Irritabilidad y menor rendimiento escolar: las consecuencias de que el 20% de los adolescentes no desayune antes de ir a clase
Las chicas omiten más la primera comida del día debido a la presión que sienten por su imagen en redes sociales, según los expertos
En el instituto público Gil de Junterón, en Beniel (Murcia), la profesora María Jesús Guardiola pregunta a sus alumnos de primero de bachillerato (16 años) sobre su rutina de desayuno. De los 31 estudiantes que integran el aula, 8 —casi una cuarta parte— no comen nada antes de salir de casa y de los 23 restantes, la mayoría toman un vaso de leche o café y productos con alto contenido en azúcares. Ninguno toma fruta. Además, de los que se saltan la primera comida del día, seis son chicas. Las excusas que más se oyen son: “Prefiero dormir más y por eso no me da tiempo”, “no tengo hambre” y “me sienta mal”.
Siempre se ha dicho que el desayuno es la comida más importante del día. Sin embargo, muchos adolescentes españoles omiten esta comida antes de ir a clase, por lo que pasan más de 12 horas entre la última comida del día anterior y la primera del siguiente. Los adolescentes con estas conductas tienen un menor rendimiento escolar y pueden sufrir irritabilidad y cansancio, según la vicepresidenta de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP) Teresa Cenarro.
En 2018, los datos del estudio ANIBES, que elabora la Fundación Española de Nutrición, afirmaba que uno de cada cinco estudiantes salía de casa por la mañana sin tomar nada. Además, el 35% de los que sí desayunan lo hacen de manera inadecuada, afirma Rosaura Leis, coordinadora del Comité de Nutrición y Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP). Los alimentos que toman no aportan las calorías necesarias, o directamente no son los recomendados para una alimentación saludable, asegura la pediatra.
La costumbre de omitir la primera comida del día tiene una prevalencia mayor en las chicas que en los chicos. Durante la adolescencia, ellas sienten más presión por su imagen en redes sociales y son más sensibles al contenido que consumen en ellas, lo que las lleva a tener un riesgo mayor a sufrir dietas deficitarias “con la falsa idea de que de alguna manera ahorran calorías”, expone Leis.
La cantidad de alumnos que no desayuna aumenta con la edad y las cifras más altas se encuentran en 4º de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), 2º de bachillerato y los grados medios de formación profesional, asegura Cenarro. La experta añade que las clases y el ejercicio físico que realizan durante el día, sumado al desgaste que causa la etapa de crecimiento, hacen que los adolescentes tengan que consumir más calorías que los demás para obtener la energía que necesitan.
Ana Beatriz Rodríguez, catedrática de Fisiología de la Universidad de Extremadura, sostiene que en España no se le da al desayuno la importancia que requiere. Para realizarlo de manera adecuada se debería tomar algún alimento con vitamina C; una bebida algo excitante, como leche con cacao o café; e hidratos de carbono —lo ideal es pan integral con algún alimento proteico como el jamón serrano o el de pavo y un poco de aceite de oliva—, indica la experta. “Incluso a esa hora si se toma un dulce se metaboliza perfectamente”, concluye.
Sin embargo, la realidad es bastante diferente. Paco Botella, coordinador del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), reconoce que en España los adolescentes “desayunan fatal”. Consumen mayoritariamente productos ultraprocesados con mucha azúcar, como bollería industrial, galletas, zumos embotellados y lácteos preparados como los batidos de chocolate.
Rodríguez incide en la importancia del horario. Expone que entre las ocho y las diez de la mañana es cuando el cuerpo está mejor preparado para ingerir alimentos calóricos y que se metabolicen correctamente. Gonzalo Pin, miembro del grupo de trabajo de pediatría de la Sociedad Española del Sueño, habla de una “verdadera lucha contra el reloj biológico”.
Todas las células tienen uno y si las hacemos trabajar en horas a las que no están programadas, por ejemplo, si desayunamos a las once de la mañana y comemos a las cuatro de la tarde, “el efecto es mucho peor” porque todo el aparato digestivo no está preparado para recibir la alimentación, argumenta el experto.
