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Trump pone en pausa la NASA: el equipo de Elon Musk planea recortes y amenaza las misiones a la Luna

El multimillonario sobrecoste acumulado por el programa lunar ‘Artemis’ lo coloca en el punto de mira de los enviados del DOGE, que buscan reducir drásticamente su plantilla y sus gastos

Trump NASA
Parte superior del cohete SLS, que aloja la cápsula Orion de la NASA para viajar a la Luna, semanas antes del lanzamiento de la misión 'Artemis 1' en 2022.NASA

La NASA ya está siendo examinada por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) que lidera el magnate tecnológico Elon Musk. Lo ha confirmado la administradora interina de la agencia espacial estadounidense, Janet Petro, en un correo electrónico a todo el personal en el que anticipó que los enviados de Musk iban a revisar los contratos de la NASA y que la agencia piensa cumplir con el mandato presidencial “de iniciar reducciones de plantilla a gran escala, entre otras cosas”. El propio DOGE también anunció este lunes su llegada a la agencia, con un tuit en el que pide la colaboración ciudadana para “encontrar y arreglar el despilfarro, el fraude y el abuso de poder en la NASA”.

Los decretos que firma Donald Trump cada día, desde que retornó a la presidencia de EE UU, han llevado a que en las últimas semanas la NASA fuera incluso paralizando la actividad de todo tipo de comités asesores, mientras se asegura de que cumplen con las nuevas directrices presidenciales. Y eso incluye a grupos de investigación como el MEXAG, que coordina el estudio científico y la exploración del planeta Mercurio. Su página web ya no contiene ninguna información, solo un mensaje que dice: “El sitio web de MEXAG está siendo revisado en respuesta a la recomendación dada por el liderazgo de la NASA”. Las decenas de miembros de este grupo han tenido que cancelar unas jornadas en las que iban a reunirse por primera vez en persona a principios de este mes, según reveló el medio SpaceNews, a pesar de que habían eliminado previamente todas las sesiones en las que iban a tratar sobre diversidad, igualdad de género e inclusión, para adecuarse al decreto que firmó Trump para eliminar esos criterios de contratación en el sector público. En esa línea, están desapareciendo páginas del sitio web de la NASA, como una que recordaba a la promoción de astronautas de 1978, la primera en la que no todos eran hombres blancos, sino que estaban representadas mujeres y minorías étnicas.

Al tiempo que ha cancelado hasta los pequeños simposios científicos, y mientras espera el resultado de la auditoria que está realizando el DOGE, la NASA ha congelado cualquier decisión sobre sus grandes proyectos y misiones espaciales. En ese contexto, todas las miradas se centran en el programa Artemis que pretende volver a llevar astronautas a la Luna en los próximos años, más de medio siglo después del programa Apolo. Para quienes quieren romper con la forma de hacer las cosas en Washington, Artemis es el paradigma de la ineficiencia gubernamental. Su coste estimado se ha ido inflando hasta superar los 93.000 millones de dólares en 2025, mucho mayor del previsto inicialmente; además, cada misión a la Luna supondría un gasto extra de más de 4.000 millones en el cohete y la nave —el SLS y la Orion—, que son de un único uso.

Musk, que lidera el DOGE y es dueño de la empresa SpaceX, que recibe millonarios contratos de la NASA, ha criticado duramente el enfoque del programa de la agencia espacial para reconquistar la Luna: “La arquitectura de Artemis es extremadamente ineficiente. Es un programa que maximiza los puestos de trabajo, no un programa de maximización de resultados. Se necesita algo completamente nuevo”, declaró en su red social X el pasado diciembre.

La incertidumbre sobre el futuro de Artemis se ha extendido en el sector espacial. La empresa Boeing, que fabrica el cohete SLS para la NASA, ha avisado a sus trabajadores que podría despedir a cientos de ellos esta primavera, ante la posibilidad de que el programa lunar se cancele o se reduzca drásticamente. Una alternativa sería mantenerlo de momento, pero no ir más allá de la misión Artemis 3, que debería llevar a la primera mujer a pisar la Luna. Esta misión fue retrasada nuevamente en diciembre hasta, como mínimo, 2027.

Por qué Trump no puede cancelar ‘Artemis’

Sin embargo, aunque el equipo de Musk acabase recomendando abortar el programa Artemis, el presidente de EE UU no tiene competencia para ejecutar esa cancelación. Trump puede proponerlo, pero hacer cambios en presupuestos que ya están asignados es una responsabilidad que recae en el Congreso; además, esta institución es siempre la encargada de decidir los fondos que van a la NASA. Y no será nada fácil que apoyen una hipotética cancelación de Artemis los senadores y representantes de estados como Alabama, Texas, Mississippi o Florida, en los que la fabricación del cohete SLS y la cápsula Orión da trabajo a decenas de miles de personas. Ted Cruz, senador por Texas y republicano como Trump, ya ha dicho que el programa debería seguir adelante intacto durante por lo menos un año, y que piensa promover una votación pronto para garantizarlo. A pesar de haber recibido duras críticas por sus retrasos y sobrecostes, el programa SLS —igual que otras aventuras colosales anteriores de la NASA— es un ejemplo de consenso entre demócratas y republicanos, que en el Congreso siempre han votado juntos su financiación.

Si Trump decide cancelar Artemis, se expone a su primer gran choque con el Congreso de su segundo mandato. La mayoría republicana es ajustada en ambas cámaras, el Senado y la Cámara de Representantes. La votación no podría salir adelante sin el apoyo de los legisladores republicanos de los estados afectados por la cancelación: tendrían que elegir entre la fidelidad a los deseos del líder y los intereses económicos de sus propios votantes. Además de eso, los defensores de Artemis en Washington —como el republicano Brian Babin, presidente del comité de ciencia de la Cámara de Representantes— alegan que cancelar el programa supondría dar la oportunidad a China de pisar la Luna antes de que regresen allí los astronautas de la NASA. La superpotencia asiática planea hacerlo en 2030.

Elon Musk considera que volver a la Luna es una distracción en los esfuerzos para llegar a Marte, que es su gran sueño y lo que le llevó a fundar la compañía espacial SpaceX hace dos décadas. Con la sintonía que llevan meses mostrando ambos, Trump hizo suyo el sueño de Musk en el discurso inaugural de su presidencia, hace un mes: “Perseguiremos nuestro destino manifiesto en las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar las barras y estrellas [en referencia a la bandera de EE UU] en el planeta Marte”, fueron las palabras del presidente.

Regresar a la Luna es compatible con pisar Marte, según la administradora de la NASA, Janet Petro, quien afirmó la semana pasada que el satélite natural terrestre es todavía un objetivo crucial para la agencia. Petro es la primera mujer en dirigir la agencia espacial, pero su cargo es provisional, hasta que lo asuma Jared Isaacman en los próximos meses. El multimillonario y astronauta comercial es el candidato de Trump para liderar NASA, a la espera de que el Senado confirme su nombramiento. El actual programa lunar estadounidense tampoco es del gusto de Isaacman. Al aceptar en diciembre su nominación, habló de los retos en Marte y la Luna, aunque no dijo ni una sola palabra de las misiones Artemis. De hecho, en octubre había apoyado una dura crítica del empresario y político Michael Bloomberg hacia ese programa espacial, al que Isaacman puso como ejemplo de los problemas de la NASA.

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