Vincent M. Figueredo, cardiólogo: “El corazón puede desempeñar un papel en nuestra salud mental, espiritual y física”
En ‘La curiosa historia del corazón’, este experto cuenta la historia de este órgano, desde los corazones momificados de Egipto a los corazones robóticos del futuro, pasando por aquellos que se esconden en nuestro teléfono en forma de emoticono
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El corazón es el órgano del amor. Y el de la muerte. Todas las culturas han localizado en él nuestra personalidad y nuestras emociones. Los aztecas pensaban que era el hogar del alma, una idea muy similar a la que defendía Platón en la Grecia clásica. Los egipcios sostenían que el dios Anubis decidía si un muerto iba al paraíso o al inframundo solo después de pesar su corazón. Por eso, este era el único órgano que se conservaba en el interior de las momias. En occidente, solo durante el Renacimiento, la medicina empezó a destronarlo para poner al cerebro en el centro. Aun así, en la cultura popular, el corazón se ha mantenido como el símbolo del amor y las emociones. Basta echar un vistazo a nuestro móvil, donde encontramos 27 emoticonos de corazones y solo uno del cerebro.
Vincent M. Figueredo (Tampa, Estados Unidos, 1961) ha analizado todas estas anécdotas en su libro La curiosa historia del corazón (editorial Ariel). Pero este cardiólogo con más de 30 años de experiencia también ha explicado su importancia a nivel médico y científico. Parte de la antigüedad para destacar que ya en las momias de Egipto se empiezan a ver los estragos del colesterol alto en las arterias. Pero llega hasta nuestros días, señalando como en los últimos 100 años (con una única excepción anual) los problemas de corazón han sido siempre la principal causa de muerte registrada. Destaca los sesgos de raza, clase y género en estas dolencias, y vaticina un futuro en el que las terapias génicas, los corazones mecánicos y los trasplantes de otras especies sirvan para suplir la falta de corazones donados. Figueredo habla con la propiedad de un cardiólogo, pero trufa su discurso de anécdotas y datos como haría un apasionado. Concerta una cita para hacer una videollamada el 14 de febrero, cuando miles de corazones inundan las calles de cualquier ciudad occidental. Es una buena excusa para empezar preguntando:
Pregunta. ¿Por qué el corazón sigue ocupando un lugar privilegiado en nuestra iconografía cultural?
Respuesta. El corazón fue considerado durante miles de años el hogar de nuestras emociones y nuestra alma. Solo en el Renacimiento, con personas como Da Vinci y William Harvey, el corazón empezó a ser desmitificado. Empezó a convertirse en una simple bomba circulatoria. Curiosamente, en esa misma época, la iconografía cultural empezó a convertirlo en un símbolo que se viralizó en la literatura y el arte. Pasó a representar el amor erótico, el amor romántico, pero también el amor de familia, el amor de Dios. Se volvió omnipresente en toda la sociedad desde ese momento hasta ahora. Lo usamos todo el tiempo, todos los días. Hay decenas de emojis que representan el corazón y solo uno para el cerebro. En LinkedIn o en Twitter, si te gusta algo, haces clic en el corazón. Si estás jugando a un videojuego, el número de vidas que te quedan se representan con corazones en la esquina.
P. Egipcios, mayas, chinos, griegos, los cristianos de la Edad Media… Todas las culturas situaron el alma en el corazón, ¿por qué?
R. Bueno, nuestros ancestros notaron que cuando, tenían miedo o amor, sentían que su corazón, ese órgano de su cuerpo, latía con más fuerza. Y estaban familiarizados con el corazón porque en esas sociedades antiguas sacrificaban personas y les sacaban el corazón vivo. A las momias de Egipto les embalsamaban los corazones para después volver a colocarlos en el cuerpo. Todas estas sociedades cazaban animales y vieron que apuntar al corazón era una forma efectiva de matar. Entendieron que el corazón significaba vida. Además es un órgano que reacciona a las emociones, a la ira o al amor, de una forma evidente. Así que tenía que ser donde estaban las emociones, el sentido de identidad o la memoria, el amor o el alma.
P. La ciencia le quitó esa importancia al corazón para poner al cerebro en el centro, pero usted cita estudios recientes que podrían hacer que nos replanteemos este paradigma científico...
R. Hay una nueva área de estudio llamada neurocardiología, que estudia la conexión entre el corazón y el cerebro. Y han descubierto que el corazón está enviando señales al cerebro y este al corazón. El corazón envía señales a la amígdala, que es el centro emocional del cerebro. Le hace segregar oxitocina, la hormona del amor. El corazón produce tanta oxitocina como el cerebro. El corazón es un generador electromagnético. Es 20 veces más poderoso que el cerebro en cuanto a su capacidad eléctrica. Y esos ritmos afectan constantemente a la función cerebral. Si tienes una arritmia y tu corazón está acelerado, esto puede inducir en el cerebro pánico o ansiedad. Mientras que si tienes el ritmo regular y lento de la meditación, la atención plena o del canto, esto llega al cerebro y afecta positivamente los centros emocionales del mismo. Así que estamos descubriendo que tal vez nuestros ancestros no estaban tan equivocados después de todo. El corazón puede desempeñar un papel en nuestra salud mental, espiritual y física.
