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Muere Fernando Sánchez Dragó a los 86 años, el escritor de la televisión y la polémica

El novelista y periodista, autor de más de 40 títulos y ganador de diversos premios, entre ellos el Nacional de Literatura, ha fallecido de un infarto, según fuentes de su entorno

Fernando Sánchez Dragó
Fernando Sánchez Dragó, en Madrid en 2011.Pablo Blázquez Domínguez (Getty Images)

Con las gafas de leer sobre la punta de la nariz, apostado tras un atril de madera y hablando a la cámara con densidad, enjundia y cierta pedantería en alguno de sus programas televisivos sobre literatura. O en la tribuna de invitados del Congreso, presenciando con orgullo el espectáculo que él mismo había propiciado: su amigo, el excomunista Ramón Tamames, encabezando la moción de censura de la ultraderecha. Son algunas de las imágenes icónicas de Fernando Sánchez Dragó, un escritor que será recordado no tanto por su producción literaria como por todo lo que la rodeó, incluidas sus continuas boutades.

El escritor, periodista, divulgador, hombre público, místico, presunto sátiro y amante de los gatos ha muerto de un infarto este lunes a los 86 años en su casa de Castilfrío de la Sierra (Soria), el lugar en el que desde hace un par de decenios buscaba cierto retiro del mundo y el encuentro con sus raíces. Y donde, en el momento de su muerte, se encontraba con su actual pareja, Emma Nogueiro. Autor de más de 40 títulos, cultivó la novela, el ensayo y las memorias. Su libro Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España (Hiperión) obtuvo el Premio Nacional de Ensayo de 1979.

Gárgoris y Habidis, publicado con mucho bombo en 1978, quiso ser uno de los grandes libros teóricos sobre la historia de España, a la altura de Américo Castro o Sánchez Albornoz, esta vez por la faceta de lo mítico, esotérico y mágico, en busca de una raíz de lo ibérico en el inconsciente colectivo y los arquetipos de Carl G. Jung, uno de sus pensadores de cabecera. Una obra monumental, en cuatro volúmenes, plagada de citas y referencias, muchas de ellas personales, que, a pesar del tema y la extensión, obtuvo buenas ventas, aunque no tanto el beneplácito de los historiadores.

El libro no estuvo exento de polémica. En su dura crítica, la escritora Carmen Martín Gaite observaba que a Dragó “no le importa ser llamado carca, se declara abyecto y rematado agnóstico y nos informa a cada paso de las variaciones de su brillante ego, de sus regüeldos, de sus múltiples viajes, de su desprecio por esto o lo otro, de sus asuntos de cama, incluidos los onanismos sin eyaculación –de algunos de los cuales debe de ser hijo este libro–, de que opta orgullosamente por la marginación y de que no le urge encontrar lectores”.

En el campo de la novela, alguno de sus títulos más sonados fueron El camino del corazón (finalista del Premio Planeta en 1990) o La prueba del laberinto (premio Planeta en 1992). Otros reseñables son Carta de Jesús al Papa (Planeta, 2001), El sendero de la mano izquierda (Planeta, 2002) o Y si habla mal de España... es español (Planeta, 2008). “Sus libros nunca acabaron de cuajar”, dice el escritor Luis Antonio de Villena, “enseguida se impuso el personaje, que en sus comienzos era de carácter libertario y no comunista, como muchas veces se piensa. Tomó el cauce de los programas televisivos, que eran estupendos, pero se estropeó cuando se impuso su yoísmo. El gran problema de Fernando fue siempre su necesidad de figurar a toda costa, de ser mediático, ya fuera presumiendo de fumar marihuana o yéndose a Vox”.

Ese libertarismo se dio en su juventud, a finales de los cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando Sánchez Dragó militó también en el antifranquismo, lo que le llevó a sufrir 17 meses de cárcel (donde conoció a Tamames) y siete años de exilio, aunque después, durante buena parte de su vida, siguió reivindicando el anarquismo individualista y cuestiones como la legalización de las drogas (la misma que defendía su amigo Antonio Escohotado, fallecido en 2021). Estaba interesado más en las sustancias psicodélicas o enteogénicas, por su vertiente espiritual, que en las excitantes. Esa faceta espiritual, muy propia de la contracultura, también se reflejó en su gusto por lo oriental, sobre todo por la cultura japonesa, país en el que vivió, y por el misticismo y el esoterismo en general (El camino del corazón trata, precisamente, de un viaje iniciático a Oriente en pos de la sabiduría). En su refugio soriano dirigía los Encuentros eleusinos, en referencia a los ritos iniciáticos celebrados en la antigua Grecia, unos eventos destinados a abundar en este tipo de cuestiones, y que consideraba la gran obra de su vida.

