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Ni lo intentes: no vas a tener el cuerpo ’fit’ ideal por mucho que te machaques en el gimnasio

La genética pone límites a la anatomía y sabotea tus aspiraciones en cuanto te descuidas, ni el quirófano puede cambiar la realidad. Y no pasa nada

Existen tres tipos de morfología, pero solo una cabe en el canon de cuerpo 'fit' ideal contemporáneo.
Existen tres tipos de morfología, pero solo una cabe en el canon de cuerpo 'fit' ideal contemporáneo.Thierry Dosogne (Getty Images)
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Querer no siempre es poder. Que no te engañen con lo de que no hay límites; vaya si los hay. Y no es por el dinero, que también pone cortapisas, es que la madre naturaleza te dio una anatomía que puedes cincelar con dieta y ejercicio, pero solo hasta cierto punto. No todo es posible. Ni lo último en tecnología médica ni el mejor cirujano ni el plan de entrenamiento del experto más avezado te garantizan el cuerpo fitness que todo el mundo parece anhelar últimamente. Puedes ponerte en forma, convertir todo tu esfuerzo en buena salud, pero lo más probable es que ya puedas ir olvidándote de alcanzar el canon de belleza que se impone en los gimnasios. Tampoco es que sudes en balde.

Si este artículo se hubiera escrito en los años ochenta, el ideal masculino sería Rambo. O Arnold Schwarzenegger. “Hoy podría ser Sergio Ramos: músculos definidos, pero sin la hipertrofia de aquella década. Parece más fácil, pero requiere mucha constancia y un equilibrio entre el trabajo de fuerza en gimnasio y la alta intensidad cardiovascular. También gustan mucho los cuerpos con mayor masa muscular, como el de los deportistas de ‘crossfit’. Son fuertes y muy marcados, pero a mucha distancia de un cuerpo trabajado en el volumen de cualquier competición culturista”, explica Antonio López, entrenador y director de Saludando.

Entre las mujeres, el canon ha pasado de las anatomías esqueléticas a una delgadez fibrosa indudablemente más saludable. “En el gimnasio se buscan cuerpos como los de la campeona de bádminton, Carolina Marín, el de las bailarinas o el de profesoras de yoga. Implican un entrenamiento de fuerza específico, pero sin exceso. Lo justo para definir. Junto a ellas, cobran más peso anatomías de musculatura más corpulenta, como las deportistas de ’crossfit”. Aquí hay un trabajo de fuerza más intenso y podemos ver cuádriceps y bíceps potentes, glúteos muy desarrollados y six pack muy definidos. Para ejemplo Dani Elle Speegle, flamante campeona de The Titan Games de la NBC y musa de las redes sociales por la fortaleza de sus piernas. “La delgadez sana, pero muy pronunciada, la vemos en corredoras de fondo. Pasan muchas horas haciendo actividad cardiovascular a intensidad media y acaban quemando mucha grasa, sin generar un gran volumen muscular”.

Dime qué cuerpo tienes y te diré cómo entrenarlo

Los modelos que encajan en el canon contemporáneo de cuerpo fit abundan, con nombres y apellidos. Sí. Pero las personas que no pueden ajustarse a ellos son infinitamente más numerosas. Las limitaciones que apartan al común de los mortales del ideal estético están por todas partes. Un ejemplo claro de lo difícil que es cumplirlo está en la estatura. Parece absurdo, pero no es ninguna tontería: las proporciones corporales no son iguales en una persona de 155 centímetros que en otra de 190, y, al final, eso se nota en que para una sesión de fotos para el póster de un gimnasio no vale cualquiera. ¿Y qué pasa con los bíceps, los tríceps y los abdominales? Pues que aumentar la masa muscular, lo mismo que mantener a raya los michelines, requiere un esfuerzo que no es igual para todos: la genética tiene mucho que decir.

