David Uclés, autor de una novela sobre la contienda de 1936 a través del realismo mágico: “No me extrañaría una futura guerra civil en España”
El escritor y músico, de 34 años, traza la gran y la pequeña historia del enfrentamiento español en el libro ‘La península de las casas vacías’ (Siruela)
David Uclés es un tipo muy particular. Por ejemplo, su forma de ganarse la vida es acudir cada verano a Santiago de Compostela, donde toca el acordeón y canta en la calle para recaudar fondos con los que sobrevivir el resto del año y poder dedicarse a escribir. Lo del acordeón le viene de cuando pasó casi tres años en París, por la zona de Montmartre, y cantaba en los bares por Charles Aznavour, Jacques Brel o Edith Piaf. En música, como se ve, lo suyo es la chanson francesa. En literatura, como veremos, el realismo mágico. También, por cierto, toca el arpa. Y una vez al año pinta cuadros y los vende, para sumar a la supervivencia, porque su familia se ha dedicado al campo y tampoco sobran los billetes. Es licenciado y máster en Traducción e Interpretación (en inglés y alemán). “Pero no he cotizado en la vida”, dice un par de veces. Su vida es una apuesta.
Otra particularidad es que, pese a haber nacido en 1990, Uclés ha escrito una novela sobre la Guerra Civil, una cosa que a su generación tal vez le suene demasiado lejana. En otros tiempos la Guerra Civil fue un considerada un cliché en la cultura española: el novelista Isaac Rosa llegó a titular una de sus obras ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! Y esta otra maldita novela sobre la Guerra Civil se cuenta, además, a través del realismo (o neorrealismo, según algunos) mágico. Un libro de 700 páginas, que rivaliza en extensión con otras novelas gruesas de esta temporada, véase Los Escorpiones (Lumen), de Sara Barquinero, o Planeta invernadero (Alianza Editorial), de Rafael Navarro de Castro. La novela de Uclés se titula La península de las casas vacías (Siruela). La escritura, sin ningún horizonte de publicación, duró 15 años. “Ha sido un salto al vacío, pero estoy muy contento”, afirma. Es otra de sus apuestas.
“La verdad es que en mi generación no se habla mucho de la Guerra Civil. No porque haya un pacto de silencio: es que en el libro de texto solo ocupaba dos páginas”, explica Uclés en la sede de su editorial, en Madrid. Viste colores parduscos, gorra, barba, no sé sabe muy bien si por los aires bohemios o por la conexión rural. Habla con el suave acento jienense del que nació en Úbeda pero pasó mucho tiempo de su niñez en el pueblo olivarero de Quesada (“eran un pueblo muy anarquista”) cuyo trasunto en la novela es Jándula, un Macondo andaluz de magia esdrújula. “Mi intención no es política, pero es que en todo hay política. Me gustaría avivar la curiosidad por la guerra, en estos tiempos en los que se ve a 50 personas de 17 años con el brazo en alto cantando el Cara al sol. Debemos tener presente lo que pasó”, añade.
Tanto tiempo pasó Uclés haciendo la novela que la llegó a registrar cinco veces y brindó otras tantas con los amigos por haberla acabado. Recibió ofertas editoriales que luego rechazó. Hace tres lustros La península de las casas vacías no era estrictamente un proyecto sobre la Guerra Civil. “Empecé, simplemente, recopilando los testimonios orales que me contaba mi abuelo”, dice. Luego, hace nueve años, decidió meterse a fondo con la contienda, de modo que en el libro se puede leer la microhistoria de las gentes de Jándula, inspirada en la familia del autor, y la macrohistoria de la guerra, con todos sus episodios relevantes: la batalla del Ebro, la matanza de Badajoz, la Desbandá de Málaga, el asedio de Madrid, el enfrentamiento verbal entre Unamuno y Millán Astray en Salamanca o la llamada gesta del Alcázar de Toledo. Aunque el tono sea realista mágico, los hechos son completamente verídicos y documentados. Por la memoria. “Estamos en un momento con muchas tensiones y cualquier chispa puede desatar el desastre. A mí, en España, una futura guerra civil no me extraña”, dice el autor.
No habla de España, en la novela, sino de Iberia. Lo primero que se viene a la cabeza es que, siendo un territorio mágico, donde pasan cosas raras, merece otro nombre alejado de la realidad geográfica. Algo de eso hay, pero también otras cosas: su adhesión al iberismo, la corriente que piensa que España y Portugal deberían formar un solo país. “Soy iberista”, dice el autor, “creo que sería bueno para todos económicamente, simbólicamente, románticamente. Los símbolos actuales de España, lo queramos o no, tienen unas connotaciones, no son neutrales. Deberíamos crear otros nuevos. Nos enriqueceríamos con los lazos con Portugal, incluso con Brasil”. Y cita algunos autores que han expresado ideas similares: José Saramago, Fernando Pessoa, o el hispanista Ian Gibson.
Como documentación para su relato histórico, Uclés no solo leyó todo lo que cayó en sus manos, sino que, financiado por una beca Leonardo de la Fundación BBVA, recorrió 25.000 kilómetros de España, visitando todos los lugares relevantes para su proyecto; un viaje que luego resumió en un mapa. Su pueblo lo traía de serie. “No me costó mucho imaginar Quesada en los años treinta, porque la vida no ha cambiado mucho”, dice. “La única diferencia es que ahora hay tele donde ponen a Juan y Medio. Es que es todo igual: muebles antiquísimos, casas encaladas, la gente se expresa igual. La cultura de campo: gente muy telúrica, muy atada a la tierra y muy supersticiosa, con sus imágenes de la Virgen”.
Utilizó una pared de su casa para colocar otro mapa, este mental, en el que organizar las historias de todos los personajes, muy numerosos, que aparecen y desaparecen en la novela. Unas historias repletas de sucesos sorprendentes: lluvias que derriten los cuerpos, sombras que se cosen a cuerpos, cuerpos rellenos de ceniza, acelgas que proliferan por doquier, pueblos que se levantan sobre andamios (por aquello del Arriba España) o unos personajes conscientes de que son manejados por un narrador omnisciente: “Los personajes están ralladísimos con esto”, ríe el escritor. Un narrador que en un pasaje baja a hablar con Unamuno y en otro a reunirse con Franco delante de El entierro del Conde de Orgaz, de El Greco. El desarrollo estratégico de la guerra se narra como, literalmente, una sucesión de jugadas de ajedrez. Y dice el autor que funciona. Uclés hace lo que quiere cuando quiere, y no le queda mal.
¿Es realismo mágico o neorrealismo mágico, como se lee por ahí? “Supongo que es lo mismo, el término neorrealismo me gustaba porque también se refería al aspecto social del neorrealismo italiano, de Fellini, el retrato de una sociedad deprimida, pero igual son demasiadas referencias”, dice Uclés. La magia que le gusta es la de El tambor de hojalata de Günter Grass, la de En tierras bajas de Herta Müller, la de Hijos de la medianoche de Salman Rushdie, la del libro de culto El palacio azul de los ingenieros belgas del asturiano Fulgencio Argüelles. ¿Se leerá la nueva, es un decir, novela de Gabriel García Márquez? “Que va, García Márquez me parece muy cursi. Lo mío es más macabro”, concluye.
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