Tal vez su faceta televisiva fuera la más exitosa y popular: ganó el Premio Ondas con El mundo por montera y el Premio Nacional de Fomento de la Lectura con Negro sobre blanco (donde llegó a entrevistar, en 2001, al entonces presidente Aznar, que se reveló como buen lector de poesía). “Dragó era un tipo con muchas aristas, un poco extraño, pero con un gran talento. Y la cámara le quería”, dice el periodista Javier González Ferrari, que fue director general de Radiotelevisión Española en tiempos de Negro sobre blanco, “su pedantería era soportable, porque estaba basada en la sabiduría. Ya no se hacen programas como aquellos”.

En uno de los episodios de El mundo por montera el dramaturgo Fernando Arrabal se encaramó a la mesa como afectado por la bebida (cosa que el propio Arrabal negó) y dejó para la posteridad la frase: “El milenarismo va a llegar”. A lo que Dragó amonestaba: “Fernando, no te sientes en la mesa, que si no la sujeta Campillo se vence”. Por sus programas pasó la plana mayor de la literatura en castellano: son recordados algunos de sus episodios, como el de Francisco Umbral, el de Leopoldo María Panero, fumando y bebiendo Coca-Cola con ansiedad, el de Gustavo Bueno en debate con Santiago Carrillo o el recital del poeta ácrata Jesús Lizano. Ahí se encontraban el espacio y tiempo necesarios para charlar de literatura con una profundidad y erudición nada común en el medio televisivo.

“Fue un personaje muy singular, al que le gustaba llevar la contraria y decir cosas chocantes. Viene bien que haya gente así y siempre le he considerado un tesoro nacional”, declaró su amigo el filósofo Fernando Savater a Televisión Española. Ese carácter polémico rodeó y engulló su actividad, y el escritor parecía alimentarlo de forma vehemente, ya fuera posando desnudo en una entrevista para El Mundo, en 2009, o vistiendo aquella camiseta negra donde se leía Droga Dragó. Uno de sus episodios más controvertidos se dio tras la publicación de su novela Dios los cría… y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción… (Planeta).

Siempre fanfarrón en cuanto a lo sexual, procedente de una época en la que ese fanfarroneo era muestra de virilidad, en el citado libro el autor afirmaba haber tenido relaciones sexuales con dos “lolitas” de 13 años en Tokio. Causaron gran revuelo algunos pasajes: hablaba de encontrarse “con unas lolitas de esas ―ahora hay muchas― que visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda”. En las mismas páginas se leía también que “las muy putas se pusieron a turnarse” y “las delincuentes eran ellas y no yo”. El escritor trató de justificarse tildando ese episodio de “anécdota trivial convertida en literatura”, si bien en la novela presumía de que el delito ya había prescrito.

Sánchez Dragó aseguraba que él nunca fue del Partido Comunista de España (PCE) sino que estuvo en el PCE: como tantos, se afilió durante el franquismo cuando el Partido era el único instrumento existente para luchar contra la dictadura. En la misma lógica, ahora, Sánchez Dragó no estaba en Vox –no consta que tuviera carné del partido ultra— pero sí era de Vox. Tan importante era en la formación que consiguió que su líder, Santiago Abascal, presentara a Tamames como candidato de su moción.

Donde sí estaba Sánchez Dragó era en el patronato de la Fundación Disenso, presidida por el propio Abascal y creada con el objetivo de actuar de cabeza de puente para el desembarco de Vox en América Latina y, por último, pero no menos importante, cobrar las subvenciones públicas que corresponden a las fundaciones ligadas a partidos políticos en función de sus votos y escaños. Consejero personal de Abascal, Sánchez Dragó ha sido el intelectual de mayor prestigio detrás del partido, al que ha prestado su respaldo público, a pesar de que ideológicamente el escritor era un anarcoliberal elitista y estaba en las antípodas del ultracatolicismo de Vox. En 2019, en pleno ciclo electoral, publicó un libro titulado Santiago Abascal. España vertebrada (Planeta) que recogía, con aires paternalistas, una larga conversación de tres días con el líder ultra en su casa de Castilfrío que sirvió para lanzar su candidatura a La Moncloa.

Era conocida su afición por los alimentos, sustancias, filosofías y mejunjes que alargan la vida y la juventud, hasta escribió un libro sobre el asunto (Shangri-La. El elixir de la eterna juventud, en Planeta, calificado por algunos expertos como demencial) y lo cierto es que estuvo en buena forma hasta una edad avanzada. Como muestra, su actividad en Twitter, siempre polémica, fue intensa hasta el final. Poco antes de morir, solo unos minutos antes de que en la central de emergencias sonase el teléfono, tuiteó una foto con su querido gato subido a la testa. El texto decía: “El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo”.

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