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“No minemos la confianza en la vacunación por precipitarnos”

La investigadora Els Torreele, del University College de Londres, denuncia la falta de transparencia sobre las inyecciones contra la covid

La investigadora Els Torreele, fotografiada en enero en la sede de Médicos Sin Fronteras en Ginebra (Suiza).
La investigadora Els Torreele, fotografiada en enero en la sede de Médicos Sin Fronteras en Ginebra (Suiza).Santiago Diéguez/MSF
Manuel Ansede

La científica belga Els Torreele sabe que camina por un campo de minas. En pleno crecimiento del movimiento antivacunas, la investigadora critica la falta de transparencia sobre las inyecciones contra la covid y denuncia que la solución a la pandemia se haya dejado en manos de empresas privadas, más interesadas en ganar dinero que en la salud pública. Torreele sabe de lo que habla. Hasta mayo dirigió la campaña de acceso a medicamentos esenciales de Médicos Sin Fronteras, una organización desde la que impulsó el desarrollo de nuevos fármacos contra enfermedades olvidadas. Hace poco más de un mes, Torreele, nacida en Bruselas en 1967, se unió al Instituto para la Innovación y la Utilidad Pública del University College de Londres, con una misión trascendental: investigar cómo reformar el sistema mundial de desarrollo de medicamentos. “La actual falta de transparencia alimenta a los antivacunas”, advierte.

Pregunta. Usted lamenta que la humanidad esté movilizando dinero público para crear vacunas contra la covid, más de 4.100 millones de euros, pero los resultados estén privatizados.

Respuesta. Esta pandemia solo está exponiendo la manera en la que funcionan las cosas habitualmente. Ahora hay más inversión pública que nunca, pero el control sigue en manos de las empresas privadas: tienen la propiedad intelectual, fijan los precios, deciden cómo hacer los ensayos clínicos y eligen qué datos publicar en notas de prensa, no en revistas científicas, lo cual es increíble. La vacuna de Pfizer se autorizó en el Reino Unido sin más datos publicados que los de una nota de prensa de la empresa. Es inconcebible. Se supone que los organismos reguladores defienden el interés público, pero no hay transparencia.

P. ¿Qué características debería tener una buena vacuna que no tengan las actuales?

R. Han decidido que es aceptable desarrollar para una pandemia una vacuna que tiene que ser almacenada y distribuida a 70 grados bajo cero. Antes de la pandemia, nadie en su sano juicio consideraba que fuera aceptable comercializar una vacuna que requiere ese desafío logístico y esos costes adicionales. Y ahora, con la urgencia, parece que no nos importa. Es una locura. Hemos permitido que a Pfizer y BioNTech les dé igual, para ser los primeros y tener una ventaja comercial. No va a ser una vacuna útil en los países en desarrollo. Me explota la cabeza cuando escucho que países como Colombia, con ingresos medios, están considerando comprar la vacuna de Pfizer. Es una inversión realmente mala.

P. ¿Cuáles son sus principales dudas sobre las vacunas más adelantadas?

R. No sabemos si evitan la transmisión del virus, algo que es esencial. Si una vacuna impide que se desarrolle la enfermedad, pero sí permite que los vacunados se infecten de manera asintomática y transmitan el virus, estaremos muy lejos de controlar la pandemia. Tampoco conocemos la duración de la protección. Ahora sabemos que dura unas pocas semanas tras la segunda dosis, pero no sabemos si un mes después será lo mismo. Imaginemos el peor de los casos: que después de dos meses la protección disminuye. Tendríamos una vacuna cara y dos o tres meses después la gente no estaría protegida. No digo que vaya a ocurrir, digo que no lo sabemos. Podríamos esperar un poquito más para saber realmente cómo de buenas son las diferentes vacunas.

“Podríamos esperar un poquito más para saber realmente cómo de buenas son las diferentes vacunas”

P. Esperar tres meses supondría miles de muertes.

R. Si utilizamos ahora una vacuna tendrá un coste de oportunidad, y no sabemos cuántas vidas se pueden salvar ahora, pero es muy posible que dentro de muy poco llegue otra vacuna mucho mejor, que evite las muertes e impida la transmisión del virus durante seis meses o un año. Si revacunamos con esa nueva vacuna a gente que ya ha recibido la de Pfizer, ¿cómo funcionará? ¿Habrá dinero y voluntad política para revacunar a todo el mundo?

