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Una despensa vacía y un otoño sin calefacción: “Si abro mi nevera, no hay nada”

España obtiene la peor tasa en pobreza infantil de la Unión Europea, según Unicef. Más de uno de cada cuatro menores viven una situación de vulnerabilidad

Mamen, de 39 años y madre de cinco hijos, el día 13 en Madrid.
Mamen, de 39 años y madre de cinco hijos, el día 13 en Madrid.INMA FLORES
Sara Castro

Mamen lleva a sus niños temprano al colegio y empieza a preparar bocadillos para vender en la calle. “Es la única manera de llegar a fin de mes”, dice la mujer, de 39 años, residente en Madrid, que prefiere no facilitar su apellido. En 2018, se vio obligada a dejar su trabajo de dependienta para poder cuidar a sus cinco hijos. El sueldo de 1.000 euros de su marido no es suficiente para cubrir los gastos familiares. El alquiler se lleva el 70% del salario. “Comemos lo que podemos. Ahora mismo, si abro mi nevera, no hay nada”, lamenta. En su situación viven muchas familias en España, que ha obtenido la peor nota de la Unión Europea en pobreza infantil, con una tasa del 28%, según el último informe de Unicef, que analiza la situación actual de esta precariedad ―entre 2019 y 2021― y su progresión en los últimos años ―desde 2012-2014 a 2019-2021―.

En un contexto de vulnerabilidad también se encuentra Alegría ―nombre ficticio elegido por la mujer—, de 33 años. Agradece recibir la ayuda estatal del Ingreso Mínimo Vital porque es madre de tres hijos, vive también en Madrid y no tiene trabajo. Se separó tras sufrir violencia machista por parte de su expareja y la situación económica vulnerable en la que se encontraba se agudizó. Él era el único que trabajaba en la familia. Recuerda con dureza la pandemia de la covid-19, cuando aún carecía de sustento económico. “A veces, pasaba hambre, no podía salir a pedir ayuda”, cuenta.

En el informe se considera que un menor está en riesgo de pobreza cuando la renta disponible de su domicilio no alcanza un umbral que está basado en el 60% de la mediana de las rentas de todos los hogares del país, teniendo en cuenta también la composición de la familia. Con datos de 2021, el umbral de pobreza en España para una vivienda con dos adultos y dos niños era de 21.185 euros anuales.

Ahora, Alegría se siente más aliviada, vive con 900 euros al mes: “Vamos justos, comemos siempre lo mismo, pero comemos”. Principalmente, compra pasta, pollo, legumbres, lácteos, fruta y verdura, pero aclara que sus hijos no prueban el aceite de oliva ni los filetes de ternera desde hace tiempo porque los precios “están por las nubes”. Dice que los niños son conscientes de la situación: “Saben que no pueden elegir cosas en el supermercado, preguntan primero”.

El especialista en políticas de Infancia de Unicef España, Gabriel González-Bueno, explica que la alta tasa de pobreza infantil se mantiene en España desde hace tiempo. Los datos de 2001 ya indicaban malos resultados. Pero lo que más le preocupa es el bajo porcentaje de mejora, con una reducción de solo el 4% entre 2014 y 2021 (en conjunto, los países analizados han reducido de media un 8%). Más de dos millones de niños están en situación de pobreza en España, es decir, más de uno de cada cuatro menores de edad viven en la precariedad.

La escasa mejoría favorece la cronificación de este problema. El porcentaje español de niños que sufren esta vulnerabilidad de forma persistente, es decir, que llevan dos o más años en esta situación, es el cuarto más alto de los países europeos analizados, por encima del 20% entre 2017 y 2019.

González-Bueno explica que esta situación se traduce en “la transmisión intergeneracional de la pobreza”, que provoca la privación material, desde el acceso a la alimentación hasta la falta de vacaciones de una semana fuera del hogar familiar. Esto desencadena exclusión social, peor salud y menores expectativas. “Muchos niños criados en situación de pobreza alcanzan un nivel formativo, pero ni siquiera se plantean la posibilidad de cursar estudios superiores”, aclara el especialista.

