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AQUÍ ES MARTES
Columna
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Lo bello

John Ruskin describió con maestría las pinturas de Giotto en un libro excepcional

'Frescos de la Capilla de los Scrovegni', de Giotto di Bondone (1305).
'Frescos de la Capilla de los Scrovegni', de Giotto di Bondone (1305).<a href="http://www.padovanet.it" target="_blank"> Cappella degli Scrovegni (Padua, Italia). </a> (Getty Images)
Félix de Azúa

Hay en Sevilla una pequeña editorial que fabrica libros preciosos, aunque no son fáciles de encontrar por librerías. Este inicio, que parece de un cuento de Washington Irving, responde a la realidad de la editorial Athenaica, cuyos dueños prefieren hacer libros como breves joyas a superventas de peluquería. Lo sé de buena tinta porque me editaron una Venecia como nadie me la había editado.

No obstante, hoy les comento un libro excepcional que es para gente de gusto afinado, el Giotto de John Ruskin, cuyo original data de 1860. Sobre el singular personaje de Ruskin y el origen de este ensayo que cuenta las pinturas de la Capilla de los Scrovegni, en Padua, figura un soberbio prólogo de Andreu Jaume que me ahorra dar explicaciones. Baste saber que el conjunto padano es la obra maestra del gótico italiano. O quizás podría decirse del prerrenacimiento, pues data de 1306 y es de una grandeza racional y serena más propia del clasicismo renacentista que del último cristianismo.

Recibió Ruskin el encargo cuando una sociedad culta londinense, la Arundel Society, editó un conjunto de grabados con la totalidad de los frescos giottescos y aunque Ruskin no estaba muy complacido con la colección (“los mejores resultados obtenibles mediante el esfuerzo mecánico no serán más que planos de los cuadros, no espejos de estos”) consideró un deber explicar cada una de las imágenes. El resultado es deslumbrante, tanto si se ha visitado ya ese monumento absoluto como si no. Pero si no lo ha visitado, llévese consigo la guía de Ruskin, no la hay mejor y cabe en el bolsillo.

Por supuesto, la visión del ensayista es la de un prerrafaelita y tiene el valor documental de la invención medieval en Inglaterra, un rearme espiritual de acuciante actualidad para nosotros. Así, por ejemplo, le irrita que a la Virgen se la represente como una matrona y no como una doncella a la manera, digamos, de Burne-Jones (p. 122), pero esa era la forma monumental de presentar a la madre de Dios. Porque lo maravilloso de Giotto es justamente el aspecto marmóreo, grandioso, de sus figuras sagradas y profanas, tan próximas a la escultura de los Pisano y de lo que se conocía de la Atenas dórica. Las fortísimas figuras suelen apoyarse en gráciles arquitecturas aéreas en contraste apolíneo. ¡Qué aplomo, qué equilibrio, qué enormidad! Esta es la historia del sacrificio de Jesús antes de que lo tomaran para sus dramatismos los barrocos y para el minucioso sentimiento los románticos. Es un sacrificio más próximo a Sófocles que a los calvarios del medioevo.

El texto de la edición tiene un gran interés, pero si lo traigo aquí con tanto empeño es porque el libro contiene todas y cada una de las grandes escenas de la capilla. La reproducción es muy buena, los colores responden con acierto al original y el conjunto me parece inmejorable. Téngase en cuenta que la mitad del relato allí pintado por Giotto pertenece a textos pseudo epigráficos sobre la vida de la Virgen que no figuran en el canon bíblico, aunque puede leerse una parte en Los evangelios apócrifos editados por Santos Otero en la Bac. Así que estamos en el mundo de la leyenda cristiana y su inspirada novelería, ilustrada por uno de sus más grandes talentos.

La traducción de Victoria León es excelente.

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Sobre la firma

Félix de Azúa
Nació en Barcelona en 1944. Doctor en Filosofía y catedrático de Estética, es colaborador habitual del diario El País. Escritor experto en todos los géneros, su obra se caracteriza por un notable sentido del humor y una profunda capacidad de análisis. En junio de 2015, fue elegido miembro de la Real Academia Española para ocupar el sillón "H".

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