Toros, censura e Imperio español: Vox y la instrumentalización de la cultura para marcar perfil
La formación ultra se muestra proclive a aceptar competencias en el ámbito cultural, y el Partido Popular a cederlas, para colocar su discurso con facilidad y obtener rédito político
El partido ultra Vox parece decidido a instrumentalizar la cultura para sus fines políticos. En sus pactos con el Partido Popular para gobernar en autonomías y municipios, Vox se ha mostrado proclive a asumir competencias en Cultura, y el PP proclive a concedérselas. Es el caso de la consejería de Cultura de Castilla y León (con el “taurófilo” Gonzalo Santonja al frente) y en la Comunidad Valenciana (con el extorero Vicente Barrera, que también es vicepresidente), además de concejalías en diferentes localidades (ha entrado en más de 140 ayuntamientos), como Valladolid, Orihuela, Talavera de la Reina o Burgos. Allí donde Vox se roza con la cultura (y tal y como se lee en su programa electoral publicado el pasado viernes) se ve un ensalzamiento del folclore y las costumbres españolas (como la tauromaquia), la mirada revisionista sobre la historia de España (con especial atención a episodios como la Reconquista o la conquista de América) o la censura de expresiones culturales que consideran progresistas o que no encajan con su imaginario nacionalcatólico.
La cultura para Vox tiene una importancia que tal vez no le conceden otros partidos. El teórico Antonio Gramsci, creador del concepto de “hegemonía cultural” y referente clásico de la izquierda, es ahora esgrimido sin pudor por voces del ámbito de la ultraderecha: el dominio en lo cultural (en el más amplio sentido de la palabra), como decía el italiano, puede allanar el camino hacia el dominio en lo político. “Mientras que cambiar otras cosas a nivel legal es muy difícil, como cuestiones de inmigración o de matrimonio LGTBI, ponerse a cancelar obras de teatro es mucho más fácil”, dice el periodista Xavier Rius, autor de Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron (Akal). “No sé si es una estrategia inteligente”, continúa, “pero consigue marcar perfil con facilidad. En Vox gusta que se hable de ellos, aunque sea mal”.
Los casos de censura han goteado desde la constitución de los Ayuntamientos. Por ejemplo, la cancelación de la película de animación Lightyear, en la que aparecen dos mujeres besándose, en la localidad cántabra de Santa Cruz de Bezana, o la de una obra teatral basada en el Orlando de Virginia Woolf, donde se tratan asuntos de feminismo y transexualidad, en la localidad madrileña de Valdemorillo (y su sustitución por un espectáculo de boxeo). En ambos lugares Vox es responsable de Cultura. En el pueblo de Briviesca, Burgos, en el que el PP alcanzó al alcaldía con los votos de Vox y Ciudadanos, el nuevo alcalde canceló un obra contratada, de Xavier Bobés y Alberto Conejero, basada en la figura Antonio Benaiges, un maestro republicano fusilado en 1936. Se alegaron problemas técnicos y presupuestarios. Previamente, el partido también había aplaudido la cancelación de la obra basada en la vida de Santa Teresa de Jesús en los Teatros del Canal, de la Comunidad de Madrid (gobernada por el PP), del dramaturgo Paco Bezerra. “Les agradezco que no programen una obra tan dañina y esperpéntica, muchas felicidades por no programar semejante daño a la cultura española, a una santa doctora de la Iglesia”, dijo Gonzalo Babé, portavoz ultra en la Asamblea de Madrid.
Anoche, el líder de Vox, Santiago Abascal, criticó en un acto en Zaragoza que acusen a Vox de censura en la cultura quienes “han impuesto la dictadura de la corrección política”. Ante la polémica por los recientes vetos a representaciones culturales, Abascal calificó de “sorprendente” que los comentarios contra Vox los lidere “la izquierda que ha traído la cultura de la cancelación, la que ha amordazado a escritores, poetas o cantantes”. “Pues que tengan muy claro que no hemos venido ni a asumir sus discursos culturales ni a pagar sus fiestas. Donde tengamos las competencias de cultura vamos a hacer lo que nos parezca. Y lo que nos parece es que lo que se debe hacer es hacer cultura respetando los intereses y gustos de los españoles”, añadió.
En defensa de la identidad española
Más allá de eso, la interacción de Vox con la cultura ha sido peculiar. Ha tendido a alabar y promover la tauromaquia como hecho identitario español, así como la defensa del patrimonio histórico-artístico tradicional y también las culturas tradicionales desde un punto de vista folclórico, al estilo de los Coros y danzas con los que se promocionaba el franquismo. “Promocionaremos y apoyaremos nuestras fiestas locales y tradiciones populares como señas de identidad y lazos de unión comunitaria entre generaciones que mantienen viva nuestra historia milenaria”, dice en un artículo de su programa. “Protección de las tradiciones populares, eventos religiosos y festejos taurinos propios de la España rural frente a los ataques del progresismo y el globalismo”, insiste más adeltante.