Alegría intenta mantenerse animada: “Llevamos en esta situación toda la vida. Me preocupa todo y a la vez nada, prefiero no pensar”. Mamen ha conseguido una beca para el comedor escolar de sus hijos. Aun así, tiene que pagar 85 euros mensuales por cada niño. Prefiere hacer el esfuerzo para que tengan una dieta equilibrada. La calefacción no se ha encendido este otoño en su casa, aunque recientemente ha recibido el bono social de electricidad. Ambas mujeres son ayudadas por Cruz Roja económica y socialmente, con cheques para comprar comida y actividades gratuitas.

La tasa de pobreza infantil eslovena es del 10% frente al 28% de la española, según el estudio. González-Bueno reclama más políticas públicas orientadas de forma específica a los menores porque, según él, los países que han reducido de forma rápida las cifras han ofrecido prestaciones de crianza muy generosas y ayudas familiares universales. “La inversión en protección social de la infancia es baja y, a veces, no se orienta a las personas con menos ingresos”, aclara. El responsable de Atención a la Infancia de Cruz Roja, Carlos Chana, insiste en que “tener hijos en España empobrece” en un contexto en el que considera que hacen falta más prestaciones por hijo a cargo.

“Muchas ayudas que solicito son rechazadas porque mi marido trabaja”, dice Mamen. El director científico del programa CaixaProinfancia de la Fundación La Caixa, Jordi Riera, insiste en la importancia de que las subvenciones lleguen, no solo por la rigidez de la burocracia o los requisitos mínimos: “Muchas prestaciones tienen que ser gestionadas de forma online, cuando estas personas no tienen las competencias digitales adecuadas”. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal comunicó este año que la ayuda por hijo solo llegó al 18% de los posibles beneficiarios y el Ingreso Mínimo Vital, al 35%.

González-Bueno explica que la inyección de ayudas sociales, recientemente aplicada, se verá reflejada en mejores resultados en un futuro próximo, pero alega que estas subvenciones no son suficientes porque el problema no es cíclico, sino estructural, en parte, debido al desempleo. “Aunque se ha reducido bastante recientemente, sigue siendo elevado respecto a otros países del entorno”. Además, cuenta que muchos de los puestos de trabajo conseguidos son precarios.

Alegría vive sola con sus hijos y Mamen y su marido son migrantes en situación regularizada, la mayoría de sus hijos ya nacieron en España. El informe pone de manifiesto las desigualdades en los riesgos de precariedad. Así, las familias que migran, los niños de la comunidad gitana, los que tienen una discapacidad y los que viven en hogares con un solo adulto —especialmente una mujer— están más expuestos a la pobreza. Los domicilios monoparentales representan el 41,8% en riesgo de pobreza frente al 23,8% de las otras unidades familiares con niños, según González-Bueno.

Riera lamenta que, muchas veces, la historia de estos menores venga determinada por su código postal. “Una vez detectamos los ámbitos de los indicadores de pobreza, desarrollamos redes de colaboración para romper este círculo hereditario”, explica. Con una proyección de ayuda media de entre tres y cuatro años para “garantizar una historia de éxito”, CaixaProinfancia asiste a más de 65.000 niños en el ámbito material, alimentario, sanitario, educativo y del talento, tras realizar un diagnóstico de necesidades personalizado. Oferta actividades de ocio y tiempo libre y ofrece atención psicoterapéutica a menores y familiares. Trabajan en todas las autonomías con más de 400 entidades en red.

La próxima semana Mamen acudirá al oftalmólogo con su hija y está preocupada. La niña no ve bien y si necesita gafas, teme tener que pagarlas de su bolsillo. Mientras, Alegría afronta las vacaciones con esperanza. Aunque la comida de Navidad no será especial, aguarda que los Reyes Magos se acuerden de sus hijos y pasen por Cruz Roja.

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