P. ¿Qué opina de la seguridad de estas primeras vacunas?

R. No tenemos datos sobre su seguridad a largo plazo, tenemos datos a dos meses. Sabemos que la infección natural por coronavirus tiene efectos en el sistema inmune, incluyendo la tormenta de citoquinas [una reacción inmunitaria grave] asociada a algunas muertes. Todavía no entendemos por qué a unas personas les ocurre y a otras no. Sería bueno saber si puede haber una interacción entre la respuesta inmune inducida por una vacuna y la infección natural por el virus. Se necesita tiempo para entender mejor esto. Tenemos el famoso ejemplo de la vacuna de Sanofi contra el dengue. La primera vez que las personas se infectan con un virus del dengue tienen síntomas leves, pero, si se infectan una segunda vez, un porcentaje de ellas sufre una enfermedad grave. Se ha visto que la vacuna tiene el potencial de exacerbar la enfermedad, como si fuera una primera infección natural: no en todos los vacunados, pero sí en un porcentaje significativo. Esto fue una sorpresa, se dieron cuenta al iniciar las campañas de vacunación. Y entraron en pánico. No es algo descabellado, esto ocurrió hace solo unos años [en 2017]. Hay razones para la cautela.

P. Las agencias reguladoras evalúan los riesgos y los beneficios.

R. El riesgo cero no existe. Es una decisión difícil, porque hay mucha presión desde la economía y la política para empezar ya a distribuir una vacuna. El Reino Unido quería ir más rápido incluso que EE UU. Hay una competición entre las agencias reguladoras, que se supone que tienen que protegernos. Esa competición y la falta de transparencia sobre los datos completos hacen desconfiar. Si tuviéramos transparencia total, todo el mundo podría ver los datos y entender las decisiones o estar en desacuerdo con ellas.

“Si tuviéramos transparencia total, todo el mundo podría ver los datos y entender las decisiones”

P. ¿Cree que estamos pagando varias veces por las vacunas?

R. La Universidad de Oxford ha desarrollado su vacuna con un montón de dinero público. Su socia, la farmacéutica AstraZeneca, ha recibido otra enorme cantidad de dinero público, para el desarrollo y la producción, y se ha comprometido a ofrecer la vacuna [sin ánimo de lucro] durante la pandemia por tres o cuatro dólares por cada una de las dos dosis requeridas. ¿Ese es el precio de coste? No lo sabemos, no hay transparencia. Sabemos que el coste de producción de las vacunas clásicas que se ponen a los niños es mucho menor de un dólar. Johnson & Johnson ha dicho que producirá la suya por 10 dólares cada dosis. ¡Eso es extremadamente caro comparado con el precio normal de las vacunas en muchos países! Lo que vemos ahora con la covid es una oportunidad para crear un modelo de negocio muy lucrativo. Si los precios supuestamente sin ánimo de lucro son de tres o incluso de 10 dólares por dosis, en vacunas que se van a usar a escala mundial, esto es una mina de oro. Pfizer y Moderna ni siquiera fingen ofrecer precios sin ánimo de lucro, sino que cobran unos 20 dólares o más por dosis.

P. ¿Cree que los precios que se han puesto a las vacunas son arbitrarios?

R. Los precios están muy pensados, pero con una lógica que no tiene nada que ver con el coste real. Es muy decepcionante que los Gobiernos estén poniendo tanto dinero y no exijan transparencia. Han dado dinero a la industria sin pedir nada a cambio: ni un determinado precio ni una distribución sencilla, ni siquiera han exigido que asuman su responsabilidad. Las empresas han pedido no tener responsabilidad legal si las vacunas contra la covid tienen efectos secundarios inesperados. Tradicionalmente era su responsabilidad.

P. Puede tener sentido que una empresa diga: “Si el Gobierno me presiona para acelerar, que la responsabilidad sea del Gobierno”.

