La segunda revolución de las terapias génicas que ha curado a Javier, un niño con un error letal en el cromosoma X
Una fundación italiana que ha logrado que el niño supere el síndrome de Wiskott-Aldrich se convierte en la primera entidad sin ánimo de lucro del mundo en solicitar ante la EMA y la FDA la aprobación de estos tratamientos innovadores

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Una “pequeña hebra de sangre en la caca”. Esta fue la primera señal, tomada en inicio como algo sin importancia, que puso a Jesús Lunar y Cristina López sobre la pista de que algo ocurría con la salud de su hijo. Javier había nacido el 12 de junio de 2020 y antes del hallazgo, ocurrido pocos días después, todo había transcurrido dentro de las caóticas rutinas que imponen los nuevos miembros de cualquier familia al llegar a casa. Seis meses más tarde, sin embargo, los médicos sentaron a la pareja y les dieron la noticia que iba a cambiar sus vidas.
“Nos dijeron que Javier tenía el síndrome de Wiskott-Aldrich, una rara enfermedad genética que afecta al sistema inmunológico. Primero no supimos cómo reaccionar, nos costó mucho asumir que podía ser mortal. Pero luego la cabeza te hace un click. Te dices que hay que tirar para adelante y que se hará todo lo que se tenga que hacer. Y así hasta hoy”, cuenta este programador informático nacido en 1982.
Javier tiene ya casi cinco años y, salvo alguna afectación neurológica menor, ha crecido como cualquier otro niño. No solo está curado, sino que, además, ha estado en el centro de una doble revolución. La primera ha sido científica, con el desarrollo de las terapias génicas. Estos tratamientos consiguen suplir el gen defectuoso del paciente por otro sano que es introducido en el organismo mediante un virus modificado en el laboratorio. Javier es el primer niño en España que ha logrado superar el síndrome de Wiskott-Aldrich, también conocido por su acrónimo en inglés, WAS, mediante este procedimiento.

“La verdad es que, dentro de lo que han tenido que pasar, la familia ha tenido mucha suerte. O, en otras palabras, la ciencia les ha rescatado en el último momento. El único tratamiento curativo para estos niños es el trasplante de médula ósea. Pero no había ningún donante compatible, ni en su entorno familiar ni en el banco de la Fundación Josep Carreras. Sin el trasplante, estos niños raramente llegan a la adolescencia y prácticamente nunca sobreviven a los 20 años. Pero, en el último momento y casi por casualidad, Javier tuvo la oportunidad de entrar en el ensayo clínico de la terapia génica”, resume Manuel Santamaría, catedrático en Inmunología Clínica y el especialista del Hospital Reina Sofía de Córdoba que ha llevado su caso.
La segunda revolución en la que el niño ha tomado parte afecta al mercado farmacéutico. Las terapias innovadoras no están llegando a muchos pacientes que las necesitan. Los elevados precios impuestos por las farmacéuticas, las estrategias comerciales de las compañías y cuestiones regulatorias se convierten muchas veces en obstáculos insalvables. La terapia que ha recibido Javier estuvo a punto de quedar guardada para siempre en un cajón a medio desarrollo porque la farmacéutica Orchard Therapeutics no veía la viabilidad de un tratamiento para una dolencia que afecta a menos de uno de cada 250.000 niños varones nacidos vivos.
La Fundación Telethon (FT), vinculada al hospital público San Raffaele de Milán (Italia) —donde las investigaciones sobre el fármaco empezaron hace más de 15 años—, salvó entonces el tratamiento. La entidad acordó con la compañía tomar el relevo y completar el desarrollo de la terapia y, el pasado 3 de febrero, anunció que ha solicitado a la Agencia Europea del Medicamento (EMA) su aprobación. Es la primera entidad sin afán de lucro en el mundo que da este paso con una terapia génica, algo que también piensa hacer ante la FDA de Estados Unidos. Un movimiento de estas características solo cuenta un precedente parecido, el protagonizado por el Hospital Clínic de Barcelona con las terapias CAR-T frente a algunos tipos de cáncer hematológicos.

“Ojalá otras instituciones parecidas sigan nuestra estela. No queremos ser los únicos y pensamos que nuestra experiencia puede ser un modelo a seguir en el desarrollo de terapias innovadoras para enfermedades raras que afectan a tan pocos pacientes que la industria farmacéutica no encuentra interés en invertir en ellas”, explica a EL PAÍS Celeste Scotti, jefe de Investigación y Desarrollo, en la sede de la entidad en Milán.
Scotti recuerda que la Fundación ya había dado un paso importante al mantener en el mercado otra terapia génica de Orchard Therapeutics, el Strimvelis, indicada para la inmunodeficiencia combinada grave de adenosina desaminasa (ADA-SCID), otra enfermedad genética muy rara que afecta a los llamados niños burbuja. “Pero este caso supone un salto cualitativo importante. El Strimvelis ya contaba con la aprobación de la EMA, mientras ahora somos nosotros los que hemos completado el desarrollo de la terapia y solicitado la aprobación de los organismos reguladores”, añade.
El síndrome de Wiskott Aldrich está causado por una mutación en un gen responsable de producir una proteína esencial para el funcionamiento de las células del sistema inmunitario. Este gen se encuentra en el cromosoma X, por lo que la enfermedad prácticamente siempre afecta a los niños varones, como ocurre con la hemofilia. En las mujeres, al tener dos cromosomas X, el gen sano de uno puede suplir al defectuoso del otro, aunque si estas tienen un hijo, habrá un 50% de probabilidades de que le transmitan la enfermedad.