En otros ámbitos, como en el del cine, se ha mostrado hostil a la industria española, que identifica con la izquierda “progre”. “Estamos hartos de que nos hablen mal de nuestro país, hartos de que nos hablen mal de nuestra patria, de que nos hablen mal de nuestros padres y nuestros abuelos”, dijo Abascal en una ocasión en un mitin. En otra ocasión ahondó en su disgusto con el cine español y mostró su preferencia por cineastas como Clint Eastwood o Mel Gibson.
En este sentido, se han acercado a las corrientes que denuncian el “marxismo cultural”: la teoría de la conspiración según la cual la izquierda, una vez perdida la lucha política y económica tras la caída de la Unión Soviética, está decidida a vencer por medio de la cultura (volviendo a Gramsci), donde aquí cultura no solo se entiende como los productos culturales (el cine, el arte o literatura) sino como el sentido común de la época en cuanto a cuestiones como el feminismo, el aborto, lo LGTBI o el ecologismo. “Es urgente frenar el marxismo cultural”, ha dicho Abascal. Los movimientos antes citados eran arrojados a la basura en una gran lona propagandística colocada en la fachada de un edificio de Madrid.
Para algunos, cultura y Vox, a pesar de esos intentos de instrumentalización, son cosas inmiscibles. “El neofascismo de Vox es ignorante y trabucario, y no hay ninguna sofisticación en él. Ni saben quién era Menéndez Pelayo o Eugenio D’Ors, o Ramiro de Maeztu. Probablemente quemarían la Historia de los heterodoxos españoles porque les suena raro el título”, dice el ensayista José María Lassalle, que fue secretario de Estado de Cultura por el Partido Popular durante el mandato de Mariano Rajoy. A juicio de Lassalle, la ultraderecha actual no tiene un proyecto ideológico potente sobre la cultura, como si tuvieron otros movimientos anteriores como el fascismo o el nazismo de los años 30. “Su aproximación a la cultura es brutal, sin más, basada en garrotazos prohibicionistas a lo Millán Astray y en una mercantilización neoliberal de la cultura que, inspirada en la alt right norteamericana, haría que desapareciera cualquier política de ayuda o fomento”.
Vox y la España Imperial
Uno de los campos en los que la ultraderecha ha elegido librar batalla es el de la historia. “Es un elemento absolutamente central para Vox porque permite conectar con un segmento de la población, no mayoritario, al que le genera desazón el cambio de valores que se está produciendo”, explicó el politólogo Mateo Ballester en la presentación, el viernes pasado, del libro colectivo Vox frente a la historia (Akal), coordinado por Jesús Casquete.
Integra en su discurso de manera natural el relato histórico del franquismo. Por ejemplo, la batalla de Covadonga como cuna de España, lugar en el que a Vox le gusta iniciar cada campaña electoral. La lengua asturiana, eso sí, no es del gusto de la formación: en el Ayuntamiento de Gijón la formación amenazó con vetar la contratación de grupos musicales que canten en asturiano. Otros episodios históricos que son tomados como bandera son la Reconquista culminada por los Reyes Católicos (monarcas de referencia para la ultraderecha) o el Imperio Español, todos ellos vistos desde un punto de vista revisionista, contra la Leyenda Negra y justificando la conquista de América como una forma de aportar civilización y cultura.
Un punto en el que coinciden con los sectores más radicales del Partido Popular, por ejemplo, la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, que promocionó una visión edulcorada y nacionalista de la conquista de México por parte de Hernán Cortés en el musical Malinche, de Nacho Cano, exmiembro de Mecano. La presidenta ha comparado al indigenismo con el comunismo y a la Hispanidad como un fenómeno que llevó la “libertad, prosperidad, paz y entendimiento” a los pueblos indígenas.
“Combatiremos los intentos de borrado del legado español en América”, reza el programa de Vox. “Los españoles no tenemos que pedir perdón por nuestro pasado. Impulsaremos iniciativas culturales y educativas, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, destinadas a combatir la ‘leyenda negra’ y a dar a conocer la labor civilizadora de España en América”. Hay partes de la historia de España que a Vox no le interesan tanto, como es el caso del liberalismo español de las Cortes de Cádiz, en el s. XIX, un siglo que no suelen tratar demasiado con excepción de la Guerra de la Independencia contra el francés. O el propio franquismo, de donde les cuesta sacar rédito.
