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Columna
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No sintáis pena

La inmigración, el supuesto mayor problema de España, se trata de una forma u otra, según interese a unas agendas mediáticas y políticas que pisotean reglas básicas del periodismo

Entierro el lunes de uno de los jóvenes migrantes fallecidos el sábado cuando naufragó un cayuco cerca de la costa de El Hierro.
Entierro el lunes de uno de los jóvenes migrantes fallecidos el sábado cuando naufragó un cayuco cerca de la costa de El Hierro.PACO PUENTES

La crónica de Guillermo Vega duele hasta el hueso. La madrugada del sábado, junto a la costa de la isla canaria de El Hierro, un cayuco cargado se fue a pique. Mientras las gentes de Salvamento Marítimo hacían todo lo posible y conseguían sacar del agua en el caos a 27 personas y nueve cadáveres, vieron cómo más de otro medio centenar se iban al fondo del mar para siempre. “Solo se oían los gritos en plena noche”, le dijo a Guillermo un alto mando de la Guardia Civil.

Quienes los rescataron, acostumbrados a situaciones así, necesitaron esta vez asistencia psicológica. Creen que los migrantes llevaban dos días sin comida y bebiendo agua del mar. Tres helicópteros y cuatro embarcaciones de Salvamento Marítimo trabajaron todo el sábado intentando encontrar algún superviviente, porque, lejos de otros países que impiden su desembarco, como la Italia de Meloni que ahora aplauden las derechas, España todavía intenta sacar del mar a los náufragos. Es la peor tragedia en más de tres décadas en las costas canarias. El Hierro buscaba todavía el lunes dónde enterrar a los muertos.

Guillermo estaba en El Hierro el sábado a primera hora y el suyo es un caso casi único, pero en Madrid los medios tuvieron todo ese día para preparar una información a la altura de una tragedia que no se había visto en las costas españolas en muchos años. No lo hicieron. Las portadas del domingo fueron otro naufragio, el de una profesión periodística que se desliza por la pendiente de la inhumanidad porque la inmigración, supuestamente el primer problema del país según un cuestionario muy cuestionable del CIS, solo la usan cuando les sirve para su agenda política, la de atizar el odio al migrante para empujar al alza las posibilidades electorales de la derecha.

Entre los medios con tiradas nacionales en papel, únicamente EL PAÍS y La Vanguardia llevaron la noticia a su portada dominical. No El Mundo. No el Abc. No La Razón. Sí, el asesinato por Israel del líder de Hezbolá es una noticia importante, pero en la portada de El Mundo entró hasta la previa del Real Madrid contra el Atlético y no encontraron espacio para medio centenar de muertos. Un repaso en la tarde del sábado a digitales como El Español o El Confidencial mostraba más de 20 noticias o columnas de opinión antes de llegar a la del naufragio. Era un suceso más. En los digitales chiquitos a la derecha de la derecha, como The Objective, Vozpópuli, El Debate o El Independiente, había que escarbar hasta el fondo del caldero para encontrar alguna referencia.

El supuesto mayor problema del país se trata de una forma u otra, según interese a unas agendas mediáticas y políticas que pisotean reglas básicas del periodismo. Porque muchos colegas trabajan a la orden del político que los financia. Si toca vender el modelo migratorio (inhumano) de la italiana Meloni porque don Alberto viajó a Roma y lo aplaudió, lo de El Hierro queda raro.

Más de medio centenar de muertos no son portada, pero los grandes matinales de las televisiones privadas llenan horas cuando un inmigrante comete un crimen. Y si no lo comete, se lo inventan. Lo hacen tanto Mediaset como Atresmedia, las dos grandes, y participan en ese juego algunos de sus presentadores estrella. Al ciudadano se le repite hasta la saciedad solo un aspecto de un fenómeno poliédrico, se le hurtan los elementos de juicio necesarios para hacerse una opinión formada y se le bombardea con bulos. Para que tema, para que odie.

Lo que no hace la mayor parte de los medios es arriesgarse a que ese ciudadano pueda sentir empatía, pena, no digamos ya indignación, ante una tragedia de ese calibre. No sea que piense que, a orillas de El Hierro, en el fondo del mar, yacen medio centenar de cuerpos después de una travesía infernal de una semana. El lector, el televidente, el oyente tienen que pensar que inmigración significa delincuencia, no un niño de 12 años, que tal vez ni sepa nadar, despavorido de madrugada mientras las olas se lo tragan para siempre. Por eso los llaman menas. Para que no sintáis pena.

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