Tres investigadores españoles documentan centenares de pinturas en el principal yacimiento rupestre de la India
Miembros de la asociación cultural alicantina CEC han catalogado, en colaboración con arqueólogos indios, figuras antropomórficas y de animales en las formaciones rocosas de las fuentes del río Betwa
Tres investigadores del Centre d’Estudis Contestants (CEC) de Cocentaina (Alicante) han logrado documentar centenares de pinturas rupestres con una antigüedad de entre 10.000 y 900 años en más de 60 abrigos de roca en el valle donde nace el sagrado río Betwa, en el estado indio de Madhya Pradesh. “Aunque podría encontrarse algún artículo en publicaciones indias que en el pasado describieran estos yacimientos de las montañas Vindhya, es la primera vez que se lleva a cabo una documentación exhaustiva de gran parte de sus pinturas”, asegura Pere Ferrer, presidente del CEC y uno de los investigadores que han trabajado dos temporadas en los últimos años en las fuentes del Betwa, junto con Amparo Martí, José Elías Esteve y los arqueólogos indios Kumar Chakravarty, Narayan Vyas y Kumar Mohanty.
En este yacimiento prehistórico de gran tamaño, el mayor y más importante de la India, se encuentran también las pinturas rupestres de Bhimbetka, descubiertas en la década de los cincuenta del pasado siglo. Sin embargo, estas sí están bien descritas y catalogadas desde hace años, ya que pertenecen a la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 2003.
Las pinturas analizadas por el grupo de investigadores se localizan en muros o abrigos de roca como los de Urden, Satkunda, Lakha Juhar o Jhiri, a unos 30 kilómetros de la capital de Madhya Pradesh, Bhopal, un antiguo principado cuya leyenda se forjó durante cien años, hasta 1926, en los que fue regido por cuatro mujeres musulmanas, las begums. Pero hoy Bhopal es más conocida en el mundo por la tragedia que causó el accidente químico de la planta de Union Carbide en 1984, que causó más de 15.000 muertos y muchos más afectados gravemente de por vida.
El CEC, una asociación cultural con más de 50 años de existencia, publicó estos trabajos a finales de 2022 en el libro India. Arte rupestre y vida tribal en las fuentes del río Betwa. El catálogo recopila imágenes de animales plasmadas en la roca, las más antiguas pertenecientes al período Mesolítico —de hace unos 8.000 años antes de nuestra era—, fauna que hoy todavía habita en el valle: cérvidos, búfalos, monos langures, tigres, panteras, osos o serpientes, y también testimonios en piedra de las especies como elefantes, rinocerontes, cocodrilos y toros salvajes. Además, los artistas del valle del Betwa pintaron signos, quizá mágicos, y dibujos antropomórficos de cazadores y danzantes, algunos en posturas contorsionadas que pudieran reflejar estados de éxtasis inducidos por la ingesta de alucinógenos.
Las pinturas rupestres más recientes catalogadas por los investigadores alicantinos en estos abrigos de roca pueden datarse desde el siglo IV hasta el XII y representan a soldados de infantería provistos de lanzas, arqueros o jinetes en sus monturas que bien pudieran reflejar las batallas entre los poderosos reinos medievales de Paramara y Chalukya.
Según Ferrer, los pigmentos que resultaron en los colores principales de las pinturas del valle del Betwa, fundamentalmente rojo, blanco, amarillo, naranja o verde esmeralda, fueron prácticamente los mismos que los hallados en las pinturas del Mesolítico de otras latitudes, “pero los tipos de decoración de los cuerpos de los animales sí son diferentes y generalmente las halladas en la India suelen presentar motivos geométricos muy abstractos y complejos, mientras que, por ejemplo, en el Levante español son más listados”.
Los trabajos de investigación en el terreno se llevaron a cabo en los meses de invierno, ya que en verano, cuando azotan los monzones, el valle se vuelve impenetrable por la crecida de la masa forestal; el enclave se convierte en una densa jungla y, además, “es muy peligroso, pues las lluvias atraen muchísimas cobras”.
El presidente del CEC y su equipo tuvieron que escapar “despavoridos” en dos ocasiones, recuerda, cuando un rugido ensordecedor anunció la presencia de un tigre muy cerca de los investigadores, que se encontraban en un abrigo escarpado, alejados de su vehículo. Pero el peor accidente que sufrió la expedición fue el ataque de un enjambre de abejas que brotaron enfurecidas de uno de los enormes panales silvestres que abundan en los abrigos del Betwa. Uno de los arqueólogos nativos hubo de ser ingresado en un hospital por los picotazos de más de un centenar de las abejas salvajes, mientras que al propio Ferrer le extrajeron 25 aguijones solo en la cabeza.
La publicación del CEC añade un estudio etnográfico de los habitantes de las fuentes del Betwa y, para ello, los investigadores contaron no solo con la ayuda de los guías, sino también con “la gran hospitalidad de los adivasis, las poblaciones tribales que viven en la zona”, que los acogieron en sus poblados. “Compartieron su comida con nosotros e incluso nos mostraron varios de sus santuarios animistas secretos para los profanos, pues ellos nunca nos vieron como extraños”, señala Ferrer.
En esta región remota de Madhya Pradesh los diferentes grupos étnicos, gond, bhil, korku y bhilala, conservan costumbres ancestrales y, pese a que sus individuos están censados como hinduistas, en general son animistas y cada tribu venera unos enclaves sagrados diferentes del resto. Según la investigación del CEC, para muchos adivasis esta extraordinaria galería artística elaborada durante milenios fue obra de espíritus malignos y héroes épicos o mitológicos. “Los adivasis de esta región central de la India —que suelen lucir curiosos tatuajes en el rostro, como alitas de pájaro alrededor de los ojos— llevan a cabo todas las labores del campo del modo tradicional, se siega y recolecta a mano; la dieta es muy simple, a base de arroz y verduras, y obtienen bebidas a partir de la corteza de los árboles. Durante los meses del monzón pescan en el Betwa con redes rudimentarias”.
La epopeya del Mahabharata, el gran poema épico indio, menciona las Montañas Vindhya en un episodio en el que Surya, el dios del Sol, ruega al sabio Agastya que le ayude para que la inmensa altura de estos montes, empeñados en competir con el Himalaya, no le obstruyera el paso. Agastya pasó ante las montañas cuando se dirigía al sur del subcontinente y estas se inclinaron en señal de respeto. El sabio les pidió que permanecieran en esa postura para poder cruzarlas de nuevo en su camino de regreso. Pero nunca volvió y el Sol desde entonces pudo moverse libremente por el cielo.
La asociación CEC mantiene en Cocentaina un museo arqueológico y otro etnológico de esta comarca alicantina, que exhiben herramientas, cerámica y otros objetos de períodos desde la prehistoria —sobre todo del Neolítico y Calcolítico— hasta la Edad Media, con especial énfasis en la etapa musulmana del siglo X al XII, cuando la región pertenecía a la taifa de Denia.
Ferrer recalca que para las dos campañas de investigación en las fuentes del Betwa, el CEC no pudo obtener “un solo euro” de subvención pública en España y ha sido una empresa privada, Textisol, la que ha patrocinado las expediciones, además de la mayor parte de la edición del libro, que se ha distribuido en varios museos y universidades y en la que ha participado el Ayuntamiento de Cocentaina.
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