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África arde más que la Amazonia

Unos 10.000 incendios están activos solo en Angola y Congo frente a los 2.127 de Brasil. Los campesinos usan los fuegos como técnica agrícola, pero un 10% queda fuera de control

Soldados del ejército keniano luchan contra un fuego este marzo.
Soldados del ejército keniano luchan contra un fuego este marzo.ANDREW RENNEISEN (GETTY)
José Naranjo

En plena agitación mundial por los incendios en la cuenca del Amazonas, una imagen de satélite difundida hace unos días por la NASA y analizada por Weather Source revelaba que en África central había más incendios que en Brasil. Solo en Angola y el sur de la República Democrática del Congo (RDC) había más de 10.000 fuegos activos, frente a los 2.127 del país sudamericano. Durante la cumbre del G7 en Biarritz, el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a anunciar la posibilidad de desbloquear fondos para combatir el fuego también en el continente africano. Sin embargo, según los expertos, no son fenómenos comparables. La mayor parte de los incendios en África, y ocurre cada año, responde a técnicas agrícolas ancestrales usadas por el hombre en actividades agrícolas y pastorales, están controlados y no afectan a grandes masas boscosas sino a pastizales y tierras de cultivo.

Una imagen de satélite muestra el fuego que cruza por Angola, Zambia y el Congo, el pasado 25 de agosto.
Una imagen de satélite muestra el fuego que cruza por Angola, Zambia y el Congo, el pasado 25 de agosto.NASA (Reuters)

“El uso del fuego para cazar, favorecer las mejores plantas para la alimentación o la fibra, la limpieza para la agricultura y el pastoreo, facilitar los viajes y controlar las plagas está bien documentado, es tradicional y continúa en la actualidad en muchas partes de África”, asegura Peter Moore, especialista en gestión de fuegos del departamento de Bosques de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Es el sistema preferido por la mayor parte de campesinos, especialmente en zonas donde tienen escasos ingresos y la agricultura no está mecanizada, ya que es más económico, puede acabar con ciertas plagas y enfermedades y las cenizas del matorral quemado aportan nutrientes a los futuros cultivos, aunque a medio plazo y sin una gestión adecuada de su alcance e intensidad aceleran la erosión del suelo.

La imagen del satélite muestra que además de Angola y la RDC, Zambia, Mozambique o Madagascar también sufren el mismo fenómeno. Sin embargo, se estima que nueve de cada diez fuegos en África no crean grandes daños, sino más bien beneficios a la comunidad. Tosi Mpanu Mpanu, negociador congolés en las conferencias sobre el clima de Naciones Unidas, incide en que “en la Amazonia, el bosque arde sobre todo a causa de la sequía y el cambio climático. Pero en África central se debe esencialmente a técnicas agrícolas”, informa AFP.

Ante la alarma incipiente, el Gobierno de Angola ha querido salir al paso para advertir de las comparaciones entre lo que sucede en este país africano y Brasil, que pueden conducir, asegura en un comunicado, “a una dramatización de la situación y a la desinformación de las mentes más imprudentes”. Según el Ministerio de Medio Ambiente angolés se trata de fuegos que los agricultores generan cada año al final de la estación seca. “En esta época del año y en numerosas regiones de nuestro país se producen incendios por parte de los campesinos en fase de preparación de las tierras debido a la proximidad de la estación de lluvias”, añade el comunicado.

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Desde luego, también hay riesgos. Moore explica que, según los estudios más recientes, cada año arde entre el 3% y el 4% de la superficie terrestre del Planeta. Y aunque la tendencia es descendente en África (300 millones de hectáreas quemadas en 2016 frente a 340 millones en 2003), se trata de uno de los continentes más afectados. Se calcula que el 10% de los incendios se escapan de control y son los responsables del 90% de la superficie que arde. “Estos son los que causan la pérdida de vidas, daños materiales e impacto ambiental. Son incontenibles hasta que cambia el clima o las condiciones del combustible que los hace arder. En muchos países de África la capacidad de manejo de incendios no está bien desarrollada”, añade Moore. En el origen suelen estar los accidentes, falta de comprensión del riesgo, malas prácticas o descuidos. En 2016 la superficie quemada fue seis veces España.

Los colectivos defensores del Medio Ambiente alertan de que esta técnica de desbroce y quema provoca una grave deforestación y pérdida de la biodiversidad, así como la erosión de la tierra. La deforestación es real, aunque la causa principal no es la quema sino la tala. Según aseguró Mpanu Mpanu a AFP, “la cubierta forestal de la RDC ha pasado del 67% al 54% de su territorio entre 2003 y 2018”. El propio presidente Tshisekedi aludió a la pérdida de árboles en la cuenca del río Congo, la segunda masa forestal del Planeta, en su discurso de investidura. En un país donde solo el 9% de la población tiene acceso a electricidad, la madera es una importante fuente de energía y se permite la tala artesanal, que en ocasiones esconde los intereses de empresas madereras.

Emisiones a la atmósfera

Otro aspecto de los incendios tiene que ver con sus emisiones de gases nocivos a la atmósfera. "Cuando se usa el fuego para transformar áreas forestales en tierras abiertas hay una adición neta de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Combustibles que no se suelen quemar, como turberas y selvas tropicales, contribuyen de manera intensa a dichas emisiones", explica Moore. Sin embargo, cuando se quema un terreno y la vegetación se regenera con el tiempo, esas plantas eliminan el de la atmósfera a medida que crecen.

La FAO propone mejorar las habilidades de las comunidades en la gestión de incendios a partir de sus propias tradiciones y conocimientos, teniendo en cuenta el impacto positivo que tienen la mayoría de los fuegos controlados. Al mismo tiempo, recomienda mejorar sus capacidades para la extinción y la comprensión de los riesgos. “Los incendios forestales dañinos”, como los que atraviesa en la actualidad el Amazonas, “no son una emergencia sin precedentes. La combinación de políticas, planeamiento y gestión desfasadas han creado un contexto en el que los incendios generan daños y pérdidas”, concluye Moore.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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