La visión de la historia de Vox se ha escenificado de manera notoria en el festival Viva22, en octubre del año pasado, con el lema “la historia que hicimos juntos”, en el que a modo de obra teatral se narraban de manera ahistórica y maniquea las heroicidades de la España que extiende su cultura e idiosincrasia por el mundo, sin mencionar a Lorca, Picasso o Machado entre los 52 personajes mencionados. “Uno de los rasgos a tener en cuenta de la derecha radical es el ultranacionalismo”, opina la historiadora Zira Box, participante en el libro antes citado, “la nación y la identidad se entiende de forma esencializada: España existe, preexiste y precede más alla de las estructuras políticas. España como destino, como vocación. Cualquier cambio de valores que pueda mover esa identidad inamovible es visto como amenaza”. Vox defiende la libre interpretación de la historia más allá de la visión experta, y en eso se legitima para estar contra las leyes de Memoria Democrática.
Un caso práctico: la cultura en Castilla y León
El consejero de Cultura de Castilla y León, Gonzalo Santonja, lo dejó claro desde el principio: la tauromaquia sería clave para su departamento como lo es en el discurso de Vox. El catedrático, de 70 años, fue reclutado por los ultras por su condición de experto taurino y ha cumplido las previsiones con políticas que favorecen el toreo y su reconocimiento. Los 15 meses de su gestión implican también el volcado de las tesis ideológicas de la extrema derecha, con ataques a la identidad autonómica y el afán por proteger simbología franquista.
Santonja, pocas semanas tras ser ungido, compareció el 20 de mayo de 2022 para detallar su programa bajo una premisa: “Los españoles somos quienes somos, no quienes otros quieren que seamos”. El alto cargo, autor de varios libros y estudios sobre la lidia, se autoproclamó “taurófilo”, habló de “calumnias sobre un hipotético sufrimiento animal” y responsabilizó a estas críticas de “atentar contra nuestras tradiciones y modos de vida”. Además, incluyó la tauromaquia en los Premios de Castilla y León junto a categorías como las Artes, la Investigación científica, las Letras o los Valores humanos. Anteriormente, desde 2015 y con el PP al mando, existía un galardón honorífico y sin cuantía. Ahora la dote es de 18.000 euros.
El primer galardonado en la era Santonja fue el salmantino Pedro Gutiérrez Moya, El niño de la capea, reconocido como “ejemplo vivo de los valores de esfuerzo, superación personal, sacrificio, entrega y dedicación”. El titular de Cultura también ha asignado directamente 270.000 euros de fondos públicos a la Fundación Toro de Lidia para organizar novilladas y fomentar “la formación y carrera de los jóvenes aspirantes a profesionales taurinos”. La entidad fue condenada en 2020 a devolver otra partida autonómica por no permitir el acceso a esa subvención para otras entidades similares. El acuerdo destaca la tauromaquia como “patrimonio cultural de todos los castellanos y leoneses” con un “innegable interés social”.
Castilla y León también premió, en la categoría de las Letras, al recientemente fallecido escritor Fernando Sánchez Dragó, muy cercano a la dirección de Vox. El autor, que reconoció en sus obras haberse acostado con menores de edad, fue comparado, al darle el reconocimiento, con Antonio Machado o Javier Marías y se unió a literatos condecorados como Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite, Julián Marías o Rosa Chacel. De Dragó destacaron “su vocación de rescate de los marginados, de los heterodoxos y de los malditos de nuestra cultura”. El novelista no pudo recoger el galardón al morir pocas semanas después del anuncio de la concesión.
La extrema derecha también ha llevado a la comunidad su plan nacional de convertir en Bienes de Interés Cultural símbolos franquistas amenazados por la Ley de Memoria Democrática. El territorio cuenta con 167 de estos vestigios, entre ellos la conocida como “Pirámide de los italianos”, un monumento del fascismo italiano en el norte de Burgos en memoria de los soldados de Mussolini enviados en la Guerra Civil para apoyar al dictador Francisco Franco. Santonja ha alabado el “valor artístico, histórico y paisajístico” de la obra, frecuentemente visitada por grupos neonazis nacionales y europeos.
La impronta ultra se ha asomado a emblemas culturales de la comunidad como el festival cinematográfico Seminci, en Valladolid, que el PP de la ciudad quitó de las manos de Vox al trasladarlo de Cultura, gobernada por Vox, al área de Turismo. El vicepresidente autonómico, Juan García-Gallardo (Vox), citó en 2022 presuntos “contenidos ideológicos o sectarios” y reclamó un “cine sin ideología” para cuando hubiese un entonces potencial cambio de corporación local, confirmada tras las elecciones de mayo. Este octubre será la primera Seminci con Vox en el Ayuntamiento, quien a su vez verá cómo se celebran en Valladolid los premios Goya tras conseguir el anterior alcalde, Óscar Puente (PSOE), que la gala transcurriera en la ciudad. El alto cargo ultra Ignacio Garriga los definió en la pasada edición como “espectáculo circense” para “blanquear a ETA”.
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