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Serrat y Sabina, dos pájaros libres en Buenos Aires

Los músicos renuevan su alianza con América Latina y anuncian dos conciertos en Madrid

Federico Rivas Molina
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, durante el concierto de este jueves en Buenos Aires.
Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, durante el concierto de este jueves en Buenos Aires. Enrique García Medina

Dos amigos de toda la vida se ríen del paso del tiempo, los achaques de la edad, las secuelas de las noches de parranda y las canciones perdidas. Podrían estar en la intimidad de una mesa oculta en un bar, celebrando que su salud no los ha retirado de la batalla. Pero no hay mesa de bar ni espacios oscuros, sino un escenario que se prende ante 10.000 personas en un nuevo estadio, el Movistar Arena, construido a toda velocidad en medio del tránsito de Buenos Aires. Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina o Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, sin protagonismos, renuevan una vez más su amorío consigo mismos y con América Latina.

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No hay dos sin tres se llama esta nueva gira, la primera en siete años y la tercera que los encuentra juntos desde aquella presentación que nació casi como un juego en 2007. Las salas llenas que los artistas esperan encontrar en Paraguay, Uruguay, Costa Rica y México (han debido suspender Chile por la situación política en ese país) les dio valor y sumaron funciones en Madrid. La primera, prevista para el 20 de enero, agotó entradas en cuatro horas y los obligó a programar otra para el día siguiente.

Estamos en la tercera de las cuatro funciones que la pareja dará en Buenos Aires. Serrat y Sabina están de buen humor. Minutos antes del concierto no se han puesto la ropa de escenario y se toman las cosas con calma, para desesperación de los productores, que en las bambalinas sienten la presión de los aplausos que bajan desde las plateas. Entre chanzas, parecen dos adolescentes que ocultan a sus padres la última de sus travesuras. La misma química desbordará enseguida sobre el escenario.

En Buenos Aires se habla de “las dos orillas” para referirse a la cercanía entre Argentina y Uruguay. Estos “dos pájaros” han creado un puente interoceánico. “La gente nos siente muy cercanos porque siempre hemos pretendido estar cerca, cerca de la gente y de lo que ocurría. Y esto tiene sus vaivenes, pero siempre tiene un ancla que te une, que puede ser el respeto y la confianza. La gente tiene confianza en nosotros”, dice Serrat. “Lo extraño es que sigamos aquí tantos años después, muchas casas de apuestas se hundieron en la primera gira porque apostaban en contra de que duráramos, no sabíamos ni si quiera si íbamos a ser capaces de acabarla”.

Aquella gira se llamó Dos pájaros de un tiro y sí que la acabaron. Arrancó en Zaragoza en junio de 2007 y terminó en Buenos Aires seis meses y 72 conciertos después. Luego llegó Dos pájaros contraatacan, en 2012, y pese al sabor a despedida hubo una tercera. Los artistas reconocen que mucha agua ha corrido bajo el puente desde el primer concierto en Zaragoza, pero que han sabido mantener en pie lo importante. “El mundo cambia por su cuenta, pero yo no tengo porqué cambiar siguiendo las normas y costumbres de este mundo que cambia”, aclara Serrat. Sabina insiste con la cuestión de la edad. Por los 70 años que suma él y los 75 su amigo. “Quería decir que en mi caso me propuse hace muchos años envejecer sin dignidad y lo estoy consiguiendo”, dice, y todos ríen de nuevo.

Se acaba el tiempo de la charla. En el escenario cruzarán acusaciones de traiciones pasadas, envidas pasajeras y alguna que otra cuestión de polleras. Hasta que Serrat ponga punto final, sin vueltas: “La gente merece algo mejor que dos viejos chotos peleándose”. Y los “viejos” se dedicarán entonces a cantar, en pareja o de uno en uno, intercambiando canciones y celebrando los aplausos del otro. Sabina cometerá “la blasfemia” de poner letra propia al tango Mano a Mano de Gardel y Serrat recordará a noche en que el argentino Alberto Cortéz le prestó la música que había compuesto para las Nanas de la Cebolla de Miguel Hernández. Y antes del gran final, brindarán con cava en una pequeña mesa redonda ubicada a un costado del escenario. Serán casi tres horas de música e historias, a sala llena.

La gira inició como un divertimento latinoamericano, con zarpada en Buenos Aires y recalada el 17 de diciembre en San José, Costa Rica. Pero a último momento, los artistas decidieron sumar una función en Madrid para el 20 de enero en el WiZink Center. Y les fue muy bien. No hay dos sin tres vendió 10.000 entradas en cuatro horas y debió agregar una nueva fecha para el día siguiente. “Es fantástico lo que ha pasado, uno siempre aspira a conservar esta relación con la gente y se llega a límites insospechados. Me siento muy feliz de tener que ir añadiendo funciones”, dice Serrat. “Si han agotado las entradas del primer día en tan poco tiempo es porque tienen piedad de los catalanes”, dice riendo Sabina, dispuesto a no tomarse nada en serio. Y en ese tono cómplice volarán los dos durante el resto de la noche.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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