calas no es lo común pero, para De la Orden, los problemas de la “burguesía catalana” son una herramienta clave: “Una familia que, de cara a la galería, es sol, verano y barcos odia cualquier resquicio de suciedad, lo va tapando. Tengo la sensación de que la comodidad y el lujo crean una distancia invisible”.
Volver a la residencia de verano pone patas arriba la vida de todos los personajes y les conecta con sus recuerdos. “La casa de verano es un cliché, el lugar idílico al que asocias todos los buenos recuerdos. El componente nostálgico se representa a través de una casa bonita pero no muy cuidada, con cosas antiguas pero en constante evolución”, expone el director.
La casa es un personaje más, casi el protagonista de la historia. “Vi más de 50 casas. Normalmente la burguesía catalana se asocia más a una arquitectura clásica de masías, pero decidimos apostar por algo distinto, el racionalismo catalán. En cuanto vimos esta construcción supimos que era ella, el problema es que no estaba en la Costa Brava”, cuenta Núria Galán, directora de arte de la película.
“Yo no he pisado Cadaqués”, confiesa el realizador. La casa escogida está en el municipio de Canet de Mar (Barcelona), aunque los planos exteriores sí son de unos acantilados en Cadaqués (Girona); el resto es la magia del cine: “Los exteriores de la casa eran muy importantes para crear un final mítico, pero no queríamos renunciar a la vivienda de Canet de Mar. Así que la dirección de foto, de arte y los localizadores apostamos por esta construcción aunque supusiera un esfuerzo de producción muy grande”, admite Galán. Así, se falsearon los exteriores para llevar la vivienda al Alt Empordà.
En castellano y catalán
“La película va sobre una familia catalana, en la costa catalana, no van a hablar en vasco o en gallego”, afirma el director. Casa en flames (título original) está rodada en catalán, pero con tintes en castellano. Carlos (Alberto San Juan), padre de familia y exmarido de Montse, combina las dos lenguas durante toda la película, recibiendo críticas de su exmujer (Montse) por su “mala pronunciación”.
El actor madrileño llegó a aprenderse el papel entero en catalán, pero el director prefirió que utilizara también el castellano, más acorde con su esencia. Macarena García se pone en la piel de Marta, la nueva novia del benjamín de la familia, que lleva pocos meses en Barcelona y solo sabe algunas palabras sueltas en catalán, aunque lo entiende. “Alberto San Juan y Macarena García son actores fantásticos y quería trabajar con ellos”, afirma De la Orden, y el idioma no iba a ser un obstáculo: “En Cataluña hay más mezcla idiomática de lo que parece. Yo mismo combino catalán y castellano constantemente con mis amigos, igual que lo he hecho durante todo el tiempo que he vivido en casa de mis padres, hablando con mi madre en catalán y mi padre en castellano, es más natural de lo que parece”, asegura.
El pasado jueves, Casa en llamas consiguió más recaudación que el día de su estreno, hace siete semanas. “Hemos conectado con el público adulto, es una historia muy común pero poco contada. Teníamos la esperanza de que aguantara en verano o, si iba bien, hasta septiembre. Por ahora, la dejaremos en los cines hasta que quieran ponerla”, celebra Carrizosa.
La película se corona como fenómeno del verano, alcanzando un éxito que ni producción ni el propio director esperaban. Pero a De la Orden no se le ha subido a la cabeza: “Si hago una película que llega a mucha gente, claro que me alegro, pero es un trabajo, a veces lo hago personal y otras para pagarme las reformas de la cocina. Estoy empezando a quitarle trascendencia a mi profesión porque lo vivo como algo intuitivo. Yo no soy un artista como sí lo son otros directores, me considero un trabajador del audiovisual y ya está”.
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