Las mujeres de alto nivel educativo son las que comen más fruta y verdura en Europa
Un estudio comparativo entre 21 países concluye que España y Eslovenia lideran el consumo de hortalizas
En un lado, una mujer de 40 años portuguesa de un alto nivel educativo. En otro, un hombre húngaro de la misma edad, pero de la clase social más baja de su país. La primera cumple la recomendación de la Organización Mundial de la Salud de comer al menos cinco frutas o verduras al día. El segundo ni siquiera llega a una. Estos son los dos extremos del balance que desvela un estudio comparativo del consumo de fruta y verdura en Europa que se publica este miércoles en la revista PLOS ONE y recopila respuestas de 37.672 personas de 21 países.
Los resultados, basados en una dicotomía entre los que comen menos de una fruta o verdura y los que comen una o más, confirman de nuevo que las mujeres comen de forma más saludable que los hombres. Otro de los aspectos esperados e inquietantes para la comunidad científica y que se lleva demostrando desde hace años —la última vez la semana pasada con otro estudio publicado en la misma revista— es que la gente de un nivel educativo más alto consume, en general, más fruta y verdura que los de un nivel menor y tiene, por lo tanto, una dieta más equilibrada.
Un total de 1,7 millones (un 2,8%) de las muertes anuales en todo el mundo son atribuibles al bajo consumo de estos productos, según la OMS. Aileen Robertson, docente en la Escuela Global de Nutrición y Salud de Dinamarca (GNH, por sus siglas en inglés) y asesora en nutrición de la Alianza Europea de Salud Pública (EPHA), lleva trabajando en esto 47 años por todo el continente. La experta insiste en que una fruta diaria, aunque el estudio lo apunte como “alto consumo” al igual que cinco, sigue sin ser suficiente. “La pregunta que nos hacemos desde la salud pública europea es cuántas personas consiguen tomar la cantidad recomendable de un mínimo 400 gramos por día", comenta.
Brecha social
Inglaterra es el país que tiene la mayor brecha social en cuanto a adquisición de estos productos saludables y España o Turquía se sitúan entre los que cuentan con la menor diferencia, según los datos de 2014 de la Oficina Europea de Estadística. Robertson estima que esto se debe a la posibilidad de estos países de cultivar sus propios alimentos. Además, explica que a las poblaciones de nivel social más bajo que viven en las ciudades les cuesta mucho cumplir la recomendación de la OMS. "Imagínese una madre soltera con tres hijos al hacer la compra. Tendría que llevar casi un kilogramo de fruta o verdura por día por persona”, ejemplifica.
En la misma línea, Tonje Holte, la principal autora del estudio e investigadora en la Universidad de Agder (Noruega), cree que Eslovenia, Portugal y España, que lideran el listado, se podrían tomar como ejemplo para países como Hungría y Checoslovaquia, los últimos eslabones de la cadena. "No hemos demostrado todavía el porqué, pero mi teoría es que los países que más consumen estos productos son los que tienen más espacio y posibilidad de producirlos”, opina la experta. La próxima etapa de su trabajo es ver qué se puede aprender de estos países “ejemplares”, cómo viven y qué métodos utilizan. "Así, podremos evaluar mejor la situación y encontrar soluciones viables a estas desigualdades”, confía.
El problema es la accesibilidad a determinados alimentos insanos que están concentrados en zonas de menos estatus económicoBeatriz Robles, nutricionista dietista
Para Beatriz Robles, nutricionista dietista española, autora de Come seguro comiendo de todo (Planeta, 2020) y docente en la Universidad Isabel I (Burgos), lo más importante es que el acceso a los productos acentúa la desigualdad entre países productores o no, pero también fomenta la diferencia interna. “El nivel económico se relaciona con el código postal. El problema es la accesibilidad a determinados alimentos insanos que están concentrados en zonas de menos estatus económico”, comenta.
Una de las soluciones más evidentes que dan los expertos es encarecer los productos insanos para equilibrar el mercado y mejorar la salud. Julio Basulto, nutricionista en la Universidad Central de Cataluña (Vic), y la autora del estudio están convencidos de que lo más importante es parar de ingerir comida insana. "Lo de bajar el precio de la verdura, aunque sea esencial, lo veo difícil. Me centraría más en una legislación que ponga un impuesto sobre lo malo”, propone el científico español.
Brecha de género
Para Robertson la desigualdad entre hombres y mujeres a la hora de alimentarse es muy preocupante. Los hombres son los que más riesgo tienen de padecer enfermedades cardiovasculares y por eso es necesario, desde la infancia, enseñar cómo comer, cocinar y apreciar estos alimentos. “Al nacer solo se quiere lo dulce y hay que acostumbrar al niño a otros sabores. Si no, nunca conseguirá apreciar lo que es sano para él”, aconseja. Además, todos los expertos consultados quieren que se dejen de transmitir mensajes como que un hombre tiene que comer buena carne y que una mujer debe, mejor, pedir una ensalada para cuidar de su línea.
La publicidad de los productos más saludables va dirigida principalmente hacia ellas. Es esencial que la industria se dirija a otra audiencia: los hombresTonje Holte, autora del estudio
Por lo tanto, la educación y la publicidad “mal enfocada”, como la llama Robles, son otros problemas donde es necesario actuar. Los especialistas piden un cambio cultural que, obviamente, requiere tiempo, ya que es una norma social muy establecida. Holte, autor del estudio, reconoce que las mujeres tienen más conocimiento en comida saludable y se preocupan más por ello. “Pero eso es porque la publicidad de estos productos va dirigida principalmente hacia ellas. Es esencial que la industria se dirija a otra audiencia: los hombres”, asevera.
Robles, la docente española, recuerda que tradicionalmente las mujeres han sido las que tenían que diseñar los menús para toda la familia. “Intentaban meter fruta y verduras para que sus hijos coman sano. Sobre ella recaía la responsabilidad de la dieta de toda la familia”, argumenta. Pese a ello, la nutricionista añade que esta dinámica está cambiando y que los hombres ahora se implican mucho más.
El estudio tiene una limitación importante para Robles: “Tampoco nos dicen lo que es una ración. Podría tratarse de una fresa o de un melón." Además, como lo anotan los autores en el estudio, al tratarse de cuestionarios rellenados por la población, es posible que haya personas que subestiman o sobrestiman su consumo.
Curiosidades de España
El consumo de la población española llama la atención de los investigadores noruegos ya que come mucha más fruta que verdura, según lo muestra Tonje Holte, autora del estudio, en un gráfico. Cuando se trata de fruta, España está pintada de verde, cuando se habla de verdura, de rojo, como Hungría. “¿A qué se debe?”, pregunta la autora. Nadie tiene la respuesta todavía. Julio Basulto asegura que sería necesario hacer un estudio, pero tiene alguna idea: “La fruta es más barata, tenemos más disponibilidad y somos buenos productores. Y otro factor importante que veo es el sabor”.
Otra curiosidad de España es que los ciudadanos de nivel educativo intermedio consumen menos fruta y verdura que los de baja. La autora supone que al tenerlo más accesible en su jardín, al cultivarlo ellos mismos en las zonas rurales, pues comen más. La investigadora cree que el ejemplo de España podría servir para promover la jardinería doméstica basada en frutas y verduras localmente adaptables y culturalmente aceptables.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.