¿Quieres unos pectorales como los del Conan y los muslos de Hércules? Pues haz memoria y busca alguien de tu familia que te recuerde a los héroes, aunque solo sea vagamente. Porque los genes condicionan el tamaño de la circunferencia de tus músculos, de ahí ese chascarrillo del mundo del entrenamiento: si quieres ser campeón olímpico, elige bien a tus padres. Parece que también dictan los niveles de miostatina, una proteína reguladora del crecimiento muscular y óseo que limita su expansión. Incluso podría estar relacionada con el aumento de tejido graso, si bien casi todas las investigaciones que hasta la fecha han apuntado en esa dirección limitan su trabajo a modelos animales. Con todo, los científicos tienen un importante interés puesto en esta proteína, como demuestra una revisión de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, publicada en la revista Archivos de Medicina del Deporte, que abre un melón entre prometedor e inquietante: la investigación en bloqueadores de la miostatina puede conducir a una posible diana terapéutica para la recuperación de lesiones, pero su uso también “puede constituir una nueva forma de dopaje en el futuro”.

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¿Ganarás una talla si te apuntas al gimnasio? ¿Se convierte en grasa cuando dejas de entrenar? ¿Por qué has engordado a pesar de hacer ejercicio?

Pero no hace falta recurrir a complejos procesos moleculares para explicar que uno no debería fiarse de cualquiera que le garantice un cuerpo perfecto a cambio de entrenamiento y dieta (si es que esta perfección existe más allá de veleidosas aspiraciones). Basta saber que hay tres tipologías de cuerpos, ectomorfos, mesomorfos y endomorfos. Y que las tenemos “de fábrica”; están en el ADN y determinan, entre otras cosas, la proporción de fibras musculares del cuerpo, que son de dos tipos: las rojas o de contracción lenta, que te permiten ser muy resistente, y las blancas o de contracción rápida, que te harán un fortachón. Conocer cómo funcionan es clave para ganar fuerza muscular. Los genes también condicionan la facilidad para ganar o perder grasa corporal y la longitud de las extremidades, un parámetro básico para llegar a la NBA o cumplir el sueño de ser jinete olímpico.

El cuerpo ideal para la mayoría suele ser el mesomorfo. Es el que tienen esas personas con facilidad para ganar masa muscular y que no acumulan grasa fácilmente, esas a las que tanto les cunden los esfuerzos en la mesa y en el gimnasio. Como tienen más proporción de fibra muscular, responden muy bien una dieta de pérdida de peso (porque su metabolismo basal está “más acelerado”). Por esa misma razón, al entrenar necesitan hacer menos repeticiones en el gimnasio (si otros necesitan de 8 a 12, a los mesomorfos les basta entre 6 y 8).

Frente a ellos, un cuerpo ectomorfo presenta huesos finos, ligeros y, por lo general, largos. Es raro verlos con michelines porque no almacenan grasa con facilidad, pero tampoco les es sencillo ganar masa muscular. Se ha sugerido que podría deberse a un predominio de fibras musculares rojas o de contracción lenta, menos proclives al aumento de tamaño pero oro puro si quieren consagrarse a los deportes de resistencia. “Tienen mayor dificultad para la creación de masa muscular. Esto hace que tengan pocas posibilidades de ganar un campeonato de culturismo, porque siempre habrá otras personas que, con su mismo esfuerzo y dedicación, tendrán mayores volúmenes y proporcionalidad, que es lo que se valora en este tipo de disciplinas. A cambio, definen muy rápido (en el argot, significa que se les nota fibrosos con pocas sesiones de entrenamiento), ya que sus porcentajes de grasa suelen ser bajos”, explica López. Por simplificar, lo tienen más fácil para ser maratonianos o modelos de pasarela.

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Finalmente, los endomorfos son de hueso grueso y aspecto redondeado. Les cuesta ganar músculo, pero acumulan grasa en cuanto descuidan la dieta. En especial, en la zona abdominal. “Mucha gente es mesomorfa, pero se autodiagnostica como endomorfa erróneamente porque se ven fofos debido al sedentarismo y una mala dieta”. En su caso, para mejorar su anatomía tienen que combinar el trabajo de fuerza mondo y lirondo, para ganar músculo, con el de alta intensidad (un excelente quemacalorías) e incluso con algo de actividad cardiovascular suave en los días de descanso (por ejemplo, salir a pasear). Todo lo que sea con tal de quemar calorías y mejorar el porcentaje muscular.

