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CRÍTICA LITERARIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Bruja Luna, Rey Araña’, de Marlon James, fantasía de ángeles y demonios

En esta segunda entrega de una ambiciosa trilogía, el escritor jamaicano explora el África precolonial del espiritismo y de una cultura tribal envuelta en enigmas, hechicería y pavor desde una épica que persevera en el realismo mágico de sus primeros libros

Bruja Luna, Rey Araña
El autor jamaicano Marlon James, fotografiado en 2018.MARK SELIGER (EDITORIAL SEIX BARRAL)

Cuesta mucho creer que las virtudes narrativas de John Crow’s Devil (El diablo de los buitres, 2005), la ópera prima del autor que ganó en 2015 el Man Booker Prize con Breve historia de siete asesinatos, les pasaran desapercibidas a tantos editores, y que el escritor encajase 78 rechazos de otras tantas editoriales, hasta el punto de contemplar cómo se tambaleaba su vocación. De no ser porque su autoestima le hizo remontar el vuelo pretiriendo la conjura de los necios, bien podría haberse consolado compartiendo el infortunio que padecieron Joyce, Rowling, Stephen King o Kennedy Toole.

¿Qué se atrevieron a publicar los editores independientes de Akashic en Brooklyn? Una novela sombría que relata la lucha de poder entre dos sacerdotes envilecidos en un sórdido villorrio que apenas si recuerda su pasado anónimo en aquel tiempo dudosamente glorioso de las plantaciones en Jamaica, y que atiende por el nombre de Gibbeah. A la cuestionable autoridad del párroco Hector Bligh, santo bebedor sin leyenda al que llaman el Predicador del Ron, se enfrenta la fuerza demoníaca del Apóstol York, llegada un día de malos presagios en que una bandada de buitres negros —apodados John Crows— se estampó contra las vidrieras de la iglesia. Y avanza entonces el relato entre culpa y arrepentimiento, entre las veredas del espíritu y el mercadeo de la fe, a través de las condenas del pecado y del espectáculo del castigo.

Han querido ver algunos en la prosa de James vestigios del realismo mágico connatural a García Márquez, y es posible que a no pocos lectores les vengan a la memoria páginas de la claustrofobia emocional de Del amor y otros demonios, el motivo de “la horda de macacos luciferinos” que irrumpió “en la catedral aullando y ahogándose en espumarajos de sangre”, y la mezcolanza de culturas indígenas y criollas, aunque en realidad se nos antoja que la huella del Nobel colombiano en nuestro autor no va más allá de ciertos encuentros fortuitos debidos al imaginario caribeño y a sus ancestrales prácticas de magia y santería, puestas en evidencia, en la novela que nos ocupa, frente a la tiranía de la fe cristiana en un enmarañado paisaje espiritual distinguido por su sincretismo.

Y no está de más señalar aquí que la poesía del Nobel caribeño Derek Walcott, asentada en la civilización afro y el multiculturalismo, se asoma a algunos pasajes de esta novela oscura y brutal, tan poco apta para pusilánimes como las del maestro Cormac McCarthy o las películas de Peckinpah o Tarantino, siempre inmisericordes y complacidas en su regodeo gore y su concupiscencia. A la prosa sentenciosa de James (“la única cura para la dilación era el propósito”), entreverada de frases bíblicas y de proverbios evangélicos y versículos de Éxodo, Efesios, Marcos o Lucas, como la de William Faulkner, la singularizan y sin duda la enriquecen los himnos de góspel, los párrafos estratégicamente transcritos de la lengua vernácula hausa, la de la etnia más numerosa del centro y del occidente de África, nos anota el esmerado traductor (“Abba babba sicorsa tatta”), o de las jergas jamaicanas que iluminan con el patois el inglés del autor, convirtiendo el estilo en una amalgama de sonidos exóticos para cualquier lector (“Whoring nayga slut, I goin fix you bloodclaat business!”).

La voz de un narrador tan mesiánico como sarcástico (“El Pastor sabía que todo el mundo lo sabía y todo el mundo sabía que el Pastor sabía que todo el mundo lo sabía”) contribuye a convertir la siniestra historia de Gibbeah y de su población de prostitutas, curas y prosélitos temerosos de los cuervos del tamaño de demonios y de los designios de un Dios inmisericorde, en una crónica de los poderes del fundamentalismo y de las malas artes que lo sustentan. Más allá del meollo de la trama que enfrenta a ambos párrocos —un combate que, pese a que se ha apuntado, no parece remedar aquel legendario desafío que relata Conrad entre dos oficiales napoleónicos, si bien sí subraya la obsesiva necesidad del Otro— El diablo de los buitres puede leerse como la fábula de una sociedad atávica en la que convive el afán de lucro del cacique Aloysius Garvey, que se inventa una familia imaginaria, y la naturaleza pagana de Lucinda, la mujer que lucha contra sus incontables demonios debatiéndose entre las artes de la magia negra que heredó de su madre y los ardides de los que se sirve para medrar y convertirse en una de las más fervorosas seguidoras del Apóstol York.

