Un parche de células ajenas implantado a una mujer demuestra que es posible regenerar el corazón humano
El éxito preliminar de un experimento alemán ofrece esperanza a millones de personas cuya vida está amenazada por una insuficiencia cardiaca grave
Una mujer de 46 años con una grave insuficiencia cardiaca recibió un tratamiento experimental a la desesperada en el verano de 2021: literalmente una tirita en su corazón partido, un parche elaborado en el laboratorio con 800 millones de células derivadas del cordón umbilical de una donante. Tres meses después, la paciente se sometió a un trasplante cardiaco y los científicos pudieron examinar directamente su órgano parcheado y ya desechado. Los resultados del análisis, publicados este miércoles, demuestran por primera vez que es posible regenerar el corazón humano.
El líder de la investigación, el médico alemán Wolfram-Hubertus Zimmermann, subraya la magnitud del avance. La insuficiencia cardiaca —la incapacidad del corazón para bombear sangre de manera eficiente— amenaza la vida de 64 millones de personas en el mundo. “El 99% de los pacientes con insuficiencia cardiaca avanzada, unos seis millones en el mundo, nunca recibirán un trasplante de corazón. Nuestro objetivo es tratar a ese 99%”, proclama Zimmermann, de la Universidad de Medicina de Gotinga. La situación de estas personas es angustiante, porque escasean los órganos donados. La Sociedad Internacional de Trasplante de Corazón y Pulmón calcula que apenas se hacen 5.000 operaciones de sustitución cardiaca cada año en todo el mundo, unas 350 de ellas en España.
Una quincena de personas han recibido ya uno de estos parches desde marzo de 2021. Una de ellas, Frank Teege, contó su caso el año pasado. “Me estaba debilitando cada vez más y no podía caminar 50 metros sin quedarme sin respiración. De hecho, tenía un gasto cardiaco [el volumen de sangre bombeado por el corazón] de apenas el 10%”, relató Teege, un hombre de 66 años de la ciudad alemana de Lubeca. “Después de la operación con el parche, mi gasto cardiaco ha mejorado significativamente. Ahora alcanza el 35%”, detalló. Se desconoce la identidad de la mujer de 46 años cuyo corazón parcheado y extraído ha confirmado la eficacia de la estrategia.
El biólogo Ignacio Rodríguez Polo, nacido en Madrid hace 34 años, participó en la investigación durante su doctorado en el Centro de Primates de Alemania, en Gotinga, donde ayudó a perfeccionar los experimentos en macacos. La técnica se basa en los revolucionarios descubrimientos del médico japonés Shinya Yamanaka, ganador del Nobel de Medicina en 2012 por demostrar que una célula adulta —de la piel, por ejemplo— puede reprogramarse gracias a un cóctel de cuatro moléculas y regresar a un estado embrionario, capaz de convertirse después en cualquier otro tipo de célula, como una neurona del cerebro o un cardiomiocito del músculo cardiaco. Rodríguez Polo y sus colegas generaron las células de corazón a partir de la piel de los monos. En la mujer de 46 años, la fuente de células es un cordón umbilical donado.
Rodríguez Polo es muy optimista respecto a estas terapias celulares. “En el futuro será una herramienta más contra diferentes enfermedades degenerativas. También hay avances en la regeneración de la sustancia negra, que es una de las partes del cerebro más afectadas en el párkinson, o frente a la degeneración macular del ojo. Con la cantidad de ensayos clínicos con datos prometedores que hay ahora, creo sinceramente que ocurrirá a corto o medio plazo. Cada vez es algo más tangible”, opina Rodríguez Polo, ahora investigador en el Instituto Francis Crick, en Londres.
Los datos presentados este miércoles son la culminación de un trabajo de más de 30 años. Otros grupos han realizado intentos similares. El cirujano chino Dongjin Wang, de la Universidad de Nanjing, anunció que en mayo de 2019 inyectó cardiomiocitos generados en el laboratorio en los corazones de dos hombres, pero jamás publicó sus resultados científicos. A partir de enero de 2020, el cirujano japonés Shigeru Miyagawa, de la Universidad de Osaka, implantó láminas de estas células en tres pacientes con el músculo cardiaco debilitado.
“Nuestro estudio es el primero que demuestra la remuscularización del corazón”, subraya Zimmermann. El médico alemán explica que las personas con estos parches de células ajenas necesitan recibir un tratamiento de por vida que reduzca sus defensas y evite el rechazo. “Es un desafío manejable. Hay que recordar que estos pacientes con enfermedades terminales tienen una mortalidad del 50% cada año. Los efectos secundarios de la supresión inmunitaria hay que tenerlos en cuenta, pero son manejables”, señala. Sus resultados, publicados este miércoles en la revista Nature, muestran que ni en la mujer ni en los 20 monos operados se han detectado arritmias ni tumores, dos de los efectos secundarios más temidos.
El Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, en Madrid, tiene un grupo dedicado a las terapias regenerativas del corazón. Al frente está el médico alemán Florian Anton Weinberger. “Que yo sepa, estos datos muestran por primera vez que los cardiomiocitos derivados de células madre pluripotentes inducidas [las células reprogramadas] pueden injertarse en un corazón humano. No es una sorpresa, y la cantidad de miocardio injertado es relativamente pequeña, pero es un gran paso hacia la aplicación clínica”, celebra.
Weinberger, sin embargo, mantiene un cierto escepticismo. “Creo que queda una pregunta fundamental sin responder: el mecanismo de acción. Aunque los autores afirman claramente su objetivo de remuscularizar, es decir, añadir nuevo tejido contráctil al corazón dañado, el análisis histológico sugiere que el miocardio recién formado está separado del miocardio del hospedador por tejido cicatricial”, advierte. “Los autores proponen que las nuevas células pueden adoptar contractilidad gracias al acoplamiento mecánico con el corazón hospedador, es decir, que las células injertadas seguirán el ritmo del corazón sin estar acopladas eléctricamente, pero las pruebas que apoyan esta hipótesis son limitadas. Harán falta más estudios para respaldar esta afirmación”, añade Weinberger. “En general, me mantengo optimista, aunque algo más crítico que los autores”, zanja.
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