En todo caso, “con entrenamiento dirigido a lograr las adaptaciones que nos llevan a nuestro cuerpo ideal —ya sea delgado o hipertrofiado— y una dieta acorde a esos objetivos, podemos modificar bastante nuestro cuerpo”, sentencia López. Harina de otro costal es el esfuerzo: unas personas parecen haber nacido para ponerse como toros y a otros les cuesta horrores ganar un gramo de músculo.

Tableta de chocolate sobre un gran michelín, una pesadilla posible

Puede que a nivel colectivo sea difícil deshacernos de ellas pero, en el universo individual, las idealizaciones de los cuerpos acaban cayendo por su propio peso: que cada uno tiene la forma que tiene es una obviedad. Pero siempre está la tentación inconformista de recurrir a la cirugía estética. Pues bien, la mesa de operaciones quita y pone, pero no hace milagros. De hecho, los grandes profesionales del sector advierten de las consecuencias nefastas de saltarse los cánones clásicos de las proporciones del cuerpo. O de tomar atajos.

“La liposucción bien hecha con o sin eliminación de la piel sobrante nos ayuda a moldear el cuerpo con bastante grado de satisfacción. Pero para esto el cirujano debe actuar como un escultor, teniendo en cuenta las proporciones ideales, que no han cambiado desde los tiempos de los griegos clásicos. Alterarlos por moda, sin tener en cuenta las características étnicas o la estatura, es algo a lo que algunos cirujanos nos negamos y da lugar a esperpentos y cuerpos poco proporcionados”, apunta el cirujano plástico Miguel Chamosa. Sucede, por ejemplo, cuando a una anatomía eslava, poco curvilínea, se le pone con prótesis un trasero latino. O unos pómulos desmedidos. Por poder, se puede. Pero queda lejos del ideal.

Mención aparte merece el hecho de que el pecho no crece con el deporte. “De hecho, entrenando mucho se elimina grasa de todo el cuerpo por igual. Incluido el pecho”, avisa a todas sus pupilas el entrenador José Cano. El único remedio a un busto escaso pasa por el quirófano. Es posible recurrir a prótesis de tamaños épicos, pero el sentido común sugiere mesura. Así lo recalca Julio Millán Mateo, director del Instituto de Cirugía Estética de la Clínica Ruber y uno de los cirujanos más valorados en aumento de pecho. “Muchas pacientes entran por la puerta pidiendo 300 centímetros cúbicos (el tamaño del implante). No entiendo esa manía con los 300, ni que fuéramos a las Termópilas. Hay que valorar primero la anatomía de la paciente. Si es bajita y menuda, puede quedar poco estético. En cambio, un pecho más pequeño, bien colocado, queda más armónico”. Por no hablar de que, cuanto más peso, más afectadas por la inexorable ley de la gravedad que obligará, más pronto que tarde, a volver a pasar por quirófano para reparar la caída libre. En todo caso, elegir pecho según la forma física implica seguir teniendo dicha condición física en el futuro...

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Y si el pecho es la pesadilla de algunas mujeres, a ciertos hombres les obsesiona la tableta de chocolate. Y sí, ya es posible grabar unos abdominales falsos. “Los hacemos con el tratamiento denominado lipohelio. Consiste en una liposucción con ultrasonidos para eliminar grasa a la que sumamos el Renuvion, una técnica que aplica helio ionizado bajo la piel. Esto contrae selectivamente los septos fibrosos de la hipodermis, la fascia de los músculos y la dermis. Podemos dejar el vientre plano o apostar por el ‘grabado abdominal’ que es, literalmente, marcar unos abdominales de pega con grasa del propio paciente”, apunta Javier Moreno Moraga, cirujano plástico y director de Instituto Médico Láser. “Son de mentira, pero no quedan mal del todo. Aunque hay que advertir al paciente de que, si engorda, acabará con una barriga oronda coronada por una falsa chocolatina de abdominales. Porque eso ya no se quita”. ¿Ideal? No. Pues eso.

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