La cultura afro, la magia, así como la violencia y la índole compleja de los lazos familiares traen a la memoria pasajes de Beloved de la Nobel Toni Morrison, ecos de su estilo a la vez lírico y trágico. “El viento traía susurros de risas”, y James describe nubes de color ámbar tiñendo los árboles de naranja o plagas de funestas palomas de la esperanza, sembrando ambigüedades, diseminando símbolos.

En buena medida los mimbres de su estilo estaban ya presentes en El diablo de los buitres, se afianzaron en su segunda novela El Libro de las Mujeres Nocturnas (2009), y reaparecieron sofisticados en Breve Historia de Siete Asesinatos (2015), una tragedia coral de artificiosa técnica y punto de vista múltiple con la que hurgó en el brumoso atentado contra Bob Marley y su banda en la oscuridad de la Guerra Fría y de una Jamaica espectral y violenta cuya historia se cuenta desde su deriva moral. James publica entonces Leopardo Negro, Lobo Rojo (2019), punto de inflexión y primer volumen de una trilogía de ambición desaforada pero no exorbitante porque la competencia narrativa del autor es ciertamente mayúscula, y se revela por igual en el dominio de los narradores y en el control de una trama exuberante que crece en la página como en el muro lo hace la hiedra.

Habita la novela la mitología africana, de atmósfera esotérica y de un marcado carácter legendario, y una suerte de fantasía épica de nuevo cuño que persevera en el realismo mágico, se acerca en sus modos de narrar a Ciudad Victoria de Salman Rushdie y sirve de escenario para que en él se desenvuelvan personajes extravagantes encerrados, sin embargo, en una estricta lógica del discurso. Más allá del alcance de las innovaciones de James en el género de la fantasía, su literatura vuela siempre muy alto. Y se traduce ahora Bruja Luna, Rey Araña (2022), segunda entrega de esta trilogía que algunos han querido entroncar con Juego de Tronos y que se sitúa en el África precolonial del espiritismo y de una cultura tribal envuelta en enigmas, hechicería y pavor. Adquiere protagonismo la bruja Sologon que el lector conoce de Leopardo Negro, Lobo Rojo y que ahora cuenta desde su perspectiva la historia del niño desaparecido a partir de la cual de desarrollaba el primer libro de la trilogía. Y qué duda cabe de que el recurso a las versiones distintas de una misma historia contribuye a fortalecer ese universo mítico poblado por la violencia gore de superhéroes de cierta analogía con Hellboy, y por semidioses y criaturas demoníacas, que se pretende erigir.

De la mano de una prosa polifónica y en ocasiones dialectal, que sabe de elocuencia, Bruja Luna, Rey Araña da cuenta de cacerías de demonios y de cruentas rivalidades en el seno de un imperio prodigioso concebido contra la verosimilitud e inspirado tanto en la fantasía de El señor de los anillos de Tolkien como en el cómic de la serie X-Men de Marvel o la épica de Rashomon de Kurosawa y sus distintas versiones de la historia. Y ecos de la picaresca clásica de Fielding, de la verbalidad prodigiosa de Faulkner y de sus opresivas genealogías (y de sus mapas y su estilo grave), de Meridiano de sangre de Cormac McCarthy y de la oralidad encerrada en la narrativa de Toni Morrison. Años después de ganar el Man Booker, la imaginación desatada y la escritura febril de Marlon James, en las que lo grotesco convive con lo estremecedor, crecen sin tregua hasta convertirse en una brillante estrella del firmamento narrativo en lengua inglesa.

Portada de 'Bruja luna Rey Araña', de Marlon James. EDITORIAL SEIX BARRAL

Bruja Luna, Rey Araña

Marlon James
Traducción de Javier Calvo Perales
Seix Barral, 2023
864 páginas. 23,50 euros
Portada de 'El diablo de los buitres', de Marlon James

El diablo de los buitres

Marlon James
Traducción de Antonio Jiménez Morato
Libros del Kultrum, 2023
344 páginas. 22 euros

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