R. Lo sé, pero yo, como ciudadana, no estoy contenta. Hay algunos políticos que están muy interesados en ser reelegidos y necesitan que se vea que hacen algo. Es un tema complicado, en el que hay que evaluar los riesgos y los beneficios. Y todavía no tenemos suficientes datos para calcular ni los riesgos ni los beneficios. Yo no digo que la decisión sea fácil, pero la única manera de tomarla es con una transparencia total, no a puerta cerrada.

“Todavía no tenemos suficientes datos de las vacunas para calcular ni los riesgos ni los beneficios”

P. Parece que el movimiento antivacunas está creciendo durante la pandemia. ¿Tiene algún mensaje para las personas que estén dudando si vacunarse y ahora estén leyendo sus críticas?

R. Es un tema muy delicado. Lo que critico es que los intereses económicos marquen las prioridades. Soy muy consciente de que no hay que alimentar el movimiento antivacunas. Yo, por supuesto, defiendo las vacunas. Son la mejor intervención de salud pública que tenemos, si son seguras y eficaces. Tenemos muchas vacunas experimentales contra la covid y algunas probablemente serán seguras y eficaces, pero todavía no lo sabemos. Y si nos equivocamos el riesgo es grande. Creo que tenemos que ser cautelosos, porque si no lo somos y nos equivocamos por querer ir demasiado rápido minaremos la confianza en la vacunación en general. No minemos la confianza en la vacunación por precipitarnos.

P. ¿Sugiere esperar un poco más?

R. Es posible controlar la pandemia con otras medidas de salud pública, como se ha visto en países como Corea del Sur: mascarillas, lavado de manos, distancia física. Sabemos que eso funciona. Podemos esperar un poco más hasta que tengamos más transparencia. Que los productores de vacunas nos muestren todos los datos y podamos ver qué vacunas son mejores para cada grupo de población. Quizá una determinada vacuna sea mucho mejor para proteger a los trabajadores sanitarios. Si reciben la vacuna de Pfizer y resulta que no protege contra la infección asintomática, no tendrán la covid, pero seguirán diseminando el coronavirus y será un desastre. Asegurémonos de que las vacunas son seguras y tienen la eficacia que necesitamos. Y seamos transparentes. Tengamos una discusión pública, aunque sé que será difícil con los antivacunas. Algunos de ellos se basan en ideas irracionales y teorías conspirativas, así que no será fácil. Pero la actual falta de transparencia los alimenta. Hay gente que siempre ha creído que las vacunas funcionan, pero ahora duda, ante las presiones económicas y políticas que se están viendo. La irracionalidad de algunos líderes políticos, como Donald Trump, tampoco ayuda.

P. Es difícil comparar unas vacunas con otras. La OMS propuso hacer un ensayo clínico con las más adelantadas para poder compararlas.

R. Y nadie quiso. Los Gobiernos han puesto dinero público y podrían haber exigido que las empresas participaran en un ensayo comparativo organizado por la OMS, pero no lo han hecho. A las empresas no les conviene comparar sus vacunas con las de otras compañías, prefieren compararlas con un placebo, diseñando un ensayo clínico para tener resultados en el menor tiempo posible. Es una gran oportunidad perdida. Con todo el dinero público invertido, ¿cómo hemos permitido que el control esté en manos de empresas privadas? No culpo a las compañías: su interés principal no es nuestra salud, son sus accionistas. El problema es que sus intereses no coinciden con las prioridades de la salud pública. Los Gobiernos han permitido que exista este sistema, en el que dependemos de empresas privadas cuyo interés principal es incrementar el valor de sus acciones.

“Los Gobiernos han permitido que dependamos de empresas privadas cuyo interés principal es incrementar el valor de sus acciones”

P. ¿No cree que la carrera para obtener una vacuna ha favorecido la ciencia puntera?

R. Cada empresa tiene su propia plataforma tecnológica protegida por patentes. La utilizan para múltiples vacunas. Cada empresa tiene una receta propia, como si fuera la salsa especial de la abuela. Si combinaran lo mejor de cada una, posiblemente podríamos haber tenido una o varias vacunas óptimas, con diferentes mecanismos de acción, en vez de tener muchas vacunas similares limitadas por sus propias patentes.