“Son niños que, sin tratamiento curativo, tienen una esperanza de vida muy corta. Es una enfermedad compleja de diagnosticar, que requiere de una confirmación genética. Pero luego, además, necesitas encontrar un donante compatible para el trasplante de médula ósea, lo que no siempre es posible. Por esto es tan importante la terapia génica. Sin ella o el trasplante, el estado de salud de los niños se deteriora rápido con mala calidad de vida en lo que llamamos la triada: infecciones recurrentes, hemorragias y eccemas”, explica Santamaría.
Según la Fundación Telethon, los niños nacidos con el síndrome de Wiskott Aldrich son uno entre una horquilla que va de 250.000 a 1.000.000 de varones nacidos vivos. Las investigaciones realizadas no revelan grandes diferencias geográficas en su incidencia en el mundo, aunque estos resultados pueden verse influidos por la escasez y disparidad de estudios existentes y la falta de medios en algunas zonas del planeta para diagnosticar este tipo de dolencias.
Esta incidencia tan reducida y la gran cantidad de enfermedades raras descritas —hay más de 7.000, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)— suponen un ingente reto a la hora de seleccionar dónde invertir los recursos de investigación y cómo hacer viables comercialmente los tratamientos. “Nosotros tenemos dos grandes ventajas respecto a las compañías farmacéuticas. Somos una entidad sin afán de lucro, así que no tenemos que retribuir a nuestros inversores. Y no tenemos que recuperar la inversión hecha en la investigación, que es muy elevada pero que financiamos gracias a los donantes, que son ciudadanos y empresas. Nuestros investigadores, además, reciben financiación de planes públicos nacionales y europeos”, detalla Scotti.
Pese a estas ventajas de partida, el jefe de Investigación y Desarrollo de la Fundación precisa que estas terapias siguen teniendo un coste muy elevado: “Desarrollar el vector lentiviral, por ejemplo, es muy caro. Luego necesitas extraer las células del paciente, modificarlas, tratarlas, mantenerlas e inyectárselas de nuevo. Todo ello sin margen de error, con la máxima calidad y seguridad. Estamos hablando de cientos de miles de euros. Pero, en cualquier caso, estos costes son una pequeña parte de los precios millonarios fijados para las últimas terapias génicas aprobadas por la EMA y la FDA”. Hasta la fecha, un total de 30 niños se han beneficiado de la terapia génica de la FT, cuyo nombre es etuvetidigene autotemcel.
La patronal del sector, Farmaindustria, no ve mal pasos como el dado por la Fundación Telethon siempre que “los tratamientos desarrollados desde el ámbito académico [o por entidades sin afán de lucro] sigan el mismo circuito de evaluación y aprobación que los industriales”. Según el sector, esta es la forma de garantizar que “las terapias cumplirán con los mismos estándares de calidad, eficacia y seguridad”.
La cardióloga Soledad Cabezón, presidenta de la Asociación por un Acceso Justo al Medicamento (AAJM) y exeurodiputada por el PSOE, considera por el contrario que las administraciones deben impulsar “un nuevo modelo de autorizaciones sin interés comercial o lucrativo de terapias desarrolladas por hospitales públicos y entidades sin ánimo de lucro” con el objetivo de que “éstas puedan extenderse y compartirse con otras entidades nacionales o europeas”. Estas terapias, llamadas académicas, ya cumplen según la entidad “todas las exigencias de seguridad y calidad” y pasos como el de la Fundación Theleton y el Clínic “deben ser los primeros hacia un nuevo modelo farmacéutico y una nueva era de la medicina”.
Jesús Lunar recuerda como “muy duros” los primeros meses de vida de su hijo. “Después del golpe de recibir la noticia, se nos abrió la ventana a la esperanza con la terapia génica. Pero eran tiempos muy complicados. Estábamos en pandemia y Milán era uno de sus epicentros. Pasamos siete meses allí y, con todas las incertidumbres, era algo complicado de sobrellevar”, relata.
Hubo un momento, sin embargo, que todo empezó a cambiar. “Cuando le inyectan la terapia, te quedas en una especie de limbo. No puedes hacer nada, simplemente esperar. Tratas de no darle demasiadas vueltas, pero es imposible. Y un día, de repente, los médicos te dicen que el gen corregido ha empezado a funcionar. Al niño se le han normalizado las plaquetas, todos los síntomas remiten... Después de todo, te dicen que ya solo hace falta que vayas cada seis meses a las revisiones. Pero tu ya ves que el niño está bien. Es algo extraordinario, imposible de contar”, exclama.
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