P. También es el órgano que con más frecuencia nos lleva a la muerte, algo que no parece que la medicina haya podido cambiar, ¿por qué?
R. Bueno, vivimos más. No caminamos tanto como nuestros antepasados. Comemos más. Fumamos. Estos son los factores de riesgo tradicionales. Esto ha hecho que, desde aproximadamente 1900, todos los años, a excepción de la gripe de 1918, las enfermedades cardíacas hayan sido la principal causa de muerte. El punto máximo se aclanzó en la década de 1960, cuando todo el mundo fumaba. Hemos mejorado con la educación y ahora menos personas fuman. Podría pensarse que las muertes fueran a disminuir, pero lejos de hacerlo, están aumentando. Y es así porque estamos viviendo tres epidemias: Obesidad, diabetes y estrés. Estos son enormes factores de riesgo de enfermedad cardíaca. Al final, la mejor manera de reducir las enfermedades cardíacas sería comer sano, hacer ejercicio, no fumar y no estar estresado. Ahora bien, en el contexto actual es más fácil decirlo que hacerlo.
P. En Estados Unidos, los afroamericanos tienen un 30% más de probabilidades de morir a causa de enfermedades cardiovasculares que los blancos no latinos. ¿Esto significa que hay un componente genético?
R. Probablemente influya más el código postal que el código genético. Hay familias que tienen predisposición a sufrir diferentes enfermedades, también cardíacas. Pero en la mayoría de los casos, no es un factor genético sino ambiental. Y la realidad es que los afroamericanos tienden a pertenecer a la clase socioeconómica más baja. Como resultado de ello, sus condiciones de vida y su conciencia sobre la prevención de enfermedades son menores.
P. Hay sesgos de clase y raza, pero también de género…
R. Una mujer tiene un 50% más de probabilidades de morir de un ataque cardíaco que un hombre. Cuando un hombre presenta un ataque cardíaco o angina de pecho, tiende a tener ese patrón clásico de dolor opresivo, como si alguien estuviera de pie sobre su pecho. Las mujeres no lo tienen. Los síntomas se presentan de manera atípica, por lo que pueden tener dolor en la mandíbula o en la espalda, en la escápula, o pueden simplemente presentar dificultad para respirar repentina o fatiga extrema con náuseas y vómitos. Por lo tanto, inicialmente no se reconoce que estén sufriendo un ataque cardíaco y hay un retraso en su tratamiento. Esto hace que tengan peores resultados, y su supervivencia posterior se reduce.
P. ¿Debería haber más concienciación como sucede con el cáncer de mama, o es que los síntomas, en ellas, son tan variables que es difícil detectarlo?
R. Es interesante que mencione el cáncer de mama, mueren diez veces más mujeres por enfermedades cardíacas que por cáncer de mama. Más mujeres mueren por enfermedades cardíacas que por todos los cánceres juntos. Y, sin embargo, no tenemos el enfoque en la educación que vemos con el cáncer, especialmente el de mama. Pero desafortunadamente, el problema también es que cuando las mujeres comienzan a desarrollar síntomas relacionados con un ataque cardíaco no son los síntomas clásicos, la sintomatología es más variable. Y por eso puede resultar confuso. La educación obviamente ayudaría. Hay que advertir a las mujeres de que si notan un cambio repentino, una fatiga horrible con dificultad para respirar que nunca antes había tenido, que busquen atención médica de inmediato. Si sufren un dolor que nunca antes había tenido en la mandíbula y en la espalda. Busque atención médica.
P. 8.000 pacientes reciben un trasplante al año de corazón al año, pero 10 veces más podrían hacerlo si hubiera corazones disponibles, ¿los xenotrasplantes de corazones de cerdos o los corazones artificiales podrían ser un parche a esta situación en el futuro?
R. Actualmente, tenemos corazones artificiales que reemplazan por completo un corazón defectuoso en un ser humano. Hasta ahora, un paciente ha vivido siete años con un corazón mecánico. Hay muchos avances en esta área de investigación, seguirán haciéndose más pequeños y mejores. Se va a normalizar su uso, aunque no permanentemente, sino de forma temporal, hasta que haya otra opción disponible. En cuanto a los xenotrasplantes, una persona con un corazón de cerdo modificado genéticamente sobrevivió tres meses. También es un área donde se está avanzando, no me sorprendería que dentro de diez años podamos implantar un corazón de cerdo genéticamente modificado en una persona y que pueda vivir a largo plazo.
P. Hemos pasado de pensar que en el corazón residía el alma humana a vivir con corazones de cerdos…
R. Cuando empezaron a realizar trasplantes de corazones humanos, allá por los años sesenta, la gente se quedó horrorizada. Se preguntaban si los pacientes serían la misma persona al despertar. Está el caso de Claire Sylvia, una exbailarina que recibió un corazón de un joven y empezó a adoptar varias conductas que tenía este cuando vivía. Es un caso anecdótico, se hacen miles de trasplantes al año y no sucede nada similar. Pero es cierto que la gente asocia las emociones y los recuerdos con el corazón. Imagínese lo que habrían pensado los egipcios, los mayas o los aztecas de estos trasplantes. Pero creo que la gente se acostumbrará a los trasplantes de corazones de cerdos, igual que se acostumbró a los trasplantes de otras personas.
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