Esteban Álvarez, presidente de la Asociación de Directores de Institutos Públicos de Madrid (ADIMAD), sostiene que esta situación se extiende cada vez más. Verónica Iglesias es enfermera en el instituto Sierra de Guadarrama en Soto del Real—centro dirigido por Álvarez—, y expone que atiende, de media, a entre cuatro y cinco estudiantes al día con mareos o dolor de cabeza porque han ido a clase con el estómago vacío. “Hay alumnos que no comen nada desde la cena del día anterior hasta la hora de la comida del día siguiente”, lamenta.
La sanitaria cuenta el caso de una adolescente que hace poco acudió a la enfermería del instituto por una hipoglucemia. Tenía que darle algo con azúcar para que se le pasara, pero la joven, de 14 años, se negaba a tomarlo porque seguía la dieta keto —baja en carbohidratos— y “decía que, si tomaba azúcar, se saltaba la dieta”, comenta Iglesias.
Aunque desde los centros educativos se pongan en marcha planes para promocionar los beneficios de un desayuno saludable, tanto Álvarez como Iglesias hacen hincapié en la importancia de que se inculquen estas costumbres desde casa. “Si en casa se come saludable, fuera de casa también”, añade el presidente de ADIMAD. Leis, pediatra de la AEP, añade que cuando los menores desayunan en familia, su ingesta es mejor, tanto en esta comida como en las demás del día, porque hay una transmisión de hábitos alimentarios saludables.
Los jóvenes que no desayunan tienen un riesgo mayor de sufrir obesidad y sobrepeso, dicen la nutricionista y las pediatras. Llegan a la siguiente comida con una sensación mayor de hambre y eso hace que consuman más calorías, “que además no siempre son las adecuadas”, añade Cenarro.
Sobre esto, Paco Botella, de la SEEN, matiza que lo importante es centrarse en la visión general de la alimentación diaria de cada adolescente. El experto argumenta que, aunque no coma nada al levantarse, si el resto de las comidas las hace de forma saludable, no tiene por qué suponer un problema para su salud.
Un estudio de 2021 realizado en Cataluña situó en un 19% y un 17% la cantidad de chicas y chicos, respectivamente, que no desayunan. Estas cifras aumentan hasta el 30% y el 28% si hablamos de personas en una situación socioeconómica desfavorecida. En este sentido, Rosaura Leis, de la AEP, y Teresa Cenarro, de la AEPAP, advierten de que además de saltarse comidas, también aumenta el riesgo de realizar una alimentación menos saludable. El alto precio de los productos frescos y saludables hace que, en muchas ocasiones, tengan que adquirir ultraprocesados: “Un paquete de bollos o de galletas de marca blanca es más barato que la fruta fresca”, amplía la pediatra de la AEPAP.
La falta de sueño y los malos hábitos en la alimentación
Los profesionales destacan también la influencia de los horarios de sueño de los adolescentes en estas conductas. María José Martínez, coordinadora del grupo de cronobiología de la Sociedad Española del Sueño (SES), explica que, durante la adolescencia, el horario de los jóvenes para irse a dormir se retrasa, pero a la vez a partir de la secundaria tienen que entrar entre las ocho y las ocho y media de la mañana, una hora antes que en la primaria.
Esto les provoca lo que se conoce como jet lag social; entre semana van acumulando cansancio y durante el fin de semana no descansan lo suficiente para comenzar la siguiente semana con la energía necesaria, así que se convierte en un círculo vicioso. Gonzalo Pin, miembro del grupo de trabajo de pediatría de la SES, explica que esta omisión del desayuno es el resultado de dos factores: los adolescentes se levantan sin apetito y lo hacen tarde, por lo que tampoco tienen tiempo de sentarse a la mesa antes de salir de casa.
Además, según el experto, hay una “relación directa” entre el déficit crónico de sueño y las alteraciones de la nutrición, ya que se tiende a tomar comida menos saludable, más grasa y con más hidratos de carbono. Tanto él como Martínez recomiendan retrasar una hora el inicio de las clases en secundaria y bachillerato para poder combatir esa carencia.
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