P. Usted afirma que hay que diseñar vacunas para las personas, no por los beneficios. ¿Cuál es su propuesta?

R. Hay que cambiar las reglas del juego. Se necesita un mecanismo para asegurar que la única manera de autorizar una vacuna sea mediante ensayos clínicos orientados por la salud pública. ¿Cómo es posible que las empresas, con enormes intereses económicos, sean las que diseñen los ensayos clínicos, los lleven a cabo, analicen los resultados y sean las dueñas de los datos? Podemos pensar en otros modelos. Por ejemplo, las empresas podrían desarrollar candidatos a vacunas o fármacos, quizás hasta las primeras etapas de pruebas en humanos, y después estos candidatos se entregarían a un consorcio de salud pública, coordinado por la OMS u otra institución, para un ensayo clínico independiente. Así tendríamos incentivos desde las etapas iniciales para que el objetivo de las empresas sea tener éxito en un ensayo clínico orientado por la salud pública, no llegar lo antes posible al mercado y ganar la mayor cantidad de dinero. En la actualidad, más de la mitad de los fármacos que llegan al mercado tienen cero valor terapéutico añadido.

P. ¿Qué opina del papel de la Fundación Gates en la respuesta a la pandemia?

R. Es difícil criticar a un actor que ha puesto tanto esfuerzo, tantos recursos humanos y tanto dinero para obtener vacunas y tratamientos. Esto hay que reconocerlo. Mi crítica general es que no es normal que tengamos un sistema en el que un actor privado como este —poniendo el dinero que no está disponible por otras fuentes— tenga una influencia tan desproporcionada. La investigación en salud pública no debería depender de actores filantrópicos. La Fundación Gates y el propio Bill Gates tienen una determinada visión del mundo, que es muy tecnocrática, muy enfocada al sector privado, a la propiedad intelectual como un incentivo principal. Creó Microsoft, ese es su modelo de negocio. Esa es la visión del mundo en la que cree. Esto hace que la salud pública esté siendo empujada hacia este modelo, muy enfocado al mercado capitalista neoliberal. Yo creo que esto es problemático. Y no creo que haya que echarle la culpa a la Fundación Gates, deberíamos culpar a nuestros Gobiernos y nuestras instituciones de salud pública, que son tan débiles que permiten que esto ocurra.

“La Fundación Gates financia muchas de las actividades de la OMS y tiene un poder desproporcionado”

P. ¿La Fundación Gates tiene más influencia en la salud pública que la propia OMS?

R. La OMS es lo que sus miembros —que son todos los Gobiernos— permiten que sea. Los Gobiernos occidentales, al mismo tiempo que la OMS preparaba el Acelerador ACT [una iniciativa para impulsar vacunas y tratamientos contra el coronavirus], estaban llegando a acuerdos bilaterales para comprar vacunas. Ha quedado bastante claro que no quieren una OMS fuerte. Y EE UU se salió directamente de la OMS. La Fundación Gates financia muchas de las actividades de la OMS y tiene un poder desproporcionado, pero son los Gobiernos los que han creado esta situación. Solo el 20% del presupuesto de la OMS procede de compromisos anuales de los Gobiernos. El resto son contribuciones voluntarias de los Gobiernos y de organizaciones como la Fundación Gates. Esa es la realidad.

P. El presupuesto de la OMS es similar al de un gran hospital de EE UU.

R. Es una locura, sí. Este tipo de organizaciones de Naciones Unidas son tan fuertes como sus Estados miembros quieren que sean. Es muy fácil criticar, y yo misma soy muy crítica con la OMS, pero soy consciente de que tienen recursos muy limitados. No tienen apoyo económico ni político para hacer lo que se espera de ellas, así que siempre reciben ataques por todas partes.

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Sobre la firma

Manuel Ansede
Manuel Ansede es periodista científico y antes fue médico de animales. Es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Licenciado en Veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid, hizo el Máster en Periodismo y Comunicación de la Ciencia, Tecnología, Medioambiente y Salud en la Universidad Carlos III

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